Cuentos Clásicos

Diana y Alaia bajo el mar de los sueños donde la magia se vuelve realidad

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Era un día soleado en el pequeño pueblo de Maravilla, donde vivían dos amigas inseparables: Diana y Alaia. Diana era una niña de cabello largo y rizado que siempre llevaba un lazo de colores en su cabeza. Le encantaba leer cuentos sobre mundos mágicos y criaturas fantásticas. Alaia, por su parte, era un poco más traviesa; tenía una risa contagiosa y una energía inagotable. Siempre soñaba con aventuras emocionantes que parecían sacadas de un libro de cuentos.

Una mañana, mientras jugaban en el jardín de Diana, encontraron un viejo libro polvoriento escondido entre las raíces de un gran roble. El libro, cubierto de extraños dibujos de criaturas marinas y paisajes submarinos, tenía un título dorado que brillaba al sol: “El mar de los sueños”. Sin pensarlo dos veces, las niñas decidieron abrirlo.

Las páginas crujían con cada vuelta y, al leer en voz alta una extraña rima, sintieron un fuerte viento que les levantó las faldas y les enredó el cabello. Fue entonces cuando el cielo se nubló y un torbellino de luces llenó el aire. De repente, se encontraron en una playa completamente diferente, con suaves arenas doradas y un océano azul profundo que brillaba como cientos de diamantes.

“¿Dónde estamos?” preguntó Alaia, mirando a su alrededor con los ojos muy abiertos. “No lo sé, pero es maravilloso”, respondió Diana, intentando captar toda la belleza que las rodeaba.

Mientras exploraban, una suave melodía comenzó a sonar, proveniente de las profundidades del mar. Curiosas, las amigas se acercaron a la orilla, y allí, antes de que pudieran asustarse, apareció una criatura mágica: era un delfín con aletas brillantes y una sonrisa amigable. “Hola, pequeñas aventureras. Soy Dali, el delfín de los sueños. Bienvenidas al mar de los sueños, donde la magia se vuelve realidad”, dijo Dali, saltando alegremente sobre las olas.

Diana y Alaia se miraron emocionadas. ¡Era la oportunidad de vivir una aventura mágica de verdad! “¿Podemos nadar contigo?”, preguntó Alaia, llena de entusiasmo. “Por supuesto”, respondió Dali. “Pero primero, deben ponerse estas gafas especiales que permiten respirar bajo el agua”.

El delfín les proporcionó unas gafas brillantes y, cuando se las pusieron, sintieron una extraña sensación, como si pudieran respirar sin problemas bajo el agua. Sin pensarlo dos veces, saltaron a las aguas profundas y comenzaron a nadar junto a Dali.

El mundo submarino era más hermoso de lo que jamás hubieran imaginado. Peces de todos los colores y tamaños nadaban a su alrededor, y enormes corales formaban jardines multicolores en el fondo del mar. Las amigas exploraron con asombro, pero pronto se dieron cuenta de que Dali no solo era un guía, sino también su amigo.

Mientras se sumergían más profundamente, encontraron un hermoso palacio hecho de conchas y perlas. “Este es el Palacio de la Amistad”, explicó Dali. “Aquí es donde viven las criaturas del mar que valoran la amistad y la unión”. Las niñas estaban fascinadas; el palacio era espléndido y lleno de luces que danzaban como si tuvieran vida propia.

Justo en ese momento, un pequeño pez con alas de mariposa y una corona de coral emergió del palacio. “¡Hola! Soy Coralina, la Reina de los Sueños”, anunció con voz melodiosa. “He estado esperando su llegada porque tengo una misión para ustedes”.

Diana y Alaia miraron a Coralina con curiosidad. “¿Qué tipo de misión?” preguntó Diana. “Este mar es mágico, pero cada vez que un niño deja de soñar, un trozo de nuestro mundo se oscurece. Necesitamos que me ayuden a recuperar la luz de los sueños perdidos. Viajarán a diferentes lugares del océano para encontrar las estrellas de los sueños y traerlas de vuelta”.

Las niñas estaban emocionadas. “¡Estamos listas!”, exclamó Alaia. Dali sonrió y las llevó hacia su primera aventura.

Nadaron rápidamente hasta llegar a un bosque de algas donde debían encontrar la primera estrella. “Cuidado con el pulpo travieso que vive cerca, puede intentar asustarlas”, advirtió Dali. Las amigas se adentraron en el bosque, y pronto encontraron al pulpo, que jugaba a esconderse entre las algas.

