Cuentos de Ciencia Ficción

Los Cinco Amigos y la Gran Limpieza Monstruosa

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un lugar muy, muy lejano, había una pequeña ciudad donde los niños no eran comunes y corrientes. Había cinco amigos muy especiales: Jhoan, Hellen, Santiago, Celeste y Mateo. Lo que hacía a estos niños tan únicos era que cada uno de ellos tenía habilidades mágicas y monstruosas.

Jhoan, por ejemplo, tenía la capacidad de ver cosas que los demás no podían gracias a su visión zombi. Sus ojos brillaban en la oscuridad y podía ver fantasmas, criaturas invisibles e incluso descubrir tesoros escondidos. Hellen era una pequeña bruja con una varita mágica que podía hacer hechizos increíbles; su varita emitía destellos de colores brillantes cuando la usaba. Santiago, en cambio, era tan rápido como un hombre lobo, capaz de correr a velocidades que ningún otro niño podía alcanzar. Y luego estaban Celeste y Mateo, dos hermanos que podían crear lluvia con solo desearlo. Si el día estaba muy soleado y hacía mucho calor, solo tenían que pensar en unas nubes y, ¡bam!, el cielo se llenaba de gotitas mágicas de agua.

Una mañana, los padres de estos chicos los dejaron en la escuela, como cualquier otro día. Pero ese día no sería como los demás. Los chicos habían estado planeando algo muy especial: querían sorprender a sus padres haciendo una buena acción. Habían decidido que iban a limpiar los autos de sus papás, pero no era una tarea común. Los autos de sus padres no eran coches normales. Eran autos monstruosos, gigantescos, con ruedas enormes y formas extrañas que rugían cuando encendían el motor. Algunos incluso tenían colmillos y parecían estar vivos.

Al llegar al patio de la escuela, Jhoan miró a sus amigos y dijo con una sonrisa: “Es hora de empezar nuestra gran misión. ¡Vamos a limpiar esos autos monstruosos!”. Todos los amigos estaban muy emocionados, y cada uno sabía que sus poderes serían muy útiles para esta tarea.

Hellen fue la primera en actuar. Agarró su varita mágica, la levantó en el aire y dijo en voz alta: “¡Monstruo magia, cumple mi sueño, que este trabajo sea pequeño!”. De inmediato, apareció una esponja gigante que flotaba en el aire. Era tan grande que podría cubrir un auto monstruoso de una sola vez. Pero había un pequeño problema: aunque la esponja era perfecta, no se movía por sí sola. Necesitaba más energía mágica.

“Necesitamos más poder”, dijo Hellen, mirando a sus amigos. Fue entonces cuando Jhoan dio la señal: “¡Arriba monstruo!”. Al decir esto, las mascotas monstruosas de Jhoan y Hellen aparecieron corriendo desde el patio de la escuela. Jhoan tenía una mascota que parecía una pequeña criatura zombi, con ojos brillantes y una sonrisa traviesa, mientras que la mascota de Hellen era un pequeño gato negro con una cola que parecía hecha de humo.

Las mascotas empezaron a moverse alrededor de la esponja gigante, empujándola suavemente hacia los autos. Pero, aunque era un buen comienzo, todavía necesitaban más ayuda para mover la esponja con fuerza suficiente. Fue entonces cuando Santiago, con su increíble velocidad, saltó al frente.

“Déjenme a mí”, dijo Santiago con una sonrisa. En un abrir y cerrar de ojos, corrió alrededor de los autos monstruosos, moviendo la esponja gigante de un lado a otro. La velocidad de Santiago hizo que la esponja se moviera tan rápido que en cuestión de minutos, los autos estaban cubiertos de burbujas de jabón. “¡Increíble!”, gritó Celeste, mientras veía cómo las burbujas brillaban bajo el sol.

Pero todavía faltaba un paso importante: enjuagar los autos. “¡Es nuestro turno!”, dijeron Celeste y Mateo al unísono. Cerraron los ojos y se concentraron en el cielo. En segundos, las nubes comenzaron a formarse encima de ellos. Primero, fueron pequeñas y esponjosas, pero luego se hicieron más grandes y oscuras. Pronto, gotas de agua comenzaron a caer sobre los autos, enjuagando todo el jabón y dejando los autos monstruosos relucientes.

Los chicos estaban encantados con su trabajo. Todo iba según el plan, y los autos de sus padres se veían mejor que nunca. Pero entonces, algo inesperado sucedió.

Mientras terminaban de enjuagar los autos, las nubes que habían creado Celeste y Mateo comenzaron a crecer más de lo esperado. Las gotas de lluvia se hicieron más grandes, y en cuestión de minutos, el pequeño chaparrón se convirtió en una verdadera tormenta. “¡Oh, no!”, exclamó Celeste. “¡No podemos detener la lluvia!”. Las nubes seguían creciendo y creciendo, y la lluvia caía más fuerte. Los chicos intentaron correr al interior de la escuela, pero el agua ya había inundado todo el patio.

Hellen agitó su varita intentando detener la lluvia, pero esta vez su magia no funcionaba. Jhoan usó su visión zombi para tratar de ver si había alguna solución mágica escondida, pero no encontró nada. Santiago, con su velocidad, trató de desviar el agua corriendo alrededor del patio, pero solo terminó empapado.

Los chicos estaban en un gran lío, y no sabían cómo salir de él. Fue entonces cuando Mateo tuvo una idea. “¡Ya sé lo que debemos hacer! ¡Tenemos que usar el arcoíris!”. Todos lo miraron confundidos, pero Mateo explicó: “Las nubes que creamos siempre traen un arcoíris después de la lluvia. Solo necesitamos hacer que aparezca y eso calmará la tormenta”.

Celeste asintió y ambos comenzaron a concentrarse en hacer aparecer el arcoíris. Mientras lo hacían, las nubes comenzaron a aclararse lentamente. Y justo cuando parecía que la tormenta no iba a parar, un arcoíris gigante apareció en el cielo. Era el arcoíris más grande y brillante que jamás habían visto. Las gotas de agua empezaron a desaparecer, y la tormenta se calmó por completo.

Los chicos suspiraron aliviados. Habían logrado detener la lluvia y, lo más importante, los autos monstruosos de sus padres estaban limpios. Cuando los padres monstruo llegaron al final del día, no podían creer lo que veían. Sus autos relucían bajo el brillo del arcoíris, y aunque los chicos estaban empapados, sonreían orgullosos de su trabajo.

“¡Buen trabajo, chicos!”, dijeron los padres con una gran sonrisa. “Sabíamos que podían hacer grandes cosas juntos”.

Desde ese día, los cinco amigos aprendieron una valiosa lección. Aunque a veces las cosas no salían como esperaban, siempre podían confiar en sus habilidades mágicas y en la fuerza de su amistad para resolver cualquier problema.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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