Había una vez en un reino encantado, un pequeño pegaso llamado Roy. Roy era diferente a los demás caballos alados; tenía una crin arcoíris y podía cambiar el color de sus alas con solo pensar en ello. A pesar de su aspecto único, lo que realmente hacía especial a Roy era su corazón bondadoso y su curiosidad sin límites.
Un día, mientras jugaba entre las nubes, Roy encontró un objeto brillante flotando en el aire. Era una esfera cristalina que reflejaba todos los colores del arcoíris. Fascinado, Roy la tocó con su hocico y, de repente, ¡pum! La esfera explotó en un millón de destellos, y Roy se encontró cayendo en un torbellino de colores.
Cuando Roy recuperó el sentido, se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente diferente. Estaba rodeado de árboles que cantaban y flores que bailaban. “¿Dónde estoy?” se preguntó. En ese momento, una flor se inclinó hacia él y le dijo: “Estás en el Bosque de las Maravillas, un lugar donde todo es posible si crees en la magia”.
Roy estaba asombrado. Nunca había visto un lugar tan mágico. Decidió explorar y pronto se encontró con un río cuyas aguas eran de purpurina. Bebió un poco y se sintió lleno de energía. “¡Esto es increíble!” exclamó. Pero no todo era diversión en el Bosque de las Maravillas.
Sin darse cuenta, Roy había pisado unas flores mágicas que no debían ser molestadas. De repente, el cielo se oscureció y una voz profunda resonó: “¿Quién osa perturbar la paz de mi bosque?”. Era el guardián del bosque, un enorme dragón de escamas esmeralda. Roy, asustado pero decidido a enmendar su error, se disculpó con el dragón y prometió ser más cuidadoso.
El dragón, viendo la sinceridad en los ojos de Roy, decidió darle una oportunidad. “Te perdonaré, pero a cambio, debes realizar una tarea para mí”, dijo el dragón. “Debes encontrar la Flor de la Luz, que puede curar cualquier mal y devolver la armonía al bosque”. Roy aceptó el desafío y se embarcó en la búsqueda de la misteriosa flor.
Durante su aventura, Roy conoció a varios seres mágicos que le ayudaron en su camino. Una mariposa le enseñó a seguir las pistas de la luz; un grillo sabio le contó la historia de la flor y cómo encontrarla; y un grupo de hadas le protegió de los peligros que acechaban en la oscuridad del bosque.
Finalmente, después de superar numerosos obstáculos y aprender valiosas lecciones, Roy encontró la Flor de la Luz. Estaba en el centro de un claro iluminado por la luna, brillando con una luz propia. Con cuidado, Roy la recogió y la llevó de vuelta al dragón.
El dragón, impresionado por la valentía y la bondad de Roy, no solo curó el bosque, sino que también le concedió un deseo. Roy deseó que la magia del Bosque de las Maravillas pudiera ser compartida con todos los niños del mundo, para que pudieran creer en lo imposible y perseguir sus sueños.
Desde ese día, cada vez que un niño hace un deseo de corazón, una pluma de Roy cae del cielo, recordándoles que la magia está en todas partes, solo hay que buscarla.
Y así, Roy el pegaso se convirtió en un símbolo de esperanza y magia para todos. Cada aventura que vivía, cada amistad que formaba y cada desafío que superaba, le enseñaba algo nuevo sobre la vida y el amor.
Conclusión
La historia de Roy nos enseña que la curiosidad y la bondad pueden llevarnos a lugares inimaginables. Nos recuerda que la magia existe y que, a veces, una simple travesura puede convertirse en una aventura épica. Así que la próxima vez que veas una pluma caer del cielo, recuerda a Roy y nunca dejes de creer en la magia.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.