Había una vez, en un pequeño y colorido pueblo, una niña llamada Sofía, de cabellos dorados como el sol y ojos grandes y curiosos. Sofía amaba escuchar historias sobre lugares lejanos y aventuras emocionantes, pero lo que más deseaba era viajar a la selva, un lugar lleno de misterios y maravillas.
En el mismo pueblo vivían dos hermanas, Monique y Lia. Monique era mayor, siempre llevaba un vestido azul y tenía una sonrisa que iluminaba el día, mientras que Lia, la menor, era juguetona y llevaba trenzas en su cabello moreno. Aunque diferentes, las tres niñas compartían una amistad especial y una pasión por los cuentos y las aventuras.
Una tarde de verano, mientras el sol se escondía detrás de las montañas, Sofía, Monique y Lia se sentaron bajo el gran árbol del parque, su lugar favorito para jugar. Sofía, con ojos brillantes de emoción, compartió su sueño de viajar a la selva.
«¿Y si pudiéramos ir a la selva ahora mismo?», preguntó Lia, su imaginación desbordante.
«¿Cómo podríamos hacer eso?», preguntó Monique, siempre práctica.
Entonces, sucedió algo mágico. El árbol, escuchando sus deseos, comenzó a brillar con luces de colores. Las niñas se tomaron de las manos, y con un suave temblor, el árbol las transportó a una selva mágica.
La selva era un lugar de ensueño, con árboles tan altos que tocaban las nubes, flores que brillaban bajo la luna y animales que hablaban. Un tucán de colores vivos se acercó a ellas.
«Bienvenidas a la Selva Encantada», dijo el tucán con una voz melodiosa. «Soy Tuki, el guía de este lugar mágico. ¿Qué desean encontrar aquí?»
Sofía, emocionada, dijo: «Queremos explorar y vivir una aventura inolvidable».
Tuki asintió con sabiduría. «Entonces, les propongo encontrar el Tesoro de la Selva, un objeto mágico que concede un deseo a quien lo encuentra. Pero deben tener cuidado, el camino está lleno de enigmas y pruebas».
Las niñas, emocionadas, aceptaron el desafío. Tuki les entregó un mapa hecho de hojas y les mostró el camino. La primera parada era el Río de los Susurros, donde debían escuchar con atención para descubrir la siguiente pista.
Al llegar al río, las aguas susurraban suavemente. «Escuchen con el corazón», aconsejó Lia. Y así, concentrándose, las niñas escucharon una melodía que les indicaba seguir el sendero del oeste.
El camino las llevó a un claro donde vivía un grupo de monos juguetones. «Para pasar, deben hacernos reír», dijeron los monos. Monique, rápida de mente, contó chistes y acertijos, haciendo reír a los monos, quienes les abrieron paso.
La siguiente prueba fue en el Valle de las Flores Cantarinas. Las flores formaban un laberinto, y solo cantando la melodía correcta se abriría el camino. Sofía, con su dulce voz, comenzó a cantar, y las flores se apartaron, revelando el camino.
Finalmente, llegaron a una cueva donde brillaba el Tesoro de la Selva. Pero antes de que pudieran tomarlo, apareció un jaguar de ojos centelleantes. «El tesoro es mío», rugió.
«Creemos que el tesoro debe ser compartido con todos en la selva», dijo Sofía con valentía.
El jaguar, conmovido por su bondad, aceptó y les permitió llevarse el tesoro. Al tocarlo, brilló con intensa luz, y las niñas supieron que era momento de pedir su deseo.
«Queremos regresar a casa, pero recordar siempre esta aventura», pidieron al unísono.
En un abrir y cerrar de ojos, las niñas se encontraron de vuelta bajo el gran árbol en su pueblo. Habían regresado, pero en sus corazones llevaban la magia y los recuerdos de la Selva Encantada.
Desde ese día, Sofía, Monique y Lia compartieron sus historias de aventuras, sabiendo que la verdadera magia residía en la amistad y la valentía. Y aunque solo fuera un sueño, para ellas, la selva siempre sería un lugar real en sus corazones.
Y así, cada vez que se sentaban bajo el gran árbol, recordaban su viaje mágico, sabiendo que la aventura y la imaginación no tienen límites cuando se está con amigos.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.