Cuentos de Fantasía

El Guajojó: El Lamento de la Selva

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En la profundidad de la selva amazónica, donde el verde de las hojas se funde con el aroma a tierra húmeda y el canto de las aves suena a lo lejos, se esconde un misterio antiguo. La gente de la tribu Teko Ypati siempre ha hablado del guajojó, un ave que, a pesar de su apariencia inofensiva, trae consigo una sensación de terror. De pequeña envergadura, con plumas opacas y cuerpo pequeño, casi como una gallina, el guajojó se oculta en las sombras de los árboles. Su apariencia no resalta, es cierto, pero su canto es algo que se graba en el alma de quienes lo escuchan. El grito desgarrador del guajojó es conocido por perturbar la paz de la selva, un lamento tan profundo que nadie puede ignorarlo. Es un ave que se teme, una presencia que los indígenas evitan, sabiendo que su grito anuncia algo más grande, algo oscuro que viene con la llegada del sol nocturno.

En esta selva habitaba un joven de la tribu, conocido entre los suyos como el «Joven de la Tribu». Él era valiente, fuerte y un hábil guerrero, pero también sensible y conectado con las tradiciones de su gente. Su nombre era Tupé, aunque muy pocos fuera de su círculo cercano lo conocían por ese nombre. A pesar de su valentía, tenía una relación especial con la naturaleza, algo que no todos compartían.

Una tarde, mientras el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, el Joven de la Tribu se encontraba con la hermosa joven llamada Yara, la hija de su cacique, el padre de la tribu. Yara era conocida por su belleza inigualable. Su cabello largo y negro caía en cascada, y siempre llevaba flores coloridas en su cabello. Aunque vivía bajo la estricta supervisión de su padre, había algo en su mirada que demostraba su deseo de libertad. La conexión entre Yara y Tupé era especial, una chispa que se encendió desde el primer día que se conocieron. No podían evitar sentirse atraídos el uno por el otro, pero había una sombra que se cernía sobre su amor: el Cacique, el padre de Yara, nunca aceptaría esa relación.

El Cacique, conocido como el Padre de la Tribu, era un hombre sabio, temido y respetado por su gente, pero también era estricto y posesivo con su hija. Aunque amaba profundamente a Yara, su celos y miedo de perderla lo habían convertido en un hombre controlado por el temor. Yara, a pesar de las restricciones de su padre, se encontraba cada vez más cerca de Tupé, y esa cercanía inquietaba al Cacique, quien comenzó a planear algo terrible para evitar que su hija se alejase de él.

Una tarde, mientras los últimos rayos de sol se desvanecían en el horizonte, Tupé y Yara se encontraron en el claro de la selva, donde solían reunirse a escondidas. Hablaban en voz baja, compartiendo sueños y esperanzas, mientras el viento traía consigo el sonido lejano del guajojó, cuyo canto comenzó a resonar con fuerza. Tupé, aunque acostumbrado a la selva, sintió un escalofrío al escuchar ese grito lejano.

—Ese grito… —dijo Yara, mirando preocupada al horizonte—, siempre me ha aterrorizado.

Tupé asintió, sabiendo que el guajojó no era solo una ave más. Su grito tenía un significado profundo, uno que nadie en la tribu se atrevía a desvelar por completo.

—Es el presagio de algo, Yara. La tribu lo sabe. Los mayores siempre han dicho que el grito del guajojó señala que algo grande está por ocurrir, algo que cambiará todo.

Yara lo miró con tristeza. Sabía que su amor por Tupé estaba condenado a ser fugaz. Su padre nunca aceptaría esa relación, y el miedo que el guajojó traía consigo solo lo empeoraba.

—Tengo miedo, Tupé —susurró Yara—. ¿Qué pasará si mi padre se entera? ¿Qué pasará si nos separan?

Tupé tomó su mano, mirándola con firmeza.

—No importa lo que ocurra, Yara. Yo te protegeré. No dejaremos que nada nos separe, no mientras yo pueda defenderte.

Pero ese mismo día, el Cacique, el Padre de la Tribu, descubrió el secreto de su hija. En su furia y celos, ordenó que Tupé fuera expulsado de la tribu, y su destino quedó marcado por el castigo de la selva misma. El Joven de la Tribu fue llevado a lo profundo de la jungla, lejos de su gente, mientras el Cacique se preparaba para una ceremonia en la que la joven Yara sería apartada de él para siempre.

Esa noche, cuando el sol se había ido por completo y la oscuridad dominaba la selva, el grito del guajojó resonó con más fuerza que nunca. Era un grito que cortaba el aire, desgarrador y extraño. Las aves se silenciaron, los animales se ocultaron, y el aire se volvió pesado. En ese instante, algo sucedió. La magia antigua de la selva despertó.

El guajojó, aquel ave despreciada por la tribu, había comenzado a cambiar. Sus plumas, antes opacas, se volvieron brillantes como las estrellas, y su canto, antes un lamento, se transformó en un sonido armonioso, como un llamado a la unión. El guajojó ya no era una criatura temida, sino una mensajera de un destino inevitable.

En el corazón de la selva, mientras Yara estaba a punto de ser llevada por su padre hacia su destino, algo ocurrió. El Cacique, al llegar al claro donde la ceremonia iba a ocurrir, vio a Tupé de pie, junto al guajojó transformado. El joven guerrero no había sido derrotado. El guajojó, en su nueva forma, había intervenido en el destino de los amantes. Yara y Tupé, protegidos por la magia ancestral de la selva, se reunieron en el momento justo.

El Cacique, enfrentado a la realidad de que la naturaleza y las antiguas fuerzas de la selva no podían ser detenidas, finalmente aceptó el amor entre su hija y el joven guerrero. El guajojó, con su grito transformado, había sido la señal de que el destino de los dos estaba entrelazado, no por la voluntad de los humanos, sino por la fuerza misma de la selva.

Conclusión:

La historia del guajojó enseña que, aunque las sombras y los miedos puedan parecer insuperables, la verdadera magia se encuentra en la conexión con lo más profundo de la naturaleza y en el poder de la unidad. Tupé y Yara, gracias al guajojó y su cambio, demostraron que incluso los destinos más oscuros pueden ser transformados por la valentía y el amor verdadero. La selva, como siempre, guarda secretos que solo aquellos dispuestos a escuchar pueden comprender.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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