Cuentos de Fantasía

El Reino de las Emociones

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un mundo muy especial, un lugar llamado el Reino de las Emociones. Este reino no era como ningún otro, pues estaba compuesto por paisajes que cambiaban constantemente según los sentimientos de quienes lo habitaban. A veces, el cielo estaba lleno de colores brillantes y cálidos, otras veces se nublaba con tonos grises y azules. Las montañas podían temblar con furia o calmarse bajo una suave brisa, todo dependiendo de las emociones que reinaban en el lugar.

En este reino vivían cinco personajes muy particulares: Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Desagrado. Cada uno de ellos tenía un papel importante en el equilibrio del Reino de las Emociones, y aunque a veces no se llevaban del todo bien, sabían que juntos eran responsables de mantener el mundo funcionando correctamente.

Alegría era la más energética de todos. Siempre tenía una sonrisa en su rostro, y dondequiera que iba, dejaba un rastro de luz y color. Era la encargada de que el reino estuviera lleno de risas, entusiasmo y buenos momentos. Le encantaba hacer que todos se sintieran bien consigo mismos y, a menudo, bailaba y cantaba mientras recorría los paisajes luminosos del reino.

Tristeza, por otro lado, era más tranquila y serena. Sus colores eran suaves y azules, y solía pasar mucho tiempo en las orillas de los lagos reflexionando. Aunque a primera vista parecía alguien que solo traía tristeza, su verdadera función era ayudar a las personas a comprender sus sentimientos profundos. Sabía que, a veces, llorar o sentirse melancólico era necesario para sanar el corazón. Era experta en escuchar y en ofrecer consuelo cuando las cosas no salían como se esperaba.

Ira era intensa y siempre parecía estar al borde de una explosión. Su energía era caliente, como el fuego, y sus colores vibraban entre rojos y naranjas brillantes. Aunque a menudo podía parecer que causaba problemas, su función era muy importante: Ira surgía cuando algo injusto sucedía o cuando las cosas debían cambiar. Era ella quien proporcionaba la energía para luchar por lo que era justo, aunque a veces necesitaba aprender a controlarse para no causar más daño que beneficio.

Miedo, el más pequeño de todos, solía esconderse en las sombras, siempre alerta a cualquier peligro que pudiera aparecer. Era tímido y reservado, pero tenía una función muy importante en el reino. Miedo protegía a los demás, avisándoles de las amenazas o riesgos que podrían encontrar en su camino. Aunque a menudo lo subestimaban, él sabía que su trabajo era crucial para mantenerlos a salvo.

Por último, estaba Desagrado, quien nunca parecía estar conforme con nada. Su rostro siempre mostraba una expresión de desagrado, y su tono verdoso reflejaba su descontento. Su función era mantener a los demás alejados de las cosas que podían hacerles daño o que simplemente no eran buenas para ellos. A menudo hacía gestos de desaprobación cuando algo no le parecía correcto, pero en el fondo, su preocupación era proteger a los demás de situaciones que podrían resultar desagradables o perjudiciales.

Un día, algo extraño ocurrió en el Reino de las Emociones. El cielo, que solía cambiar según las emociones predominantes, se quedó en un estado de confusión. Partes del cielo eran brillantes y alegres, mientras que otras estaban oscuras y tormentosas. Había zonas llenas de fuego y rabia, y otras cubiertas de sombras de miedo. Todo el reino parecía estar fuera de equilibrio, como si todas las emociones estuvieran luchando entre sí.

Alegría fue la primera en notar el cambio. Saltaba de nube en nube, pero en lugar de esparcir felicidad como solía hacerlo, su luz parecía no tener efecto. Miró hacia abajo y vio a Tristeza sentada junto a un lago, sumida en sus pensamientos. Decidió acercarse para ver qué estaba pasando.

«¡Tristeza!» exclamó Alegría, con su típica energía. «¿Qué ocurre? El reino está raro hoy. ¡No logro hacer que nadie sonría!»

