Cuentos Clásicos

El Espejo de la Montaña

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En las alturas de los Andes, donde el aire es puro y las montañas tocan el cielo, vivían tres amigos inusuales: El Cóndor, El Viringo y El Gallito De Las Rocas. Aunque compartían el mismo hogar, no todos compartían la misma actitud.

El Cóndor, con su imponente envergadura y plumaje brillante, era conocido por su vanidad. Se pasaba horas volando alto en el cielo, admirando su reflejo en los lagos de montaña, convencido de que era el ave más espléndida de todas. Esta vanidad lo llevaba a menudo a burlarse de sus compañeros, especialmente de El Viringo, cuya apariencia humilde y falta de plumas lo hacían blanco fácil de comentarios despectivos.

El Viringo, a pesar de las burlas, era un animal sabio y bondadoso. Sabía que la verdadera belleza no residía en la apariencia, sino en el corazón y en las acciones de cada uno. Paciente y sereno, esperaba que algún día El Cóndor aprendiera esta lección por sí mismo.

El Gallito De Las Rocas, por su parte, era un ave de brillante plumaje rojo y anaranjado, cuyo carácter alegre y sociable lo hacía muy querido en la montaña. Era él quien mantenía la paz entre sus amigos, siempre con una historia o una canción para compartir.

Un día, mientras El Cóndor se burlaba nuevamente de El Viringo, El Gallito De Las Rocas decidió que era momento de actuar. Con astucia, llevó a El Cóndor a un lugar especial en la montaña, un pequeño estanque que actuaba como espejo natural, el más claro y límpido que uno pudiera imaginar.

«Observa tu reflejo, amigo Cóndor,» le dijo El Gallito De Las Rocas, «y dime qué es lo que verdaderamente ves.»

El Cóndor, complacido, se posó cerca del agua y miró hacia abajo. Pero lo que vio no fue el reflejo majestuoso que esperaba. En cambio, la superficie del agua le mostraba imágenes de cómo sus palabras y burlas habían lastimado a sus amigos. Vio a El Viringo agachando la cabeza, triste y solo, mientras él se reía desde el cielo. Vio la preocupación en los ojos de El Gallito De Las Rocas, intentando consolar a su amigo.

Por primera vez, El Cóndor se sintió avergonzado. La tristeza y la soledad que había causado le pesaban en el corazón. Con voz temblorosa, se disculpó ante sus amigos, especialmente ante El Viringo, prometiendo que cambiaría su comportamiento.

«Gracias por mostrarme la verdad, Gallito,» dijo El Cóndor. «No me había dado cuenta del dolor que mis palabras podían causar. De ahora en adelante, usaré mis alas y mi voz para elevar a otros, no para derribarlos.»

El Viringo, generoso y perdonador, aceptó la disculpa de El Cóndor, y El Gallito De Las Rocas sonrió, feliz de ver la reconciliación entre sus amigos.

Desde ese día, El Cóndor fue verdaderamente majestuoso, no solo por su apariencia, sino por su espíritu. Aprendió a valorar y respetar las diferencias de los demás, descubriendo que cada criatura tiene su propia forma de ser especial y única.

Y así, en las altas cumbres de los Andes, los tres amigos vivieron en armonía, recordando siempre que la belleza más verdadera es aquella que brilla desde el interior.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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