Cuentos Clásicos

Alejandro y la Ciudad de los Coches Mágicos

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez un niño llamado Alejandro. Alejandro tenía cinco años, con el pelo corto y castaño oscuro, y unos ojos marrón verdoso que siempre brillaban de alegría. Alejandro era un niño muy especial: era alto para su edad, siempre estaba lleno de energía, y tenía una imaginación tan grande como el cielo. Le encantaba jugar con sus coches, máquinas y vehículos de juguete. Tenía una colección enorme, con coches de todos los colores y formas. Pero lo que Alejandro no sabía es que sus coches no eran simples juguetes; en realidad, escondían un secreto muy especial.

Una tarde, después de volver de la escuela, Alejandro corrió a su habitación como siempre hacía. Estaba ansioso por jugar con sus coches favoritos. Se sentó en su alfombra, rodeado de sus coches, y comenzó a imaginar que estaba en una gran carrera. De repente, algo extraño sucedió. El coche rojo que estaba sosteniendo en sus manos comenzó a moverse por sí solo. Alejandro se sorprendió tanto que casi lo dejó caer.

“¡Hola, Alejandro!” dijo el coche rojo con una voz alegre. “¡Por fin podemos hablar contigo!”

Alejandro se quedó con la boca abierta. “¿Cómo puedes hablar?” preguntó, sin poder creer lo que estaba viendo.

El coche rojo, que se llamaba “Rayo”, sonrió (si es que un coche podía sonreír). “Siempre hemos sido mágicos, Alejandro. Pero necesitábamos tu imaginación para cobrar vida. ¡Y hoy ha pasado algo especial! Has imaginado tanto que nos has dado la energía para movernos y hablar.”

Alejandro estaba fascinado. No solo Rayo, sino todos los coches a su alrededor empezaron a moverse, a encender sus luces y a hablar con él. Había coches de carreras, camiones, grúas, e incluso un pequeño avión de juguete que comenzó a volar alrededor de la habitación.

“¡Esto es increíble!” exclamó Alejandro, riendo de felicidad. “¿Podemos jugar juntos?”

“¡Claro que sí!” respondieron los coches al unísono. “Vamos a mostrarte algo aún más mágico.”

De repente, las luces de la habitación comenzaron a parpadear, y Alejandro sintió como si todo a su alrededor estuviera girando. Cerró los ojos por un momento, y cuando los abrió de nuevo, ya no estaba en su habitación. Estaba en una ciudad completamente nueva y asombrosa, una ciudad llena de coches mágicos que se movían por sí mismos.

“Bienvenido a la Ciudad de los Coches Mágicos,” dijo Rayo, que ahora estaba a su lado, con las ruedas brillando de emoción.

Alejandro miró a su alrededor con asombro. Había coches por todas partes, de todos los colores y tamaños, moviéndose en armonía por las calles de la ciudad. Había semáforos que parecían saludarle, y edificios que tenían la forma de grandes motores y engranajes. Todo era tan vibrante y lleno de vida.

“¡Vamos, Alejandro, te mostraremos la ciudad!” dijo un pequeño coche azul llamado “Turbo”.

Alejandro subió al asiento del coche, y juntos comenzaron a recorrer las calles de la ciudad. Turbo le mostró los diferentes barrios: el barrio de las carreras, donde los coches más rápidos competían en emocionantes carreras; el barrio de la construcción, donde grandes grúas y excavadoras construían nuevos edificios; y el barrio de los aviones, donde pequeños aviones y helicópteros volaban en el cielo azul.

Mientras recorrían la ciudad, Alejandro no podía dejar de sonreír. Cada lugar era más fascinante que el anterior, y cada coche que conocía era más amigable que el anterior. Pero entonces, algo llamó su atención. En el centro de la ciudad había una gran torre que parecía hecha de luces y ruedas giratorias. Parecía ser el lugar más importante de todos.

“¿Qué es esa torre?” preguntó Alejandro, señalando el edificio brillante.

“Esa es la Torre del Motor,” explicó Turbo. “Es el corazón de nuestra ciudad, donde se genera toda la magia que nos da vida. Y hoy hay un evento especial allí. ¡Vamos a verlo!”

