En una aldea escondida tras las colinas, todos los niños sabían que había que mantenerse alejados de la montaña misteriosa. En su cima, se erguía un antiguo castillo, hogar de la temida bruja Felipa.
Se decía que Felipa detestaba a los niños y que aquel que se atreviera a acercarse a su castillo, jamás regresaría.
Felipa tenía una apariencia terrorífica. Su rostro era arrugado, su nariz puntiaguda y siempre vestía una capa negra que ondeaba con el viento. Su risa estridente retumbaba por toda la montaña, haciendo temblar a cualquier niño que la escuchase.
Pero Dani, un chico valiente y curioso de la aldea, no creía en los rumores. ¿Y si Felipa solo está sola y triste?, pensó. Así que un día, armado con una cesta llena de dulces y frutas, decidió visitar el castillo.
Mientras subía la montaña, Dani escuchó los gritos de los aldeanos: ¡Dani, regresa! ¡Es peligroso! Pero él siguió adelante, decidido a descubrir la verdad sobre Felipa.
Al llegar al castillo, Dani llamó a la puerta con valentía. Felipa abrió la puerta con una mirada furiosa. ¿Qué quieres?, gruñó.
Con una sonrisa, Dani mostró su cesta y dijo: Vengo en paz. Solo quiero compartir estos dulces contigo y ser tu amigo.
Felipa, sorprendida, miró a Dani de arriba abajo. Nadie jamás se había atrevido a acercarse a su castillo, y mucho menos con intenciones amistosas.
Con el tiempo, Felipa y Dani comenzaron a charlar. Dani descubrió que Felipa no odiaba a los niños. En realidad, ella había sido malinterpretada. La bruja había vivido sola durante años y, con el tiempo, la soledad la había vuelto amargada. Los rumores y mitos sobre ella solo aumentaron su reclusión.
Felipa, emocionada por tener a alguien con quien hablar, invitó a Dani a su casa y le preparó una deliciosa merienda. Rieron, compartieron historias y jugaron hasta el anochecer.
Al regresar a la aldea, Dani compartió su experiencia con los demás niños. Al poco tiempo, más y más niños comenzaron a visitar el castillo. Felipa, con su nuevo amor por los niños, organizaba fiestas, juegos y meriendas para todos ellos.
Conclusión:
La valentía y amabilidad de Dani no solo le ganaron una nueva amiga en Felipa, sino que también transformaron la vida de la bruja y unieron a la aldea.
La historia de Felipa y Dani nos enseña que no debemos juzgar a alguien por su apariencia o por los rumores, y que con un poco de amabilidad podemos cambiar el mundo a nuestro alrededor.