Había una vez, en un lejano y mágico bosque, un pequeño y valiente ratoncito llamado Pepito. Pepito era un ratoncito muy especial, con un pelaje suave de color gris claro y unos ojos brillantes como pequeñas estrellas. Aunque era pequeño, su corazón era valiente y lleno de curiosidad.
Un día, mientras Pepito jugaba cerca de su casa en el hueco de un viejo árbol, escuchó una historia sobre un lugar misterioso dentro del bosque llamado «El Valle de la Luz Eterna». Se decía que en este valle, la luz del sol brillaba más fuerte que en cualquier otro lugar y que allí vivían criaturas mágicas.
Movido por la curiosidad y el deseo de aventura, Pepito decidió emprender un viaje para encontrar el Valle de la Luz Eterna. Empacó su pequeña mochila con queso, nueces y una pequeña linterna, y se despidió de su familia.
El viaje de Pepito comenzó lleno de alegría y emoción. Saltaba y correteaba entre las hojas, maravillándose con las flores y los pequeños insectos que encontraba en su camino. Sin embargo, a medida que se adentraba en el bosque, los árboles se hacían más altos y el camino más oscuro.
Una noche, mientras descansaba bajo un gran árbol, Pepito escuchó un ruido extraño. Era un suave llanto que venía desde la oscuridad. Siguiendo el sonido, encontró a una pequeña mariposa atrapada en una telaraña. Sin dudarlo, Pepito ayudó a la mariposa, quien en agradecimiento le reveló un secreto: para llegar al Valle de la Luz Eterna debía cruzar el Río de los Sueños.
Al día siguiente, Pepito llegó al Río de los Sueños. Era un río ancho y profundo, con aguas cristalinas que reflejaban los colores del cielo. Pero al intentar cruzarlo, Pepito cayó al agua y fue arrastrado por la corriente. En ese momento, algo maravilloso ocurrió. Las aguas del río lo envolvieron en una luz cálida, y Pepito se sintió flotar. De repente, se encontró en la orilla opuesta, sano y salvo.
Continuó su camino y finalmente, después de muchos días de viaje, Pepito llegó al Valle de la Luz Eterna. El lugar era aún más hermoso de lo que había imaginado. Flores de colores vibrantes crecían por doquier, y en el cielo volaban criaturas mágicas que brillaban como pequeñas estrellas.
Pepito se sintió feliz y realizado, pero también un poco triste al pensar en regresar a casa y dejar ese lugar maravilloso. Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado. Una de las criaturas mágicas, una hada luminosa, se acercó a él y le dijo que había sido elegido para recibir un don especial: la capacidad de llevar la luz del valle a su propio corazón.
Con una sonrisa, el hada tocó el pecho de Pepito y una luz cálida lo envolvió. En ese instante, Pepito se sintió lleno de amor y felicidad. Sabía que aunque tuviera que volver a su hogar, siempre llevaría consigo la luz y la magia del Valle de la Luz Eterna.
Pepito regresó a su hogar, donde su familia y amigos lo recibieron con alegría. Les contó sobre sus aventuras y cómo había encontrado el Valle de la Luz Eterna. Pero lo más importante, les mostró que la verdadera magia estaba en su corazón, una luz que brillaba con amor y bondad.
Desde entonces, el bosque se llenó de una luz especial, y todos sabían que era gracias a Pepito, el pequeño ratoncito que había llevado la luz del Valle de la Luz Eterna a todos los rincones del bosque.
Y así, cada noche, antes de dormir, Pepito miraba las estrellas y sonreía, sabiendo que en su pequeño corazón residía la luz más brillante de todas.
Pepito se convirtió en un pequeño héroe en su comunidad. Los otros animales del bosque, al ver la luz que brillaba en su corazón, comenzaron a acercarse a él para escuchar sus historias y aprender sobre la bondad y la valentía.
Un día, una pequeña ardilla llamada Lila se acercó a Pepito. Lila tenía problemas para encontrar nueces para el invierno y estaba muy preocupada. Pepito, con su corazón lleno de luz, decidió ayudar a Lila. Juntos, se aventuraron por el bosque en busca de nueces.
Durante su búsqueda, se encontraron con varios obstáculos. Un río que había crecido por las lluvias recientes, un camino bloqueado por ramas caídas, y un cuervo gruñón que no quería compartir las nueces que había encontrado. Pero Pepito, con su valentía y su corazón luminoso, ayudó a superar cada uno de estos desafíos.
 
     
	 
	 
	  
   
					 
			
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.