En un pequeño pueblo rodeado de colinas y vastos campos de flores silvestres, vivía una niña llamada Gloria. Ella tenía 5 años y un sueño que brillaba más fuerte que la estrella más luminosa en el cielo nocturno: deseaba convertirse en una princesa. No solo en cualquier princesa, sino en una que pudiera traer alegría y magia al mundo a su alrededor.
Una noche, bajo la luz de una luna llena que parecía sonreírle directamente, Gloria se acurrucó en su cama, abrazando su peluche favorito, y cerró los ojos con un deseo ardiente en su corazón. Mientras dormía, algo extraordinario sucedió. Un destello de luz suave y cálida la envolvió, y cuando volvió a abrir los ojos, se encontró en un lugar que jamás había visto.
Estaba en medio de un reino encantado, donde los árboles susurraban historias de antiguos tiempos mágicos, las flores bailaban con la brisa y los animales hablaban en rimas llenas de sabiduría y humor. Gloria estaba asombrada; todo a su alrededor brillaba con un resplandor que solo había visto en sus sueños más salvajes.
Miró hacia abajo y se dio cuenta de que llevaba puesto el vestido de princesa más hermoso que jamás había imaginado. Era de un color azul celeste, con destellos de luz que parecían estrellas fugaces, y una pequeña corona de plata descansaba sobre su cabeza, con una gema centelleante en el medio que iluminaba su rostro con un suave resplandor.
«¡Bienvenida, Princesa Gloria!» Una voz melodiosa la sacó de su asombro. Era un pequeño hada de alas iridiscentes que revoloteaba frente a ella. «Has sido traída aquí por el deseo de tu corazón. Este es el Reino de los Sueños, donde todo lo que deseas puede hacerse realidad.»
Gloria sonrió, su corazón latiendo con emoción. «¿De verdad puedo hacer cualquier cosa aquí?» preguntó.
«¡Por supuesto!» Respondió el hada. «Pero recuerda, ser princesa no solo es tener hermosos vestidos y coronas. Es también sobre la bondad, el coraje y la magia que puedes compartir con los demás.»
Gloria asintió, comprendiendo. Estaba lista para comenzar su aventura.
El hada la guió a través del reino, mostrándole maravillas que nunca había imaginado. Hablaron con los árboles, que le contaron secretos del bosque; bailaron con las flores, que giraban alegremente a su alrededor; y se rieron con los animales, que compartían historias divertidas de sus travesuras.
Pero pronto, Gloria se dio cuenta de que no todo en el reino era felicidad. Había áreas donde las sombras se cernían, donde la tristeza y el miedo parecían haber robado la luz. El hada le explicó que esas sombras eran el resultado de olvidar la importancia de soñar y creer en la magia.
«¿Puedo ayudar a traer la luz de vuelta a esos lugares?» Preguntó Gloria, su determinación brillando tanto como su corona.
«Con tu coraje y tu corazón, ciertamente puedes,» dijo el hada con una sonrisa.
Así, Gloria emprendió la tarea de devolver la luz al reino. Con cada acto de bondad, con cada palabra de aliento y cada gesto de coraje, las sombras se disipaban, dejando en su lugar colores brillantes y risas. Aprendió que la magia más poderosa de todas era la que residía en su propio corazón, la capacidad de hacer una diferencia con solo creer y actuar con amor.
Después de un día lleno de aventuras y actos de bondad, el hada la encontró una vez más. «Has hecho más de lo que cualquier princesa ha hecho antes. Has traído luz y esperanza de vuelta al Reino de los Sueños,» dijo el hada, su voz llena de gratitud.
Gloria sonrió, sintiéndose más feliz de lo que jamás había imaginado. «¿Es hora de regresar a casa?» Preguntó, un poco triste por la idea de dejar este mundo maravilloso.
«Sí, pero recuerda, Princesa Gloria,» dijo el hada, tocando suavemente su frente con su varita mágica, «la magia que has encontrado aquí siempre estará contigo. Y siempre serás una princesa en el Reino de los Sueños.»
Con esas palabras, Gloria se despertó en su cama, el sol de la mañana iluminando su habitación. Por un momento, pensó que todo había sido solo un sueño, pero entonces vio un pequeño destello de luz en su mesita de noche: una diminuta corona de plata con una gema brillante en el medio.
Con una sonrisa, Gloria supo que su aventura había sido real, y que la magia y la bondad que había compartido en el Reino de los Sueños eran cosas que podría llevar consigo siempre, sin importar dónde estuviera.
Y así, Gloria vivió cada día con la certeza de que la verdadera magia se encuentra en los sueños, la bondad y el coraje para hacer del mundo un lugar mejor, justo como una verdadera princesa lo haría.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.