Charlie nunca imaginó que su vida cambiaría de la manera en que lo hizo aquella tarde. Todo comenzó como un día normal, uno de esos días en los que él, Mike y Quimbo, sus mejores amigos, se reunían para explorar los rincones más lejanos de la ciudad. Ellos vivían en Neocitec, una metrópolis futurista llena de tecnología avanzada, edificios que parecían tocar el cielo y misterios escondidos en cada rincón. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de los chicos no eran los gigantescos rascacielos, sino los laboratorios secretos que se encontraban en las afueras de la ciudad, donde, según se rumoraba, se realizaban experimentos con seres de otros mundos y tecnologías prohibidas.
Era una tarde tranquila, con el sol artificial de Neocitec brillando sobre sus cabezas. Los tres amigos habían oído hablar de un laboratorio abandonado en la zona norte de la ciudad, un lugar del que se decía que alguna vez había sido utilizado para investigar criaturas mitológicas. Los rumores contaban historias increíbles, pero nadie sabía con certeza qué tan ciertas eran. Intrigados por la aventura, Charlie, Mike y Quimbo decidieron que ese sería su próximo destino.
“¿Estás seguro de que deberíamos ir?”, preguntó Quimbo, siempre el más cauteloso del grupo. Su cabello rizado se agitaba al viento mientras miraba a sus amigos con cierta preocupación.
“Vamos, Quimbo, no seas gallina”, dijo Mike con una sonrisa desafiante. Mike era el valiente, el que siempre quería ir más allá y descubrir lo desconocido.
Charlie, por su parte, no decía nada. Aunque no era tan atrevido como Mike, tampoco era tan miedoso como Quimbo. Su curiosidad lo impulsaba, y quería ver con sus propios ojos si los rumores sobre criaturas míticas eran ciertos. Así que, sin más discusión, los tres comenzaron su viaje hacia el laboratorio.
Cuando llegaron, el lugar estaba en ruinas. La fachada del edificio estaba cubierta de vegetación y el metal oxidado crujía bajo sus pies. Parecía que nadie había estado allí en años, lo que solo aumentó la emoción de los chicos. Sin embargo, en lo profundo del laboratorio, algo mucho más antiguo y poderoso aguardaba.
Caminaron entre los escombros hasta encontrar una gran sala con extrañas cápsulas de vidrio. Dentro de una de ellas, había una figura enorme, parecida a un hombre, pero con cuernos en la cabeza y una musculatura imponente.
“¿Es eso… un minotauro?”, preguntó Mike, casi sin poder creer lo que veía.
Charlie se acercó con cuidado. “Parece que lo es… pero está encerrado. ¿Creen que sigue vivo?”
Justo cuando terminaba de hablar, las luces del laboratorio, que habían estado parpadeando débilmente, se encendieron por completo, iluminando la sala. Un panel de control al fondo comenzó a emitir sonidos extraños, y antes de que los chicos pudieran reaccionar, una ráfaga de energía atravesó el lugar, golpeando a Charlie directamente en el pecho.
El impacto lo tiró al suelo, y por un momento, todo quedó en silencio. Mike y Quimbo corrieron hacia su amigo, preocupados, pero Charlie se levantó lentamente. “Estoy bien… creo”, dijo, aunque había algo diferente en su voz.
Mientras sus amigos lo ayudaban a levantarse, comenzaron a notar cambios en su cuerpo. Sus brazos se volvieron más musculosos, su piel empezó a endurecerse y, de repente, dos cuernos comenzaron a crecer en su cabeza.
“¡Charlie, te estás transformando!”, gritó Quimbo horrorizado.
Charlie se miró las manos, asustado. Sus dedos se habían vuelto más gruesos, y sus piernas ahora parecían las de una bestia. “¡No puede ser!”, exclamó, pero el proceso continuaba. En cuestión de minutos, Charlie ya no era completamente humano. Se había convertido en un minotauro, una criatura mitad hombre, mitad toro, con una fuerza que no podía controlar del todo.
“¿Qué vamos a hacer?”, preguntó Mike, sin dejar de mirar a su amigo, quien ahora medía casi dos metros de altura y parecía más fuerte que nunca.
Charlie, que al principio estaba en pánico, intentó calmarse. Sentía una energía desbordante en su interior, pero también algo más, como si una parte de su mente hubiera cambiado junto con su cuerpo. “Tenemos que salir de aquí antes de que algo peor ocurra”, dijo con una voz más grave de lo normal.
Los tres amigos corrieron hacia la salida, pero justo cuando estaban a punto de escapar, las puertas del laboratorio se cerraron con un fuerte estruendo. “Parece que no nos van a dejar salir tan fácilmente”, dijo Quimbo, que ya empezaba a perder la calma.
Charlie, ahora con la fuerza de un minotauro, decidió intentar algo arriesgado. Golpeó la puerta con todas sus fuerzas, y para sorpresa de sus amigos, la destrozó en mil pedazos. “Supongo que ser un minotauro tiene sus ventajas”, dijo, tratando de aligerar el ambiente.
Una vez afuera, los chicos sabían que no podían regresar a casa con Charlie en ese estado. Así que se dirigieron a las montañas cercanas, donde podrían pensar en un plan sin que nadie los viera. Mientras caminaban, Charlie comenzó a sentir una conexión extraña con la naturaleza que no había experimentado antes. Podía escuchar el viento, sentir la tierra bajo sus pies de una manera que nunca había sentido como humano.
“Tenemos que encontrar una manera de revertir esto”, dijo Quimbo, siempre el más racional.
Mike, por otro lado, no estaba tan seguro. “¿Y si no es algo tan malo? Charlie ahora es más fuerte que cualquiera de nosotros, y además, parece que tiene un control especial sobre su entorno”.
Charlie no estaba tan convencido. “No quiero vivir el resto de mi vida como una bestia”, dijo con tristeza. “Esto no soy yo”.
Pero antes de que pudieran seguir discutiendo, una figura apareció ante ellos. Era un anciano con una túnica blanca, sus ojos brillaban con una luz que los tres amigos no podían explicar. “He estado esperando este momento”, dijo el anciano. “Charlie, tu transformación no fue un accidente. El destino ha decidido que debías ser el guardián de este mundo”.
Los chicos se quedaron en silencio, sin saber qué decir.
“El minotauro que viste en el laboratorio no era solo una criatura cualquiera”, continuó el anciano. “Era un guardián, alguien que protegía este planeta de fuerzas más allá de la comprensión humana. Y ahora, tú, Charlie, has heredado ese poder”.
“¿Y qué debo hacer?”, preguntó Charlie, todavía asimilando lo que acababa de escuchar.
“Deberás aprender a controlar tu fuerza, a equilibrar tu lado humano con tu lado bestial. Tus amigos estarán a tu lado en este viaje, pero recuerda: el destino te ha elegido por una razón”.
Charlie, Mike y Quimbo se miraron unos a otros. La aventura que habían empezado como un simple juego de exploración se había convertido en algo mucho más grande. Charlie ya no era el mismo chico de antes, pero con la ayuda de sus amigos, estaba listo para aceptar su nuevo papel.
El futuro era incierto, pero una cosa era segura: nada volvería a ser igual.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.