Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, cuatro amigos inseparables: Jose, Mateo, Juan y María. Jose era un niño pequeño con cabello castaño y una sonrisa brillante. Mateo, un poco mayor, tenía el cabello rizado y negro. Juan, el más joven, tenía el cabello rubio y ojos grandes y azules. María, la única niña del grupo, tenía el cabello largo y castaño y siempre vestía un lindo vestido rosa.
Un día soleado, mientras jugaban en el jardín, los cuatro amigos encontraron un camino secreto que no habían visto antes. Curiosos, decidieron seguirlo. El camino los llevó a un bosque mágico, lleno de árboles enormes y flores de colores brillantes. En el bosque, encontraron animales grandes y amistosos, como un oso, un conejo y un ciervo.
El oso, llamado Bruno, era muy grande y peludo, pero tenía una voz suave y amable. Les dijo a los niños que el bosque era un lugar especial donde todos los sueños podían hacerse realidad. El conejo, llamado Rolo, era muy rápido y siempre saltaba felizmente. Y el ciervo, llamado Dori, tenía cuernos grandes y elegantes y era muy sabio.
Bruno, el oso, les contó a los niños sobre un misterioso árbol en el centro del bosque. Este árbol, dijo Bruno, tenía la capacidad de conceder un deseo a aquellos que lograran encontrarlo. Los niños, emocionados, decidieron buscar el árbol juntos.
Caminaron y caminaron, explorando el hermoso bosque. Encontraron un río cristalino donde se detuvieron a beber agua y jugar un rato. Luego, continuaron su búsqueda. Mientras caminaban, encontraron muchas maravillas del bosque: mariposas de colores, pájaros cantando melodías hermosas y ardillas saltando de un árbol a otro.
Finalmente, después de una larga caminata, llegaron al centro del bosque. Allí, encontraron el árbol mágico. Era un árbol enorme con hojas doradas que brillaban bajo el sol. Los niños se miraron con asombro y felicidad. Sabían que este era el árbol de los deseos del que Bruno les había hablado.
Jose fue el primero en acercarse al árbol. Cerró los ojos y pidió un deseo en voz baja. Luego fue el turno de Mateo, seguido por Juan y finalmente María. Cada uno de ellos hizo un deseo especial, esperando que se hiciera realidad.
De repente, el árbol comenzó a brillar con una luz dorada y mágica. Las hojas susurraron en el viento, y los niños sintieron una calidez en sus corazones. Sabían que el árbol había escuchado sus deseos.
Cuando abrieron los ojos, se dieron cuenta de que algo había cambiado. Todo a su alrededor parecía más brillante y alegre. Los animales del bosque se acercaron a los niños, felicitándolos por encontrar el árbol mágico.
Bruno, el oso, les dijo que siempre recordaran el poder de la amistad y la bondad. Les explicó que sus deseos se harían realidad si seguían siendo buenos amigos y ayudaban a los demás. Los niños prometieron cuidar del bosque y de sus amigos animales.
Contentos y llenos de esperanza, Jose, Mateo, Juan y María regresaron a su pueblo. Compartieron su aventura con sus familias, quienes escucharon con asombro y orgullo. A partir de ese día, los cuatro amigos siguieron visitando el bosque mágico, siempre recordando la lección de Bruno.
El bosque se convirtió en un lugar especial para ellos, donde podían jugar y aprender nuevas cosas todos los días. Y aunque crecieron, nunca olvidaron el poder del árbol mágico y la importancia de la amistad.
Así, Jose, Mateo, Juan y María vivieron felices, sabiendo que mientras estuvieran juntos, podían superar cualquier obstáculo y hacer realidad todos sus sueños.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.