Cuentos Clásicos

Liam mi luz desde el principio hasta siempre

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En un pequeño pueblo lleno de colores y risas, vivían dos amigos inseparables, Liam y Andrea. Desde que eran muy pequeños, habían explorado cada rincón del lugar, descubriendo flores, animales, y compartiendo aventuras que llenaban sus corazones de alegría. Liam era un niño curioso, siempre lleno de energía y de ideas brillantes. Por su parte, Andrea era una niña dulce y creativa, con una gran imaginación que la llevaba a soñar en grande.

Un día soleado, mientras jugaban en el parque del pueblo, Liam tuvo una idea fantástica. «¡Vamos a construir una casita en el árbol!», propuso con entusiasmo, con los ojos brillando como estrellas. Andrea, emocionada, asintió y dijo: «¡Sí! Podemos decorarla con flores y cintas de colores». Así que decidieron buscar un gran árbol, fuerte y resistente, que les sirviera de hogar.

Después de caminar un rato, llegaron a un viejo roble que se alzaba majestuosamente en medio del parque. Sus ramas eran amplias y frondosas, perfectas para hacer su casita. Con mucho esfuerzo y risas, subieron a las ramas y comenzaron a trabajar. Reunieron ramas, hojas y flores para hacer su pequeño refugio. La amistad de Liam y Andrea brillaba mientras compartían ideas y se ayudaban mutuamente.

Mientras estaban en lo alto del árbol, de repente, un pequeño pájaro amarillo voló hacia ellos. «¡Hola, pequeños! ¿Qué están haciendo?», preguntó el pájaro con voz melodiosa. Liam y Andrea se miraron sorprendidos y luego sonrieron. «Estamos construyendo una casita en el árbol, ¿quieres ayudarnos?» preguntó Andrea, con su voz suave y amable. El pájaro asintió emocionado y dijo: «¡Sí, me encantaría! Mi nombre es Pico, y puedo traer flores y hojas para decorar».

Con Pico ayudando, la casita fue tomando forma rápidamente. Adornaron las paredes con flores de todos los colores y pusieron hojas verdes como alfombra. Se sentían felices y emocionados. Cuando terminaron, se sentaron en el borde de la casita y miraron hacia el pueblo. El sol brillaba y todos los niños jugaban en el parque. En ese momento, Liam miró a sus amigos y dijo: «Esto es maravilloso. Gracias, Pico, por ayudarnos».

Pico se sonrojó un poco, pues era un pájaro muy modesto. «No hubiera sido posible sin ustedes. Esta casita será nuestra fortaleza mágica», dijo, llenando el aire con su alegría. La noche llegó, y los tres amigos decidieron pasar la noche en la casita. Trajeron mantas suaves y galletitas de chocolate para compartir. Mientras miraban las estrellas, cada uno contó su sueño. Liam soñaba con ser un gran explorador, Andrea quería ser artista y Pico deseaba volar por todo el mundo.

Ese sueño les llenó de energía y, al amanecer, decidieron explorar juntos. Así que, tras un delicioso desayuno en la casita, se adentraron en el bosque cercano. Por el camino, encontraron flores que no habían visto antes y árboles que parecían susurrar secretos. Cada vez que descubrieron algo nuevo, sus risas resonaban en el aire.

De repente, empezaron a escuchar un suave llanto. Curiosos, se acercaron a algunos arbustos y encontraron a una pequeña criatura. Era un conejo, con pelaje esponjoso y orejas largas. «¿Por qué lloras?», preguntó Andrea, agachándose a su lado. El conejo, entre sollozos, respondió: «Me he perdido y no puedo encontrar a mi mamá».

Liam, cuya valentía siempre había sido su mejor amigo, dijo: «No te preocupes, te ayudaremos a encontrarla». Andrea asintió, y Pico aplaudió con sus alas. «¡Sí! Juntos podemos hacerlo». Así que decidieron ayudar al pequeño conejo a buscar a su mamá.

Mientras caminaban, el conejo les contó cómo se había separado de su madre mientras jugaban. Liam, utilizando su gran imaginación, sugirió que podrían hacer un sonido de campana para que la mamá conejo pudiera escucharlos. «¡Bip, bip, bip!», hizo Liam, y ellos tres se pusieron a llamar. El eco de su risa y llamadas llenó el bosque.

Continuaron buscando, preguntando a cada animal que encontraban y dejando que los suaves sonidos de su alegría resonaran en el aire. Andrea hizo un dibujo en la tierra, para que los otros animales también pudieran ver que los estaban ayudando. Pico, con su vista aguda, voló alto en el cielo para ver si podía encontrar a la madre conejo. Al poco tiempo, vio algo moverse entre los arbustos.

«¡Allí! ¡Creo que la vi!», gritó Pico, y los tres amigos corrieron hacia donde había visto a la madre conejo. Cuando llegaron, encontraron a un conejo grande y cariñoso, que parecía estar angustiado por la ausencia de su pequeño. «¡Mamá!», gritó el pequeño conejo, y corrió hacia ella dejando un rastro de saltos alegres.

La madre conejo abrazó a su pequeño y sonrió agradecida hacia Liam, Andrea y Pico. «No sé cómo agradecerles. Ustedes son unos héroes», dijo la madre conejo con sinceridad. Liam, sonrojado, respondió: «Solo queríamos ayudar. La amistad es lo más importante». Andrea asintió, y Pico sonrió, lleno de felicidad por haber hecho algo bueno.

Después de despedirse, los amigos sintieron una alegría inmensa por haber ayudado a alguien que lo necesitaba. «¿Qué tal si hacemos más buenas acciones?», sugirió Andrea. Liam, emocionado, propuso: «Podríamos crear un club de aventuras y ayudar a quienes lo necesiten». Así que decidieron llamarlo «Los Exploradores de la Amistad».

Durante semanas, Liam, Andrea y Pico ayudaron a los animales del bosque. Desde buscar a un patito perdido hasta ayudar a una tortuga a cruzar la calle, sus días estaban llenos de alegría y risas. Cada aventura que vivían parecía más emocionante que la anterior.

Un día, mientras exploraban más allá del pueblo, encontraron una cueva misteriosa. «¿Entramos?», preguntó Liam, con mirada de emoción. Andrea estaba un poco temerosa, pero Pico la animó: «No hay nada de qué temer, siempre estamos juntos». Así que decidieron entrar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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