“Hola, pequeño pulpo, venimos a buscar la estrella de los sueños”, dijo Diana con valentía. El pulpo, que era más juguetón que malicioso, les lanzó burbujas. “¡Si quieren la estrella, tendrán que resolver un acertijo!”, dijo con una sonrisa.

“¡Aceptamos!”, gritaron Alaia y Diana al unísono. El pulpo se rascó la cabeza con sus tentáculos y pronunció su acertijo: “En el fondo del mar, yo voy a brillar, soy la más pequeña de mi hogar, pero de mí, muchos quieren alcanzar. ¿Qué soy?”

Las niñas pensaron un momento. “¡Eres una estrella de mar!”, respondió Alaia con emoción. El pulpo aplaudió. “¡Correcto! Aquí tienen su estrella”, y les dio una pequeña estrella de mar brillante que reflejaba luz. Las niñas la agradecieron y continuaron su camino.

Tras varias aventuras llenas de risas y resolución de acertijos, Diana y Alaia encontraron otras estrellas en el camino: una en el jardín de los caballitos de mar y otra en compañía de jugosos pulpos bailarines. Pero la más desafiante fue la última estrella, que se encontraba en una cueva oscura y profunda, donde los ecos resonaban como si mil voces hablaran a la vez.

“Debemos ser valientes”, dijo Diana, mientras se acercaban a la entrada de la cueva. Con los corazones latiendo con fuerza, ambas entraron y comenzaron a buscar la estrella. De repente, un gran pez con escamas doradas apareció ante ellas. “¿Quién se atreve a entrar en mi hogar?”, preguntó con voz fuerte.

“Nosotras somos Diana y Alaia y estamos buscando la estrella de los sueños”, explicó Alaia, temblando levemente. El pez dorado, llamado Aurelio, las miró fijamente, y después de un rato, sonrió. “He visto muchas cosas en este mar, pero jamás había visto a dos niñas tan valientes. La estrella que buscan está escondida detrás de esa roca. Pero no se llevará la estrella si no comprenden su verdadero valor”.

Diana y Alaia se miraron y comprendieron que la verdadera magia no estaba solo en las estrellas, sino en las risas, las aventuras y la amistad que habían compartido. “La estrella simboliza nuestros sueños y la amistad”, dijo Diana. “Sin sueños, no hay aventuras; y sin amigos, no se puede soñar”.

Aurelio sonrió ampliamente. “¡Eso es! Aquí tienen su estrella”, dijo mientras se movía para revelar una brillante estrella que centelleaba como el sol. Con alegría, las amigas la recogieron y se sintieron más fuertes y felices que nunca.

Regresaron al palacio de Coralina, donde el brillo de las estrellas de sueños se había recuperado. “Gracias, Diana y Alaia, han traído la luz de vuelta a nuestro mar”, dijo la Reina de los Sueños con lágrimas en los ojos. “Ahora podemos volver a soñar y hacer de este lugar el más maravilloso del mundo”.

Las niñas abrazaron a Coralina y Dali, sabiendo que habían participado en algo extraordinario. Cuando llegó el momento de regresar a casa, Dali las llevó de vuelta a la playa donde habían comenzado su aventura. Tuvieron que cerrar el libro mágico para volver a su mundo, y en el último momento, Diana pidió: “¿Podremos volver aquí alguna vez?”.

“Cada vez que sueñen, estarán en el mar de los sueños”, respondió Dali antes de desaparecer en el agua con una sonrisa brillante.

De vuelta en su jardín, el sol brillaba y las flores danzaban con la brisa. “¿Te das cuenta de que todas nuestras aventuras fueron gracias a que creemos en los sueños?”, dijo Diana. Alaia sonrió y asintió. “Sí, y cada vez que volvamos a soñar, recordaremos el mar de los sueños”.

Desde ese día, Diana y Alaia aprendieron a apreciar la magia de sus sueños. Paseaban por el jardín contando historias, soñando con aventuras maravillosamente locas, y siempre llevaban en su corazón la luz de las estrellas que habían cosechado en el mar de los sueños. Las niñas nunca dejaron de soñar y siempre recordaron que, con amistad y valentía, cualquier aventura podía volverse realidad. Así, su lazo se hizo más fuerte y la magia de su niñez se mantuvo viva para siempre.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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