Cuentos de Ciencia Ficción

El Misterio de la Máquina Brillante

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas altas y verdes, tres amigas inseparables: Kiara, Martina y Yamila. A las tres les encantaba explorar, pero lo que más les gustaba era descubrir cosas nuevas y misteriosas. Kiara era la más aventurera de todas, con su cabello rojo brillante siempre atado en dos coletas que saltaban mientras corría. Martina, la más inteligente del grupo, llevaba gafas grandes que a menudo se deslizaban por su nariz mientras leía libros enormes sobre el espacio. Yamila, con su cabello negro corto y una cinta en la cabeza, era la más creativa y siempre tenía una sonrisa en el rostro.

Un día, mientras exploraban un rincón apartado del bosque cercano, encontraron algo que nunca antes habían visto. Era una máquina brillante, llena de botones y palancas, con luces de todos los colores que parpadeaban de manera misteriosa. Estaba medio escondida entre unos arbustos, como si estuviera esperando a ser descubierta.

“¡Miren eso!” exclamó Kiara, con los ojos muy abiertos por la emoción.

“¿Qué será?” preguntó Martina, ajustándose las gafas mientras se acercaba con cautela.

“Es increíble,” susurró Yamila, mientras tocaba suavemente la superficie metálica de la máquina. “Parece algo sacado de un cuento de ciencia ficción.”

Las tres amigas se acercaron a la máquina, rodeándola con curiosidad. No había ningún letrero que indicara lo que era ni para qué servía, lo que solo aumentaba el misterio.

“¿Deberíamos presionar un botón?” preguntó Kiara, que ya estaba tentada a tocar todo.

“Espera,” dijo Martina, siempre la voz de la razón. “Podría ser peligroso. No sabemos qué hace esta máquina.”

“Pero, ¿y si es una máquina del tiempo?” sugirió Yamila, con los ojos brillando de entusiasmo. “O tal vez una máquina que nos lleva a otros planetas.”

La idea emocionó a las tres. Se miraron entre ellas, y después de unos segundos, Kiara, que no podía resistir más la tentación, presionó uno de los botones más grandes y rojos que encontró.

De repente, la máquina comenzó a hacer un ruido extraño, como un zumbido, y las luces empezaron a parpadear aún más rápido. Las chicas dieron un paso atrás, asustadas y emocionadas al mismo tiempo. La máquina vibró y, de pronto, una pantalla apareció frente a ellas, mostrando imágenes de lugares que nunca antes habían visto.

Había un planeta con cielos morados, otro con montañas que flotaban en el aire, y uno más con árboles de cristal que brillaban bajo un sol azul. Las amigas estaban asombradas.

“¡Es una máquina que muestra otros mundos!” exclamó Martina, totalmente fascinada.

“Es como una ventana al universo,” añadió Yamila, con una sonrisa de oreja a oreja.

“Pero, ¿cómo funciona?” preguntó Kiara, siempre lista para la acción.

Martina examinó la máquina más de cerca. “Creo que si movemos estas palancas, podríamos hacer más cosas que solo ver esos lugares.”

Con mucho cuidado, las chicas comenzaron a mover las palancas y presionar más botones. Cada vez que lo hacían, la máquina emitía diferentes sonidos, algunos suaves como el canto de los pájaros, otros agudos y electrizantes, como si estuvieran en medio de una tormenta espacial.

De repente, la pantalla mostró algo inesperado: una criatura pequeña y peluda, con ojos grandes y brillantes, que las miraba desde el otro lado. Parecía tan sorprendida como ellas.

“¡Hola!” dijo Yamila, saludando a la criatura. Para su sorpresa, la criatura respondió con un pequeño saludo y una sonrisa.

“¿Nos está viendo?” preguntó Kiara, sin poder creer lo que estaba pasando.

“Parece que sí,” respondió Martina, totalmente asombrada. “Tal vez esta máquina no solo muestra otros mundos, sino que también nos conecta con ellos.”

Las chicas siguieron experimentando con la máquina, y pronto descubrieron que podían comunicarse con otras criaturas de diferentes planetas. Había seres de todas las formas y tamaños, algunos con alas, otros con tentáculos, y algunos que brillaban en la oscuridad como estrellas vivas.

Pasaron horas explorando y hablando con estas criaturas, aprendiendo sobre sus mundos y costumbres. Aunque eran muy diferentes, las chicas y las criaturas se hicieron amigos rápidamente, compartiendo risas y juegos a través de la máquina.

Pero entonces, algo extraño ocurrió. La máquina comenzó a emitir un sonido diferente, un zumbido bajo que hizo que las luces parpadearan de manera preocupante.

“Creo que está perdiendo energía,” dijo Martina, preocupada. “Si no encontramos una manera de recargarla, podríamos perder la conexión con nuestros nuevos amigos.”

Las chicas buscaron alrededor de la máquina, pero no pudieron encontrar ninguna fuente de energía o manera de recargarla. Entonces, Yamila tuvo una idea.

“¿Y si intentamos usar nuestra imaginación?” sugirió. “Esta máquina es tan increíble que tal vez funcione con la energía de nuestros pensamientos.”

Las otras dos la miraron, un poco escépticas, pero decidieron intentarlo. Se sentaron alrededor de la máquina, cerraron los ojos y comenzaron a imaginar toda la energía positiva que podían enviar.

Poco a poco, el zumbido de la máquina cambió de tono, volviéndose más suave y constante. Las luces que antes parpadeaban ahora brillaban de manera estable. Cuando abrieron los ojos, la pantalla mostraba nuevamente las caras sonrientes de sus amigos de otros planetas.

“¡Funcionó!” gritó Kiara, saltando de alegría.

Las chicas pasaron el resto del día explorando y hablando con sus amigos interplanetarios. Aprendieron que la máquina, aunque poderosa, dependía del amor y la amistad para funcionar.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse, la máquina emitió un suave pitido, como si estuviera diciéndoles adiós por ahora. Las chicas entendieron que era hora de despedirse, pero sabían que podían volver en cualquier momento, siempre y cuando mantuvieran su imaginación y corazón abiertos.

Kiara, Martina y Yamila volvieron a casa, con la promesa de regresar al día siguiente. Sabían que habían descubierto algo mucho más grande que una simple máquina: habían encontrado una manera de conectar mundos y hacer amigos más allá de las estrellas.

Desde ese día, cada vez que querían una nueva aventura, volvían al rincón del bosque donde la máquina brillante las esperaba. Y cada vez que lo hacían, sabían que no importaba cuán lejos estuvieran sus nuevos amigos, siempre estarían conectados por los lazos de la amistad y la imaginación.

Y así, las tres amigas vivieron muchas más aventuras, siempre recordando que la magia más grande no estaba en la máquina, sino en los corazones de quienes la usaban.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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