Había una vez, dos niños muy valientes llamados Tom e Isabella. Tom tenía el cabello corto y castaño y siempre llevaba puesta una chaqueta azul. Isabella, su mejor amiga, tenía el cabello largo y rubio, y le encantaba su vestido rojo. Un día, Tom e Isabella se embarcaron en una gran aventura: comenzar una nueva vida en otro país.
Todo comenzó cuando los padres de Tom e Isabella decidieron mudarse a un lugar lejano en busca de nuevas oportunidades. Tom e Isabella estaban emocionados pero también un poco nerviosos. Se preguntaban cómo sería su nuevo hogar, si harían nuevos amigos y qué aventuras les esperaban.
La mañana del viaje, el aeropuerto estaba lleno de gente apresurada, anuncios por los altavoces y aviones que despegaban y aterrizaban sin cesar. Tom e Isabella se sentían como exploradores a punto de descubrir un nuevo mundo. Llevaban sus maletas, una llena de juguetes y libros, y otra con ropa y cosas esenciales. También tenían un mapa del nuevo país y una lista de lugares que querían visitar.
—¿Estás listo, Tom? —preguntó Isabella, sosteniendo firmemente su osito de peluche.
—¡Más que listo, Isa! —respondió Tom con una sonrisa, ajustando su mochila.
Subieron al avión, encontraron sus asientos junto a la ventana y se abrocharon los cinturones de seguridad. Mientras el avión despegaba, Tom e Isabella miraron por la ventana, viendo cómo su ciudad se hacía cada vez más pequeña hasta desaparecer entre las nubes. Era el comienzo de su gran aventura.
Después de muchas horas de vuelo, el avión finalmente aterrizó en su nuevo país. Todo era diferente y emocionante. El aire olía distinto, la gente hablaba otro idioma y las calles estaban llenas de cosas nuevas por descubrir.
Sus padres los llevaron a su nueva casa, una bonita vivienda con un jardín lleno de flores. Tom e Isabella no perdieron tiempo en explorar cada rincón. Encontraron un parque cercano con un gran lago, donde los patos nadaban tranquilamente. También había una escuela que pronto conocerían y donde esperaban hacer muchos amigos.
El primer día de escuela, Tom e Isabella estaban nerviosos pero emocionados. Sus padres los acompañaron hasta la entrada y les desearon buena suerte. Al entrar, fueron recibidos por la maestra, la señora Rodríguez, quien les dio una cálida bienvenida y los presentó a sus nuevos compañeros de clase.
—Hola, chicos. Estos son Tom e Isabella, y acaban de mudarse aquí. Hagamos que se sientan como en casa —dijo la maestra con una sonrisa.
Los niños de la clase los saludaron con entusiasmo. Algunos les hicieron preguntas sobre su antiguo hogar, mientras otros les contaban sobre los juegos que solían jugar en el recreo. Tom e Isabella se sintieron aliviados y contentos de conocer a niños tan amables.
Durante el recreo, Tom e Isabella exploraron el patio de la escuela. Descubrieron un gran árbol con ramas perfectas para trepar y una cancha de fútbol donde los niños jugaban animadamente. Pronto se unieron a los juegos y se dieron cuenta de que no importaba de dónde vinieran, siempre podían encontrar la manera de divertirse y hacer amigos.
Una tarde, después de la escuela, Tom e Isabella decidieron explorar el barrio. Llevaban su mapa y una mochila con bocadillos y agua. Caminaron por las calles, admirando las tiendas y las casas coloridas. Encontraron una librería mágica donde los libros parecían tener vida propia y una heladería que ofrecía los sabores más extraños y deliciosos que jamás habían probado.
—¡Mira, Tom! Helado de algodón de azúcar y menta —dijo Isabella, emocionada.
—¡Y helado de chocolate con nubes! —respondió Tom, relamiéndose.
Después de disfrutar sus helados, siguieron explorando hasta llegar a un gran parque con un enorme laberinto de setos. Decidieron entrar y ver si podían encontrar la salida. El laberinto estaba lleno de giros y vueltas, y cada esquina era una nueva aventura. Rieron y corrieron, disfrutando cada momento de su exploración.
Finalmente, encontraron la salida y se encontraron con una fuente hermosa en el centro del parque. Se sentaron junto a la fuente, disfrutando del sonido del agua y del cálido sol de la tarde.
—Esto es increíble, Isa. Nunca pensé que mudarse a otro país sería tan divertido —dijo Tom, sonriendo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.