Había una vez, en una casita llena de amor y risas, una niña llamada Sol. Sol tenía el cabello rizado y castaño, y siempre vestía un vestido colorido. Pero lo que más le gustaba a Sol era su peluche de unicornio mágico. Este peluche era blanco, con una melena de arcoíris y un cuerno que brillaba con una luz suave. Sol lo llamaba «Uni».
Cada noche, antes de dormir, Sol y Uni tenían una rutina especial. Sol abrazaba a Uni y le contaba sobre su día. «Hoy jugué en el parque y vi muchos pájaros,» decía Sol con su voz dulce. «¿Te gustaría que mañana juguemos juntos en el parque, Uni?» Y aunque Uni no podía responder, Sol sentía que su amigo peluche la escuchaba con atención.
Una noche, después de contarle sus aventuras a Uni, Sol cerró los ojos y se quedó dormida. Pero esa noche fue diferente. Sol despertó en un lugar mágico, un mundo lleno de colores y luces brillantes. «¿Dónde estoy?» se preguntó. De repente, escuchó una voz suave y alegre. «¡Hola, Sol! Bienvenida al Reino de los Sueños.»
Sol miró a su alrededor y vio a Uni, pero no era solo un peluche. Uni estaba vivo y podía hablar. «¡Uni! ¡Puedes hablar!» exclamó Sol, sorprendida y feliz. «Sí, Sol. Aquí en el Reino de los Sueños, todo es posible,» dijo Uni con una sonrisa. «Ven, te mostraré este lugar mágico.»
Sol y Uni caminaron juntos por un sendero de estrellas que brillaban bajo sus pies. Pasaron por un bosque donde los árboles cantaban canciones dulces y las flores bailaban al ritmo del viento. «Esto es increíble, Uni,» dijo Sol con los ojos llenos de asombro.
Llegaron a un lago de agua cristalina que reflejaba el cielo lleno de estrellas. «Este es el Lago de los Deseos,» explicó Uni. «Aquí puedes pedir un deseo, y si lo deseas con todo tu corazón, se hará realidad.» Sol cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que pudiera visitar el Reino de los Sueños siempre que quisiera. El lago brilló intensamente, y Sol supo que su deseo se había concedido.
Sol y Uni siguieron explorando, encontrando criaturas mágicas y lugares maravillosos. Conocieron a un grupo de hadas que les enseñaron a volar usando polvo de estrellas, y jugaron con unos duendecillos traviesos que les hicieron reír con sus bromas.
Después de muchas aventuras, Sol y Uni llegaron a un gran castillo hecho de nubes y luces. «Este es el Castillo de la Amistad,» dijo Uni. «Aquí, todos los amigos son bienvenidos y siempre hay alegría y diversión.» Dentro del castillo, había una fiesta esperándolos. Había globos, música y una mesa llena de deliciosas golosinas.
Sol y Uni bailaron y jugaron con sus nuevos amigos. Sol se sentía más feliz que nunca. «Gracias, Uni, por traerme a este lugar mágico,» dijo Sol. «Me encanta estar aquí contigo y con nuestros nuevos amigos.»
La noche pasó rápido, y pronto fue hora de regresar a casa. «Es hora de despertar, Sol,» dijo Uni con una voz suave. «Pero recuerda, siempre puedes volver al Reino de los Sueños. Solo tienes que cerrar los ojos y desearlo con todo tu corazón.»
Sol abrazó a Uni y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, estaba de vuelta en su habitación, abrazada a su peluche. «Fue un sueño maravilloso,» pensó Sol. «Pero se sintió tan real.»
Desde ese día, cada noche, Sol contaba sus aventuras a Uni antes de dormir, esperando volver al Reino de los Sueños. Y aunque no siempre recordaba sus sueños, Sol sabía que Uni siempre estaría con ella, llevándola a lugares mágicos llenos de amistad y alegría.
Y así, Sol y su peluche de unicornio mágico compartieron muchas noches de aventuras y sueños, demostrando que la verdadera magia está en la amistad y en los deseos del corazón.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.