El astronauta soñaba; soñaba con volar más allá de las nubes, soñaba con brillar en la inmensidad del espacio, soñaba con hablar con las estrellas que parpadeaban como diminutas luces en la noche. Cada noche, antes de cerrar los ojos, le contaba a la luna sus deseos más profundos, esperando que algún día sus anhelos se hicieran realidad.
Un día, por fin, el gran momento llegó. Montado en su nave brillante y plateada, el astronauta giraba, galopaba, gritaba contra la gravedad, desafiando la fuerza invisible que lo sujetaba a la Tierra. Su corazón latía fuerte mientras atravesaba el firmamento oscuro salpicado de estrellas. La nave zumbaba suavemente, y él extendía las manos como si pudiera tocar el aire del cosmos.
Mientras surcaba el espacio, el astronauta recordaba sus sueños: soñaba con volar, soñaba con brillar, soñaba con hablar con las estrellas. Y justo cuando se sentía el rey del universo, de pronto, un estruendo inesperado interrumpió su aventura: ¡Pum! ¡Crack! ¡Fiuuuu!… Una estrella chocó contra su ventana. El choque hizo temblar la nave, y una luz tenue y parpadeante quedó atrapada en la cabina. El astronauta, sorprendido, se acercó con cuidado hacia la pequeña figura que temblaba junto al cristal.
– ¿Estás bien? – preguntó con voz suave, preocupado.
– Estoy rota, pero aun brillo – respondió la estrella con una voz que parecía salir del viento y que sonaba llena de tristeza.
El astronauta la miró fijamente y en su mente apareció una imagen, una metáfora que parecía describir a aquella frágil criatura luminosa: «Eres un poema flotando en la oscuridad». La estrella, pese a su estado, tenía un brillo especial, delicado pero persistente. No era perfecta, pero seguía alumbrando el vasto vacío, tal y como el astronauta lo había soñado.
“¡Eres más brillante que mil soles bailando salsa en Saturno!” exclamó el astronauta, dejando escapar una hipérbole que hacía aún más grande la magia del momento. La estrella sonrió tímidamente, una sonrisa que iluminó incluso el rincón más oscuro de la nave.
Con cuidado, el astronauta abrió una pequeña puerta dentro de la nave y la estrella flotó hacia allí, rodeada de un ambiente silencioso y acogedor. Pronto, ambos se convirtieron en compañeros de viaje, explorando juntos los misterios del espacio. La estrella, aunque rota, enseñó al astronauta que la belleza no nacía de la perfección, sino de la voluntad de seguir brillando a pesar de las heridas.
Mientras atravesaban nebulosas de colores brillantes y planetas con anillos majestuosos, la estrella comenzó a contarle al astronauta sus aventuras de cuando era joven y nueva, antes de que un accidente la hiciera caer y perder fragmentos de su luz interior. El astronauta escuchaba fascinado, aprendiendo que cada marca y cada grieta contenían historias que merecían ser contadas.
– ¿Por qué sigues brillando si estás tan rota? – preguntó el astronauta con sinceridad.
– Porque la luz que tengo dentro no depende de estar perfecta – respondió la estrella con esperanza – Brillo porque alguien, como tú, cree en mi luz. Cuando alguien cree en ti, encuentras la fuerza para seguir adelante, incluso cuando parece que todo se pierde.
El astronauta asintió, sorprendido por la sabiduría de aquel ser celestial. En ese instante comprendió que su sueño más hermoso no era solo hablar con las estrellas, sino comprenderlas y ayudarlas a brillar, incluso si estaban heridas.
En su viaje, se encontraron con otros astros que habían sido dañados por meteoritos o tormentas cósmicas. Eran estrellas que se sentían abandonadas y tristes, pensando que su luz se había apagado para siempre. Pero el astronauta y su nueva amiga estrella les ofrecían compañía, palabras de ánimo y una promesa: “Hasta las estrellas rotas pueden iluminar el universo”.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.