Cuentos de Fantasía

Corazones entre Mareas

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 7 minutos

Español

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En la Costa Dorada de Australia, donde las olas acarician suavemente la arena y el sol pinta cada atardecer con tonos naranjas y rosas, vivía Sheccid, una sirena de 16 años con la extraordinaria habilidad de transformarse en humana hasta el ocaso. Bajo la superficie, su mundo era un mosaico de colores y vida marina, pero su curiosidad por la tierra la llevaba a menudo a la playa, donde se encontró con Jenny.

Jenny, una joven humana de 16 años, compartía con Sheccid una amistad única, sellada por el secreto de la naturaleza de Sheccid. Desde que se conocieron a los 14 años, Jenny se convirtió en la confidente de Sheccid, guardando su secreto con lealtad y fascinación.

En esa misma playa trabajaba Jack, el hermano mayor de Jenny, un joven de 18 años con una sonrisa fácil y una calidez que iluminaba el bar frente al mar donde trabajaba. Jack siempre había notado las escapadas nocturnas de su hermana a la playa y sospechaba de un secreto, sin saber que pronto ese secreto cambiaría su vida.

Un día soleado, cuando Sheccid caminaba por la orilla en su forma humana, se encontró con Jack. La conexión fue instantánea; conversaciones fluidas, risas compartidas y miradas que hablaban más que palabras. Día tras día, su amistad florecía bajo el sol australiano.

Al cumplir Sheccid los 17 años, Jack, con el océano como testigo, le confesó su amor. Sheccid, abrumada por sus propios sentimientos y el peso de su secreto, se encontraba en una encrucijada. La idea de ocultarle la verdad a Jack le dolía profundamente.

Sin embargo, el destino tenía otros planes. Una noche, un trágico accidente arrebató a Jack de este mundo, dejando un vacío inmenso en las vidas de Sheccid y Jenny. En un acto de generosidad final, el corazón de Jack fue donado, dándole vida a otro joven.

Sheccid, enfrentando la pérdida y su amor inmortal por Jack, encontró consuelo en la idea de que, aunque Jack ya no estaba físicamente, su amor y su esencia seguían vivos. Ella y Jenny, unidas por el recuerdo y el amor a Jack, siguieron adelante, llevando en sus corazones la certeza de un amor que trascendía la vida y la muerte.

El mar, que había sido testigo de su amor, se convirtió en un lugar de reflexión y conexión para Sheccid, donde cada ola parecía traerle mensajes de Jack. Y así, en la Costa Dorada, entre las mareas y los atardeceres, Sheccid y Jenny encontraron la fuerza para seguir adelante, sostenidas por el amor eterno que Jack les había dejado.

Tras la partida de Jack, Sheccid y Jenny se encontraron navegando en un mar de recuerdos y emociones. Sheccid, aún en su forma humana, pasaba horas contemplando el océano, sintiendo cómo las olas le susurraban palabras que solo su corazón podía entender. Jenny, por su parte, se refugió en la rutina y el cuidado de su familia, tratando de llenar el vacío dejado por su hermano.

Con el tiempo, Sheccid comenzó a revelar a Jenny fragmentos de sus visiones submarinas, donde creía sentir la presencia de Jack. La joven sirena sentía una conexión espiritual con él, como si a través de las aguas, Jack le enviara mensajes de amor y consuelo. Esta creencia se fortaleció una tarde, cuando Sheccid encontró un caracol marino en la playa, exactamente en el lugar donde ella y Jack se habían conocido. Al colocarlo en su oído, escuchó una melodía dulce y familiar, como si fuera una señal de Jack, recordándole que su amor seguía vivo.

Jenny, aunque inicialmente escéptica, comenzó a aceptar la idea de que Jack, de alguna manera, aún estaba con ellas. Juntas, las dos amigas encontraron consuelo en sus recuerdos compartidos y en la creencia de que Jack, de alguna forma, seguía protegiéndolas.

Un día, mientras Sheccid nadaba en las profundidades, se encontró con una antigua tortuga marina, una criatura sabia y respetada en el reino submarino. La tortuga le habló de un antiguo mito entre las sirenas: aquellos que parten de este mundo a veces dejan un fragmento de su esencia en el océano, especialmente si su partida es abrupta y llena de amor no expresado.

Animada por esta revelación, Sheccid compartió la historia con Jenny, quien encontró en ella un nuevo sentido de paz y aceptación. Juntas, decidieron crear un memorial en la playa para Jack, un lugar donde pudieran recordarlo y sentir su presencia. Colocaron piedras, caracoles y otros objetos que simbolizaban su vida y su amor por el mar.

Cada aniversario de su partida, Sheccid y Jenny se reunían en este lugar especial para compartir historias, risas y lágrimas, manteniendo viva la memoria de Jack. Sheccid, a través de sus canciones de sirena, y Jenny, con palabras llenas de amor, enviaban sus mensajes al océano, creyendo que de alguna manera llegarían a Jack.

Con el paso del tiempo, Sheccid y Jenny crecieron y sus vidas tomaron rumbos distintos, pero siempre regresaban a la playa, a ese lugar sagrado donde su amistad se había forjado y donde el amor de Jack seguía vivo. Aprendieron que, aunque la vida trae cambios y pérdidas, el amor y los recuerdos compartidos son eternos, como el incesante fluir de las olas del mar.

En la Costa Dorada, entre el murmullo de las olas y el canto de las sirenas, la leyenda de Sheccid, Jenny y Jack se convirtió en un relato de amor, amistad y la eterna conexión entre los corazones, un relato que se transmitiría de generación en generación, recordando a todos que el amor verdadero nunca muere, simplemente se transforma y vive en cada susurro del océano.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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