En el pequeño pueblo de Villa Cuento, había un preescolar que, durante el día, parecía como cualquier otro. Los niños corrían por el patio, jugaban con sus juguetes y aprendían cosas nuevas con sus maestras. Sin embargo, lo que nadie sabía era que este preescolar guardaba un secreto que solo cinco niños conocían: Jhoan, Iker, Santiago, Celeste y Cleo.
Estos cinco amigos eran inseparables. Pasaban todo el día juntos, jugando y riendo, como cualquier otro grupo de niños. Pero cuando el sol comenzaba a ocultarse detrás de los árboles, algo mágico ocurría. Jhoan, el más travieso de todos, solía ser el primero en notarlo. “¡Ahí va el sol!”, decía emocionado. Y entonces, todos sabían lo que venía a continuación. Con una sonrisa de oreja a oreja, Jhoan gritaba: “¡Arriba, monstruos!”, y todos se transformaban.
Jhoan, quien durante el día era un niño de cabellos despeinados, se convertía en un zombie con un cabello de arcoíris que tenía un poder especial: podía atravesar cualquier pared sin esfuerzo. Su mascota era un unicornio, que durante el día parecía un peluche de colores brillantes, pero por la noche se convertía en una criatura mágica capaz de volar entre las estrellas.
Iker, el más calmado y observador, se transformaba en un vampiro que podía teletransportarse a cualquier lugar con solo pensarlo. Su mascota, una pequeña cabrita con orejas de vampiro, le seguía fielmente. Aunque durante el día parecía un juguete común, por la noche, la cabrita se volvía una criatura ágil y rápida, perfecta para las aventuras nocturnas de Iker.
Santiago, siempre lleno de energía, se convertía en un feroz lobo, capaz de escuchar los sonidos más distantes. Su fiel compañero era un koala, que durante el día colgaba inofensivamente de su mochila, pero por la noche se transformaba en un koala gigante que podía trepar cualquier cosa con velocidad sorprendente.
Celeste, una niña curiosa y creativa, se convertía en una bruja con poderes mágicos. Su varita, que durante el día era una simple ramita que encontró en el parque, brillaba intensamente por la noche y podía lanzar hechizos asombrosos. A su lado siempre estaba su gato negro, un felino elegante que durante el día parecía un muñeco, pero por la noche se volvía una criatura astuta con ojos que brillaban en la oscuridad.
Y por último, Cleo, la más misteriosa del grupo, se transformaba en una momia, envuelta en vendas que la protegían de cualquier peligro. Su compañero era un grifo, una criatura mitad águila y mitad león, que durante el día parecía una estatua de juguete. Pero por la noche, era capaz de volar por los cielos y proteger a Cleo y a sus amigos.
Los cinco amigos habían formado un lazo inquebrantable con sus mascotas monstruo a través de un ritual especial llamado «Furever Friends». Este ritual solo ocurría cuando un monstruo encontraba a su mascota perfecta para ser su amigo para siempre. Cada uno de ellos había realizado este vínculo cuando visitaron el zoológico mágico del pueblo, un lugar que parecía ordinario durante el día, pero que ocultaba a criaturas fantásticas que solo esperaban encontrar a su compañero ideal.
Una tarde, mientras estaban en clase, Jhoan notó que el sol comenzaba a esconderse tras los árboles que rodeaban el preescolar. Con una sonrisa cómplice, se levantó de su silla y murmuró: “El sol está cayendo”. Los demás lo miraron emocionados. Sabían lo que eso significaba. Todos, al unísono, dijeron en voz baja: “¡Arriba, monstruos!” Y como siempre, sus transformaciones comenzaron.
La profesora, que estaba escribiendo en la pizarra, no notó nada inusual. Para los adultos, los cinco amigos seguían siendo los mismos niños de siempre. Pero en realidad, ya habían comenzado a cambiar. Jhoan, ahora convertido en un zombie con su cabello de arcoíris ondeando en el aire, lideraba al grupo mientras se deslizaba a través de la pared del aula sin hacer ruido. Iker, con su nueva forma de vampiro, se teletransportó a la esquina del patio para asegurarse de que nadie los estuviera observando. Santiago, con su aguda audición de lobo, escuchaba atentamente cualquier sonido que pudiera delatarlos, mientras Cleo y Celeste, ya convertidas en momia y bruja respectivamente, se preparaban para la aventura.
Aquella noche, los niños tenían una misión especial. Hacía días que habían notado algo extraño en el bosque detrás del preescolar. Los árboles susurraban secretos y, en algunas noches, se podían ver luces misteriosas entre las ramas. Los cinco amigos sabían que algo grande estaba por suceder, y estaban decididos a descubrir qué era.
Con sus mascotas monstruo a su lado, se adentraron en el bosque. El unicornio de Jhoan lideraba el camino, iluminando la oscuridad con su cuerno brillante. La cabrita de Iker caminaba con gracia a su lado, sus orejas de vampiro alertas a cualquier movimiento. El koala de Santiago trepaba los árboles, observando desde lo alto, mientras el gato de Celeste se deslizaba entre las sombras. El grifo de Cleo volaba en círculos por encima de ellos, vigilando desde el cielo.
Pronto, llegaron a un claro en el centro del bosque. Allí, en medio de una formación de rocas, encontraron una puerta antigua, cubierta de musgo y casi invisible entre los árboles. Los niños se miraron entre sí, emocionados. Sabían que habían encontrado algo importante.
«¿Qué habrá detrás de esa puerta?», preguntó Celeste, mientras su gato se frotaba contra sus piernas.
«Solo hay una manera de saberlo», dijo Jhoan con una sonrisa traviesa. Estiró su mano zombie y, con un poco de esfuerzo, abrió la puerta. Un brillo intenso los envolvió y, de repente, se encontraron en un mundo completamente diferente.
Las nubes eran de colores brillantes, los árboles flotaban en el aire y criaturas mágicas volaban a su alrededor. Pero lo más sorprendente de todo era una gran torre en el centro del lugar, que parecía hecha de cristal y relucía con la luz de las estrellas.
Los cinco amigos sabían que habían descubierto algo increíble, pero también sabían que no sería fácil explorar este nuevo mundo. Las criaturas que habitaban allí eran poderosas, y ellos tendrían que usar todos sus poderes y habilidades para enfrentarse a los desafíos que les esperaban.
Y así, comenzó la aventura más grande de sus vidas. La primera de muchas noches en las que Jhoan, Iker, Santiago, Celeste y Cleo, junto a sus leales mascotas monstruo, explorarían el misterioso mundo detrás de la puerta mágica del bosque. Un lugar lleno de secretos, donde los niños podían ser héroes, donde cada noche se convertía en una aventura inolvidable.
Fin
Cuentos cortos que te pueden gustar
Daniel y sus Aventuras Fantásticas
José Antonio y el Cocodrilo del Bosque Encantado
La Aventura de Alan, René y Dana en el Bosque de las Palabras
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.