Tristeza levantó la vista con una expresión apacible pero preocupada. «He notado lo mismo, Alegría. Parece que todas nuestras emociones están actuando al mismo tiempo y, en lugar de complementarse, están entrando en conflicto. Es como si el reino no supiera qué sentir.»

Justo en ese momento, Ira apareció corriendo, con su rostro encendido de furia. «¡Esto es un desastre! ¡Nada está funcionando como debería! ¡Intenté arreglar algo y todo explotó! ¡Estoy tan frustrada!» gritó, mientras chispas rojas brotaban de su cuerpo.

«¡Claro que estás frustrada! ¡Siempre lo estás!» replicó Miedo, apareciendo tímidamente detrás de un árbol. «Pero, ¿y si esto no tiene solución? ¿Y si todo empeora? ¡Tengo tanto miedo de lo que pueda pasar!»

Desagrado, quien estaba observando desde un rincón, frunció el ceño con desaprobación. «Todo esto me parece terriblemente desagradable. Nada está bien, y cada vez que intento alejar lo malo, aparece más. Este lugar está lleno de cosas que no deberían estar aquí.»

Alegría, viendo cómo todos estaban perdidos en sus propios sentimientos, decidió que era hora de tomar el control. «¡Escuchen! Sé que todos estamos sintiendo muchas cosas al mismo tiempo, pero debemos recordar que cada uno de nosotros tiene un papel importante. Ninguno de nosotros es más importante que el otro, pero tampoco podemos trabajar por separado. Necesitamos encontrar el equilibrio.»

Los demás se quedaron en silencio, escuchando a Alegría. Aunque siempre había sido la más optimista, sabían que tenía razón.

«Tristeza,» continuó Alegría, «tú nos ayudas a entender nuestros momentos difíciles. A veces, necesitamos sentirnos tristes para aprender, para crecer. Pero no puedes dejar que la tristeza nos consuma por completo.»

Tristeza asintió con un leve suspiro. «Tienes razón, Alegría. A veces es fácil quedarse atrapado en la melancolía, pero también entiendo que no podemos quedarnos ahí para siempre.»

«Ira,» siguió Alegría, dirigiéndose a su amiga de fuego, «tú nos das la fuerza para luchar por lo que es justo, pero debemos aprender a controlar esa furia. No todo se resuelve con rabia.»

Ira, aunque aún chispeando de frustración, comprendió lo que Alegría le decía. «Supongo que he estado dejando que mi furia tome el control. Intentaré calmarme.»

«Miedo,» dijo Alegría suavemente, «nos proteges de los peligros, pero no podemos dejar que el miedo nos paralice. A veces, tenemos que enfrentarnos a lo que nos asusta para seguir adelante.»

Miedo, que siempre había sido el más asustadizo, miró a Alegría con ojos grandes. «Lo sé, pero… es difícil no tener miedo.»

«Y Desagrado,» continuó Alegría, «tú nos ayudas a evitar lo que no nos conviene, pero no todo es tan terrible como parece. A veces, lo que nos desagrada puede ser una oportunidad de aprender algo nuevo.»

Desagrado, con su típica expresión de disgusto, cruzó los brazos, pero sabía que Alegría tenía razón. «Supongo que no todo puede ser tan malo.»

Con esas palabras, el grupo de amigos se dio cuenta de que la solución no estaba en tratar de imponerse unos a otros, sino en trabajar juntos. Cada emoción tenía su lugar, y cada una era valiosa a su manera. El Reino de las Emociones no podía funcionar si cada uno intentaba dominar por separado; solo cuando trabajaban en armonía podían mantener el equilibrio.

Poco a poco, el cielo del reino comenzó a cambiar. Las nubes oscuras se disiparon, dejando espacio para el sol, pero también hubo momentos de suave llovizna que refrescaba el aire. Las montañas dejaron de temblar, y el fuego que ardía en los valles se calmó, dejando una cálida brisa que acariciaba las colinas. Todo comenzó a encontrar su lugar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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