En un lugar muy especial del universo, donde el cielo se pintaba con pinceladas de azul y naranja al amanecer y de purpura y negro al anochecer, vivían dos amigos muy luminosos: Sol y Luna. Ellos eran los guardianes del día y de la noche, y cada uno tenía su momento para brillar y cuidar de su pequeño mundo.
Sol era grande, redondo y radiante, con un brillo dorado que podía llenar de luz el corazón de cualquiera que lo mirara. Cada mañana, despertaba con una sonrisa cálida, listo para jugar y danzar en el cielo, despertando a las flores, los árboles y los animales con su suave calor. «¡Buenos días, mundo! ¡Es hora de jugar!» gritaba con alegría mientras ascendía por el cielo.
Luna, por otro lado, era suave y serena, con un brillo plateado que traía calma y misterio a la noche. Cuando llegaba su turno, saludaba a Sol con un guiño mientras él se preparaba para descansar después de un día lleno de juegos y risas. «Buenas noches, Sol. Descansa bien,» decía Luna, mientras comenzaba su tranquilo ascenso.
La historia de Sol y Luna es una historia de amistad y ritmo, de cómo cada uno tenía su papel en el gran baile del día y la noche. A los niños del mundo les encantaba ver cómo estos dos amigos se pasaban el relevo con tal gracia y cariño. Sol llenaba los días de energía y alegría, haciendo que todos quisieran salir y disfrutar del mundo. Luna traía paz y un hermoso silencio que invitaba a soñar y descansar bajo su suave luz.
Un día, una pequeña niña llamada Estrella estaba jugando en el campo bajo el cielo de Sol, recogiendo flores y corriendo tras las mariposas. Estaba tan entretenida que no se dio cuenta de que el día comenzaba a despedirse y que el cielo se teñía de colores cálidos anunciando la llegada de Luna.
Cuando Estrella finalmente miró hacia el cielo y vio que Sol estaba a punto de irse, sintió una pequeña tristeza. «¿Por qué tienes que irte, Sol? Me encanta cuando juegas conmigo,» dijo con un suspiro.
Sol, con su voz cálida y reconfortante, respondió: «Querida Estrella, cada día debo descansar para recuperar mi energía y permitir que Luna te cuide durante la noche. Pero no te preocupes, siempre regresaré por la mañana para traerte otro día lleno de luz y alegría.»
Luna, que ya comenzaba a tomar su lugar en el cielo, añadió: «Y mientras Sol descansa, yo te cubriré con mi manto de estrellas y te contaré historias en tus sueños. La noche también es un momento mágico.»
Estrella sonrió, entendiendo que el mundo necesitaba tanto de Sol como de Luna. Así que esa noche, por primera vez, decidió quedarse despierta un poco más para darle la bienvenida a Luna y agradecerle por su bella luz. Y cuando finalmente se fue a dormir, soñó con viajar por el espacio, visitando a Sol y Luna en sus casas celestiales, bailando con ellos en el gran baile del cielo.
Desde entonces, Estrella amó tanto los días como las noches, porque sabía que ambos eran necesarios y hermosos a su manera, y que sus amigos, Sol y Luna, siempre estarían allí para hacer cada momento especial.
Así, día tras día y noche tras noche, Sol y Luna continuaron su danza eterna, siempre fieles a su amistad y a su deber de traer luz y oscuridad al mundo, recordándonos la belleza del equilibrio y el ritmo en nuestras vidas.
Y cada vez que un niño mira hacia el cielo y ve a Sol despedirse o a Luna asomarse, pueden sentir la magia de esa amistad eterna, sabiendo que después de cada noche vendrá un nuevo día, lleno de nuevas aventuras y posibilidades.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.