Cuentos Clásicos

Entre el Saber y el Olvido

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un granjero llamado Andrés que vivía en una pequeña granja rodeada de verdes campos y bellos árboles. Todos los días, Andrés se despertaba al amanecer, escuchando el canto de los pájaros y el suave murmullo del viento. Tenía muchas tareas que hacer en su granja: cuidar de las gallinas, plantar verduras y dar de comer a sus animales. Pero había una cosa que a Andrés le gustaba más que nada en el mundo: contar historias.

Cada tarde, después de terminar sus labores, Andrés se sentaba bajo un gran árbol de manzanas y contaba cuentos a sus animales. Las gallinas se arracimaban alrededor de sus pies, las vacas se acercaban a escuchar y hasta el perro, que se llamaba Toby, se tumbaba a su lado con la cabeza apoyada en sus patas. Andrés tenía una voz suave que encantaba a todos los que lo escuchaban. Les hablaba de héroes valientes, de princesas en castillos lejanos y de animales que hablaban como personas.

Un día, mientras contaba una historia sobre un dragón y un valiente caballero, notó que su perro Toby no estaba tan atento como de costumbre. Toby, un perro de pelaje marrón y ojos brillantes, se quedó mirando hacia el bosque, su añoranza era evidente. El granjero lo miró y le preguntó:

—¿Qué te pasa, Toby? ¿Por qué no estás prestando atención?

Toby levantó la cabeza y miró a Andrés, como si supiera que tenía algo importante que decir. Después de unos momentos, finalmente ladró, como si intentara expresar su deseo.

Andrés, curioso, decidió que era momento de aventurarse a descubrir lo que preocupaba a su amigo. Se levantó del suelo y, juntos, se dirigieron hacia el bosque. A medida que se adentraban entre los árboles, Andrés comenzó a sentirse un poco nervioso. Nunca había estado tan adentro del bosque, y la luz del sol apenas se hacía notar entre las hojas.

Después de caminar un rato, llegaron a un claro donde encontró algo inesperado: un viejo libro cubierto de polvo y hojas secas. Andrés lo recogió con cuidado y descubrió que era un libro de cuentos. Estaba lleno de historias antiguas que nunca había escuchado antes. En ese momento decidió compartirlo con Toby.

—Vamos a llevar esto de vuelta a la granja. Tal vez podamos leer algunas historias juntos —sugirió Andrés emocionado.

A medida que regresaban a casa, Andrés imaginaba todas las historias que podría contar a sus animales. Pero algo más curioso sucedía. Toby, que siempre había sido un perro muy juguetón, comenzó a comportarse de manera extraña. Se quedó mirando fijamente el libro y, de repente, ¡Toby comenzó a ladrar de una manera diferente!

—¿Qué te sucede, amigo? —preguntó Andrés, riendo.

Sin embargo, a medida que pasaban los días, el libro parecía estar pasando desapercibido para los animales. Estaba olvidado en un rincón de la granja, cubierto de polvo. Andrés estaba muy ocupado en su granja y no encontraba tiempo para leerle a Toby y a sus demás amigos. Así, el viejo libro fue guardado en la oscuridad del olvido.

Un día, mientras estaba cosechando algunas verduras, vio que Toby estaba muy inquieto, como si estuviera tratando de decirle algo. El granjero dejó de trabajar y, recordando el viejo libro, se dio cuenta de que había sido un error no compartir las historias. Se acercó a Toby y le dijo:

—Muy bien, amigo, ¿quieres que volvamos a descubrir esas historias?

Toby ladró con entusiasmo, como si estuviera diciendo que sí con todas sus fuerzas. Andrés se dirigió a su casa, tomó el libro del rincón polvoriento y se sentó bajo el árbol de manzanas. Llamó a sus animales y todos se reunieron alrededor, curiosos por saber qué había allí.

El granjero abrió el libro y comenzó a leer en voz alta. Las páginas estaban llenas de cuentos sobre aventuras mágicas, sobre animales que hacían amigos y sobre lugares lejanos. A medida que leía, los animales se mostraban cada vez más atentos y emocionados. Las gallinas aleteaban de felicidad, las vacas movían sus cabezas al ritmo de las palabras, y Toby saltaba de alegría cada vez que se mencionaba un nuevo personaje.

Una historia, en particular, hablaba de un zorro astuto que ayudaba a sus amigos a resolver problemas. Por cada página que leía, los animales parecían entender y disfrutar cada palabra aún más. Andrés se dio cuenta de que había dejado de lado el poder de contar historias y cómo un simple relato puede unir a todos, sin importar si eran humanos o animales.

Después de un tiempo, Andrés cerró el libro y miró a sus amigos. Todos parecían felices, pero Toby, con su mirada brillante, se levantó y se acercó a él. Como si supiera que su amigo necesitaba algo más, Toby comenzó a mover su cola y a ladrar, animando a Andrés a continuar contando historias.

Desde ese día, el libro ya no quedó olvidado. Andrés se comprometió a contarles cuentos a sus animales cada día. Juntos, se embarcaron en viajes imaginarios, explorando mundos llenos de colores y fantasía. El granjero se dio cuenta de que no solo contaba historias, sino que también estaba creando recuerdos imborrables en el corazón de sus amigos.

A medida que pasaban los días, el granjero entendió que nunca debía dejar que algo tan hermoso como contar historias se perdiera en el olvido. Las historias eran un lazo mágico que unía a todos, y siempre había espacio para una nueva aventura.

Y así, el granjero Andrés y su fiel perro Toby continuaron con sus relatos mágicos, recordando cada día que entre el saber y el ensueño de las historias, la imaginación nunca debería ser olvidada.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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