Turbo condujo rápidamente hacia la torre, y Alejandro no podía esperar para ver lo que les esperaba. Al llegar, vieron que la torre estaba rodeada de coches de todas partes de la ciudad, todos reunidos para lo que parecía ser una celebración.

En el centro de la torre, un coche muy grande y brillante llamado “Max”, que parecía ser el líder de la ciudad, estaba dando un discurso. “Hoy es un día especial,” decía Max con una voz profunda y resonante. “Hoy celebramos la llegada de nuestro amigo Alejandro, que con su imaginación nos ha dado la energía para tener esta gran fiesta.”

Todos los coches comenzaron a aplaudir (de alguna manera hacían ruido con sus ruedas y bocinas), y Alejandro se sintió muy especial. Max se acercó a Alejandro y dijo: “Queremos agradecerte por traernos tanta alegría, y por eso, te invitamos a ser nuestro invitado de honor en la carrera más grande de la ciudad.”

Alejandro no podía creer lo que estaba escuchando. ¡Iba a ser parte de una gran carrera en la Ciudad de los Coches Mágicos! Max le entregó un casco especial (¡aunque no tenía que usarlo, era parte del juego!) y lo llevó al punto de partida de la carrera.

En la línea de salida, todos los coches estaban listos. Rayo, Turbo y muchos otros coches se preparaban para la carrera más emocionante de todas. Alejandro estaba en un coche especial, diseñado solo para él, con luces que cambiaban de color y ruedas que brillaban.

“¿Estás listo, Alejandro?” preguntó Max desde la línea de meta.

“¡Listo!” respondió Alejandro, sintiendo la adrenalina de la carrera.

Y entonces, la carrera comenzó. Los coches aceleraron a toda velocidad, girando por las curvas, saltando por rampas, y corriendo por túneles brillantes. Alejandro sentía el viento en su cara, y el sonido de los motores rugiendo llenaba sus oídos. Era como un sueño hecho realidad.

Durante la carrera, Alejandro y sus amigos pasaron por paisajes increíbles: montañas hechas de neumáticos, ríos de aceite brillante, y puentes que se elevaban mágicamente en el aire. Rayo y Turbo estaban siempre cerca de Alejandro, animándolo y compitiendo amigablemente.

La carrera fue muy reñida, pero al final, lo más importante no fue quién ganó, sino lo mucho que disfrutaron todos. Cuando cruzaron la línea de meta, todos los coches celebraron juntos, y Alejandro sintió que había vivido una de las mejores experiencias de su vida.

Después de la carrera, Max se acercó a Alejandro y le dijo: “Alejandro, siempre serás bienvenido en la Ciudad de los Coches Mágicos. Esta es tu ciudad también, y siempre podrás visitarnos cuando uses tu imaginación.”

Alejandro se sintió muy feliz, pero sabía que era hora de volver a casa. Max lo llevó de vuelta a la Torre del Motor, donde un portal mágico lo llevaría de regreso a su habitación.

“Gracias por todo, Max,” dijo Alejandro, abrazando a su nuevo amigo coche. “Nunca olvidaré este día.”

“Nosotros tampoco, Alejandro,” respondió Max con una sonrisa. “Recuerda, la magia está siempre en tu corazón.”

Con esas palabras, Alejandro entró en el portal, y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró de nuevo en su habitación. Todo estaba como lo había dejado, excepto que ahora sabía que sus coches eran especiales.

Alejandro se acostó en su cama, todavía con el casco que Max le había dado, y cerró los ojos, recordando todas las aventuras que había vivido en la Ciudad de los Coches Mágicos. Mientras se quedaba dormido, sonrió, sabiendo que siempre podría volver a ese mundo mágico cuando quisiera.

Y así, Alejandro siguió disfrutando de sus coches mágicos, sabiendo que cada vez que jugara con ellos, una nueva aventura lo estaba esperando. Y aunque no lo sabía, los coches en su habitación también sonreían, sabiendo que habían encontrado en Alejandro un amigo para toda la vida.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado, pero las aventuras de Alejandro y los coches mágicos continuarán cada vez que use su imaginación.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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