Había una vez en un pequeño y acogedor pueblo, una mujer mayor conocida por todos como La Castañera. Con su cabello blanco como la nieve y una sonrisa siempre presente, se dedicaba a recoger castañas en el bosque cercano.
Ella luego las asaba en la plaza del pueblo, donde todos se reunían para disfrutar de su sabor tostado y cálido.
Un día gris y lluvioso, La Castañera se puso su viejo abrigo, su pañuelo cogió su garrota, y se adentró en el bosque. El cielo estaba cubierto de nubes, y las gotas de lluvia danzaban alrededor de ella mientras caminaba por el sendero embarrado.
Mientras recogía lo que creía eran castañas, no se dio cuenta de que, en realidad, estaba llenando su cesta con pequeños caracoles que, atraídos por la lluvia, habían salido a explorar.
Con la cesta llena, La Castañera regresó a casa, pensando en lo felices que estarían los niños y adultos del pueblo con sus castañas asadas.
Al llegar a la plaza, preparó su pequeño puesto y puso la cesta en el suelo. Pero cuando fue a buscar las castañas, se llevó una gran sorpresa: ¡los caracoles habían salido de la cesta y estaban explorando el puesto! La Castañera se quedó sin palabras al darse cuenta de que no había recogido ni una sola castaña.
Al día siguiente, decidida a no cometer el mismo error, La Castañera volvió al bosque. Para asegurarse de no confundirse de nuevo, comenzó a cantar una canción muy conocida en el pueblo: «Caracol, caracol, saca tus cuernos al sol».
Para su sorpresa y alegría, los caracoles, al escuchar su canción, sacaban sus antenitas y ella podía distinguirlos fácilmente de las castañas.
Así, cantando y recogiendo, La Castañera llenó su cesta con muchas castañas y ninguna confusión. Regresó a la plaza y asó las castañas, compartiendo risas y la historia de su aventura con los caracoles. Los vecinos del pueblo, al escuchar su canción y ver las castañas, se reunieron alrededor de su puesto, felices y agradecidos.
Desde ese día, La Castañera se convirtió en una leyenda en el pueblo, no solo por sus deliciosas castañas, sino también por su amable corazón y su canción mágica que encantaba a los caracoles. Y siempre, antes de ir al bosque, cantaba su canción especial, asegurándose de llevar a casa solo castañas y dejar a los caracoles disfrutando del sol.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.