En un rincón del mundo donde la naturaleza y la tecnología convivían en armonía, existía una pequeña y colorida ciudad llamada Ecoverde. Los habitantes de este lugar eran amables y solidarios, pero había un problema que todos ignoraban: la basura. Con cada año que pasaba, la cantidad de desechos aumentaba, y aunque todos disfrutaban de su hermoso entorno, las montañas de basura empezaron a eclipsar la belleza del paisaje.
Entre los ciudadanos de Ecoverde, había cuatro amigos inseparables: Devani, una niña curiosa y aventurera; Rocío, una joven sensible y creativa que adoraba pintar; Perla, una chica intelectualmente curiosa con una pasión por la ciencia; y Andrés, un entusiasta de los deportes que nunca decía que no a un buen reto. Juntos, formaban un grupo lleno de energía y buenos ideas, y ese día estaban decididos a hacer algo diferente.
Era un hermoso día soleado cuando los cuatro amigos fueron al parque para jugar. Mientras corrían y se reían, notaron que las áreas verdes estaban llenas de basura: botellas de plástico, envoltorios de golosinas, y latas vacías se acumulaban por todas partes. Devani, con el ceño fruncido, dijo: “¡Esto no puede seguir así! No podemos permitir que nuestra ciudad se vuelva un basurero.”
“¡Tienes razón, Devani!”, respondió Perla. “Deberíamos hacer algo al respecto. Pero, ¿qué podemos hacer nosotros, cuatro niños?”
“Podríamos organizar una limpieza”, sugirió Rocío, mientras pensaba en cómo ilustrar el evento en su pintura. “Podemos invitar a toda la ciudad a unirse. Pero necesitamos un buen plan y un nombre atractivo para el evento”.
Andrés, que estaba buscando una manera de hacer las cosas emocionantes, alzó la voz: “¡Podríamos llamarlo ‘Eco Limpio’! Suena divertido y nos ayudará a recordar lo importante que es cuidar nuestro planeta”.
Con mucho entusiasmo, los cuatro amigos comenzaron a hacer carteles coloridos. Rocío pintó un enorme cartel con colores brillantes que decía ‘Eco Limpio: ¡Únete a la Aventura de Limpiar!’ mientras Devani y Perla escribían los detalles con marcadores. A su alrededor, Andrés les animaba con porras.
Al siguiente día, se reunieron en la plaza del pueblo y, con los carteles en mano, empezaron a explicar su idea a los vecinos que pasaban. Algunos estaban emocionados, pero otros solo se reían y decían que la limpieza era una pérdida de tiempo.
Sin embargo, a pesar de las dudas, el entusiasmo de los niños fue contagioso y, poco a poco, más y más personas comenzaron a unirse. Entre ellos estaba Don Ramón, el anciano del pueblo, que siempre contaba historias sobre cómo la ciudad solía ser más limpia y hermosa. “Recuerdo tiempos en que todas las flores eran visibles, y no había montañas de basura”, dijo con un suspiro. “Me encantaría ayudarles, muchachos”.
Con la ayuda de Don Ramón, el grupo preparó un itinerario con diferentes puntos de recogida de basura en toda la ciudad. El día del evento llegó, y el parque estaba lleno de habitantes de Ecoverde dispuestos a ayudar. Con camisetas blancas que llevaban en el pecho el logo de ‘Eco Limpio’, cada persona recibió bolsas de basura y guantes.
La limpieza comenzó con muchas risas y juegos. Rocío comenzó a tomar fotos y a hacer dibujos de los participantes mientras recogían la basura. Devani se encargaba de motivar a todos y asegurarse de que los asistentes se divirtieran mientras trabajaban. “¡Miren cuántas cosas encontramos!”, exclamó mientras sacaba una pelota de fútbol vieja de un arbusto.
Perla, siempre con una mente inquisitiva, compartió información sobre cómo el plástico tardaba cientos de años en descomponerse. “Si seguimos generando basura así, esto será un problema mucho mayor en el futuro. Necesitamos cambiar nuestros hábitos”.
Andrés, por su parte, había pensado en un pequeño torneo de fútbol al final del día, prometiendo que el equipo que recogiera más basura ganaría un trofeo especial hecho de desechos reciclados. Esto pronto se convirtió en un concurso amistoso, y todos querían participar.
Con cada hora que pasaba, las montañas de basura empezaron a disminuir y, para sorpresa de todos, la ciudad comenzó a verse más limpia y brillante. La emoción creció aún más cuando al final del día, los amigos y todos los participantes se reunieron para contar cuántas bolsas de basura habían recolectado.
Don Ramón, con una sonrisa orgullosa, anunció: “¡Hemos recogido más de cien bolsas de basura hoy! ¡Increíble!”
A medida que el sol comenzaba a ponerse, la ciudad se iluminaba con los colores del atardecer. Entonces, Devani sugirió un lazo final para terminar el día. “¡Hagamos una foto grupal con todos mostrando nuestra ciudad limpia!”
Mientras todos posaban con risas y sonrisas, Rocío tomó la foto y, con un brillo en los ojos, dijo: “Todo esto es gracias a la unión de todos nosotros. Si seguimos trabajando juntos, podemos mantener a Ecoverde limpio y hermoso”.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.