En un pequeño pueblo rodeado de colinas y bosques mágicos, vivían tres amigas inseparables: Fátima, Verónica y Luana. Las tres chicas compartían una gran pasión por las aventuras y los misterios, pero había algo más que las unía: a Fátima le encantaba la comida chatarra. Papas fritas, hamburguesas, dulces y sodas eran sus alimentos favoritos. Aunque Verónica y Luana disfrutaban de una que otra golosina, solían preocuparse por los hábitos alimenticios de su amiga.
Una tarde de primavera, mientras paseaban por el bosque encantado que rodeaba su pueblo, encontraron un extraño camino de piedras brillantes que nunca antes habían visto. Decidieron seguirlo, intrigadas por el resplandor que emanaba del sendero. Las piedras las condujeron hasta una pequeña cabaña oculta entre los árboles, decorada con dulces y caramelos que parecían sacados de un cuento de hadas.
—¡Miren eso! —exclamó Fátima, sus ojos brillando de emoción—. ¡Es como la casa de Hansel y Gretel!
Verónica, siempre la más cautelosa, frunció el ceño. —No sé, Fátima. Algo no me da buena espina.
Pero Luana, con su espíritu curioso, ya estaba acercándose a la puerta. —Vamos a echar un vistazo. No puede ser tan malo, ¿verdad?
Las tres amigas se adentraron en la cabaña, donde encontraron una mesa repleta de comida chatarra. Había montones de papas fritas crujientes, hamburguesas jugosas, y dulces de todos los colores y sabores. Fátima no pudo resistirse y comenzó a comer con avidez, mientras Verónica y Luana la observaban con preocupación.
De repente, una voz suave pero firme resonó en la habitación. —Bienvenidas, jóvenes aventureras.
Las chicas se giraron para ver a una anciana de aspecto amable, con una capa brillante y un sombrero puntiagudo. Sus ojos eran profundos y llenos de sabiduría.
—Soy Mirabella, la guardiana del bosque encantado. —La anciana sonrió—. Veo que han encontrado mi banquete mágico.
Fátima, con la boca llena de papas fritas, preguntó: —¿Banquete mágico?
Mirabella asintió. —Así es. Esta comida no es ordinaria. Tiene el poder de cumplir deseos, pero también tiene consecuencias.
Verónica, siempre pragmática, preguntó: —¿Qué tipo de consecuencias?
Mirabella se sentó en una silla junto a la mesa. —La comida chatarra puede ser deliciosa, pero no alimenta el cuerpo de manera saludable. Si alguien abusa de ella, puede perder algo muy valioso: su energía, su salud, incluso su felicidad.
Fátima dejó de comer y miró a la anciana con preocupación. —¿Entonces, qué debemos hacer?
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.