Cuentos de Fantasía

El Ciclo de las Hojas Caídas

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era un tranquilo día de otoño cuando salí a caminar por la calle que atravesaba el parque cercano a mi casa. Las hojas de los árboles caían suavemente, formando una alfombra dorada y crujiente bajo mis pies. El aire fresco me acariciaba la cara mientras las nubes flotaban perezosamente en el cielo. El mundo parecía en pausa, detenido en ese momento perfecto de transición entre el verano y el invierno. Sin embargo, algo en mí me decía que el otoño no solo era una estación, sino una metáfora de los cambios que estaba viviendo.

A medida que avanzaba, pensé en las estaciones de la vida. Como el otoño, mis propios días parecían llenos de cambios. Sentía una mezcla de melancolía y esperanza, como si algo estuviera por terminar, pero al mismo tiempo, algo nuevo estuviera por comenzar. A veces, los cambios nos asustan, pero también nos enseñan a ver el mundo de una manera diferente.

Mientras caminaba, noté un árbol solitario a lo lejos. La mayoría de los árboles ya estaban casi desnudos, con sus ramas cubiertas de hojas caídas. Pero este árbol, aunque viejo, aún tenía una sola hoja aferrándose a su rama. Me detuve a mirarlo. La hoja era dorada, brillante, y parecía estar resistiéndose al viento que trataba de hacerla caer. Me pregunté cuántas veces me había sentido como esa hoja: aferrándome a algo que ya era el momento de dejar ir, pero con miedo de dar el paso.

Fue entonces cuando una ráfaga de viento sopló con fuerza, haciendo que la última hoja del árbol se desprendiera. Giró en el aire, bailando al ritmo del viento, y cayó suavemente sobre mi pecho. Me quedé quieto, mirando la hoja que se posaba suavemente en mi corazón. Sentí un ligero escalofrío, pero también una sensación de calma. Esa hoja, que representaba la última de la temporada, parecía ser un mensaje para mí. El aire fresco me envolvía, y no pude evitar sonreír. Algo en mi interior entendió que debía aceptar el cambio.

De repente, un anciano apareció ante mí. No lo había visto llegar, pero su presencia era serena y tranquila, como si el tiempo mismo lo respetara. Llevaba una túnica gris, con el cabello y la barba largos y blancos, y sus ojos reflejaban una sabiduría que no podía comprender del todo. Con una sonrisa amable, se acercó y dijo:

“Esa hoja, joven amigo, no ha caído por accidente. Está aquí para enseñarte algo muy importante.”

Lo miré, desconcertado. “¿Qué quiere decir?”

El anciano asintió lentamente y señaló hacia el árbol. “La hoja que has recibido representa la perseverancia y la belleza de lo efímero. Como cada hoja que cae, nuestra vida está llena de momentos que se van, pero que dejan algo detrás. A veces, hay que dejar ir lo que ya no nos sirve, como esta hoja, para hacer espacio a nuevas experiencias y aprendizajes.”

Miré la hoja dorada que todavía sostenía sobre mi pecho. Su belleza era frágil, pero al mismo tiempo, parecía contener toda la fuerza del otoño. La lección que el anciano me estaba dando no era fácil de entender, pero lo sentí en lo más profundo de mi ser. La hoja no solo representaba un final, sino también una oportunidad de empezar de nuevo.

“¿Pero cómo sé cuándo es el momento de dejar ir algo?”, le pregunté al anciano.

Él sonrió suavemente, sus ojos brillando con comprensión. “Eso, mi joven amigo, es algo que solo tú podrás saber. Pero la respuesta está en tu corazón. La vida es como las estaciones. Nada es permanente. Lo que parece ser un final, muchas veces es solo el principio de algo nuevo.”

Me quedé en silencio, pensando en sus palabras. Miré alrededor y vi cómo el viento continuaba moviendo las ramas de los árboles, haciendo que más hojas cayeran suavemente al suelo. Sentí que había algo mágico en el aire, algo que me invitaba a mirar más allá de lo que veía. Los árboles, las hojas, el viento… todos estaban conectados en un ciclo de renovación. Y yo también era parte de ese ciclo.

El anciano se alejó lentamente, pero antes de irse, me dijo con voz profunda: “Recuerda siempre que el cambio es parte de la vida. No tengas miedo de soltar lo que ya no te sirve, porque algo mejor siempre está por llegar. La última hoja del otoño es solo el principio de la próxima primavera.”

Con esas palabras, el anciano desapareció entre los árboles, dejándome solo con mis pensamientos. La hoja, que aún llevaba en mi pecho, se convirtió en un símbolo de lo que había aprendido ese día. Aunque la hoja se despidió del árbol, su caída no fue un adiós definitivo, sino una transición hacia algo nuevo.

Con un suspiro de alivio, guardé la hoja en mi bolsillo como un recordatorio. El otoño no solo era una estación, sino un reflejo de las estaciones en mi vida. Era hora de soltar lo viejo para dar paso a lo nuevo. Con una sensación de paz en mi corazón, seguí mi camino, sabiendo que cada cambio, aunque a veces doloroso, siempre trae consigo nuevas oportunidades de crecimiento.

Mientras caminaba por la calle, con la hoja guardada en mi bolsillo, no pude dejar de pensar en todo lo que el anciano me había dicho. Sus palabras seguían resonando en mi mente: “La última hoja del otoño es solo el principio de la próxima primavera.” Al principio, no entendía del todo el significado, pero ahora que lo reflexionaba, comenzaba a darme cuenta de que el cambio no siempre tenía que ser algo negativo. Al contrario, era parte de la vida, algo necesario para crecer y evolucionar.

A medida que pasaba junto a los árboles, observaba cómo las hojas caían suavemente al suelo, cada una diferente, pero todas cumpliendo con su propósito en el ciclo de la vida. Me sentí más conectado con la naturaleza, como si, al igual que las hojas, yo también estuviera en un proceso de transformación. La sensación de paz que sentí bajo ese árbol no desapareció, y por primera vez en mucho tiempo, entendí que la vida no solo se trataba de mantener lo que tenía, sino de dejar ir lo que ya no me servía para abrir espacio a nuevas experiencias.

Decidí regresar al parque al día siguiente, al mismo lugar donde había encontrado al anciano. Sentía que necesitaba volver, como si algo me estuviera llamando. Cuando llegué, el lugar parecía igual, pero yo ya no era la misma persona. Ahora caminaba con una nueva perspectiva, un corazón más ligero y la mente abierta a lo que el futuro traía consigo.

Me senté bajo el árbol que había dado la última hoja del otoño. Allí, en ese rincón del mundo, me sentí completamente en paz. Miraba las hojas que caían suavemente a mi alrededor y, en mi mente, pensaba en todos los momentos que había vivido, en los recuerdos que había formado, y en aquellos momentos que era hora de soltar. No debía aferrarme a las cosas que ya no me ayudaban a avanzar. Al igual que las hojas, debía dejar ir lo que ya no servía para hacer espacio a lo nuevo, a lo que estaba por llegar.

A lo lejos, vi un pequeño grupo de niños corriendo por el parque, riendo y jugando. La energía de su alegría me hizo sonreír. Parecía que el mundo seguía adelante, sin importar el cambio de estaciones o los momentos difíciles. Y de repente entendí que, como las estaciones, los cambios en mi vida eran solo una parte de un ciclo mayor, un ciclo lleno de nuevas oportunidades, crecimiento y, sobre todo, esperanza.

La última hoja del otoño había caído, pero en mi corazón sabía que la primavera estaba por llegar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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