En un colorido pueblo donde las casas parecían pintadas con los colores del arcoíris, vivía una niña llamada Yuriditresey. Su nombre, tan único y melodioso, era un reflejo de su rica herencia cultural, transmitida por generaciones en su familia.
Yuriditresey era conocida en su pueblo por su alegre risa y sus vestidos tradicionales que siempre llevaba con orgullo. Sin embargo, el primer día de jardín infantil en una nueva ciudad trajo consigo un desafío que nunca había enfrentado.
Al entrar al salón, su nueva educadora, la Señora Clara, frunció el ceño al intentar pronunciar su nombre. “¿Yuridi… qué? Qué nombre tan complicado”, comentó en voz alta, causando risitas entre algunos niños. Yuriditresey sintió cómo su estómago se encogía un poco, pero sonrió con timidez y corrigió suavemente su pronunciación.
Durante el almuerzo, mientras Yuriditresey sacaba su comida, que incluía platos típicos de su cultura, la Señora Clara pasó por su lado y comentó, “¿Qué es eso? Parece muy diferente. ¿No prefieres algo normal como un sándwich?” Yuriditresey miró su comida, que en su casa era motivo de celebración, y se sintió un poco menos orgullosa de ella.
La semana continuó, y cada día, Yuriditresey se sentía más aislada. Sus maneras de hablar, las historias que contaba sobre sus tradiciones y hasta su alegre vestir fueron señalados como curiosidades, no como el tesoro que realmente eran.
Una tarde, después de la escuela, la abuela de Yuriditresey la encontró sentada sola en su cuarto, mirando sus vestidos coloridos. “¿Qué ocurre, mi querida Yuriditresey?” preguntó su abuela, sentándose a su lado.
Con lágrimas en los ojos, Yuriditresey compartió cómo se sentía en la escuela. Su abuela la escuchó atentamente, luego le tomó de las manos y dijo, “Tu nombre, tu ropa y tus costumbres cuentan la historia de quienes somos y de dónde venimos. Son regalos que debes llevar con orgullo, no con vergüenza.”
Al día siguiente, la abuela acompañó a Yuriditresey al jardín infantil. Pidió permiso para hablar con la clase y, para sorpresa de la Señora Clara, trajo consigo ingredientes para preparar una receta tradicional. Los niños, curiosos y emocionados, rodearon a la abuela mientras ella explicaba cada paso, hablando del significado detrás de cada ingrediente.
La Señora Clara observaba, inicialmente escéptica. Sin embargo, al ver la fascinación y alegría en los rostros de los niños, incluyendo la sonrisa recuperada de Yuriditresey, su actitud comenzó a cambiar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.