Había una vez en un colorido bosque un grupo de amigos muy especiales. Mauh era un pequeño gato con un suave pelaje blanco y negro que siempre estaba lleno de energía. Tom era un niño curioso que adoraba explorar, y Kitty, una hermosa gatita de rayas, era su mejor amiga y siempre estaba a su lado. Juntos, Mauh, Tom y Kitty compartían muchas aventuras, pero esa mañana iba a ser un poco diferente.
El sol brillaba en el cielo azul y las flores de colores estaban llenas de vida. Mauh se estiró y dijo: «¡Hoy es un día perfecto para una nueva aventura!» Tom sonrió y respondió: «¡Sí! Vamos a descubrir algo mágico en el bosque.» Kitty, que siempre tenía buenas ideas, agregó: «Podríamos buscar un lugar secreto. ¡Tal vez encontremos un tesoro!»
Los tres amigos comenzaron a caminar por el sendero del bosque, saltando de alegría. A medida que se adentraban, podían escuchar el canto de los pájaros y el murmullo de un arroyo cercano. De repente, Mauh se detuvo en seco. «¡Miren eso!» exclamó, señalando un pequeño arco iris que salía de una roca reluciente.
«¡Es un portal mágico!» dijo Tom emocionado. «¡Debemos entrar!» Kitty, un poco más cautelosa, se asomó y su corazón latía rápido. «¿Y si hay algo peligroso dentro?» Mientras hablaban, una suave brisa los envolvió, y el arco iris comenzó a brillar más intensamente.
Sin pensarlo dos veces, Mauh dio un pequeño salto y cruzó el portal. Tom y Kitty, entusiasmados, lo siguieron. En un instante, se encontraron en un lugar increíble. Era un mundo lleno de árboles que hablaban, flores que bailaban y animales de todos los colores imaginables. «¡Wow! Esto es increíble!» gritó Tom, mientras giraba sobre sí mismo.
Mauh se acercó a un árbol con cara amable que les dio la bienvenida. «Soy el Gran Roble, guardián de este bosque mágico. Ustedes han llegado en un momento especial. Necesitamos su ayuda.» Tom y Kitty se miraron sorprendidos. «¿Ayuda? ¿Qué podemos hacer?» preguntó Kitty con curiosidad.
El Gran Roble explicó que había un pequeño problema: la magia del bosque estaba perdiendo su brillo porque la Estrella Alegre, un objeto mágico que iluminaba todo el lugar, había sido robada. Sin ella, el bosque se volvería oscuro y triste. Mauh, Tom y Kitty sintieron que debían ayudar. «¡Vamos a recuperar la Estrella Alegre!» exclamó Mauh decidido.
El Gran Roble sonrió. «¡Eso es valiente! Sigan el camino de flores cantarinas, que les llevará al Valle de las Sombras. Allí encontrarán al ladrón.» Sin perder tiempo, los amigos se despidieron del Gran Roble y comenzaron a caminar por el sendero que las flores señalaban con sus colores brillantes.
Mientras recorrían el camino, se encontraron con un pequeño conejito llamado Pelusa, que parecía estar muy asustado. «¿Qué te pasa, amigo?» preguntó Tom. Pelusa temblaba un poco. «He visto al ladrón. Es un dragón travieso que se lleva cosas brillantes. Robó la Estrella Alegre y la guardó en su cueva. ¡No sé qué hacer!»
«¡Nosotros te ayudaremos!» dijo Mauh, valiente como siempre. «Vamos a buscar la Estrella Alegre con tu ayuda, Pelusa.» El conejito no podía creer lo que escuchaba, así que decidió unirse a la aventura. «¡Sí! Yo conozco el camino a la cueva del dragón,» dijo Pelusa con una chispa de esperanza en sus ojos.
Caminaron todos juntos, Mauh, Tom, Kitty y Pelusa, cruzando puentes de flores y saltando sobre ríos de colores. Finalmente, llegaron a una oscura cueva. «Es aquí,» dijo Pelusa con un susurro. «El dragón es grande y a veces, es muy juguetón.» Tom miró a sus amigos, «Nos apoyaremos unos a otros.»
Entraron en la cueva y todo era silencioso. Pero, de repente, un enorme dragón de escamas brillantes apareció ante ellos, jugando con la Estrella Alegre como si fuera un juguete. «¡Hola! ¿Por qué están aquí?» preguntó el dragón con una voz profunda pero juguetona.
Mauh dio un paso al frente y dijo: «¡Queremos la Estrella Alegre! Es muy importante para el bosque.» El dragón los miró y se rió. «¿Por qué no juegan un poco conmigo en vez de arrebatarme la estrella? No tengo amigos y sólo quería un poco de diversión.»
Kitty se dio cuenta de que no era un dragón malo, solo estaba triste y solitario. «Podemos jugar contigo, pero luego debemos llevar la estrella de vuelta,» sugirió. El dragón movió la cabeza alegremente, «¡Eso suena genial!»
Así fue como Mauh, Tom, Kitty, Pelusa y el dragón jugaron juntos. Corrieron por la cueva, saltaron entre las rocas y se lanzaron pequeñas pelotas hechas de luces mágicas. Todos se estaban divirtiendo tanto que, al final del día, el dragón ya no se sentía solo.
«¡Gracias por jugar conmigo!» dijo el dragón, mientras les entregaba la Estrella Alegre. «Ahora puedo brillar con ustedes y seguir teniendo amigos.» Mauh, Tom, Kitty y Pelusa sonrieron, felices de ver al dragón que había encontrado amigos.
Salieron de la cueva, llevando la Estrella Alegre de vuelta al Gran Roble. «¡Lo hicimos!» gritó Tom emocionado. Al llegar, el Gran Roble los recibió con alegría. «Gracias, valientes amigos. El bosque está a salvo, y gracias por hacer un nuevo amigo.»
Desde ese día, el dragón se convirtió en parte del grupo. Mauh, Tom, Kitty, Pelusa y el dragón jugaban juntos en el bosque, y el brillo de la Estrella Alegre iluminaba todos sus días. Aprendieron que a veces, Sharing es tan valioso como tener cosas brillantes, y que la amistad es la mayor magia de todas.
Así, cada día se llenaba de nuevas aventuras y risas en el bosque, donde los colores nunca dejaban de brillar y donde siempre había un lugar para un nuevo amigo. Y así, vivieron felices para siempre, disfrutando de la magia de la amistad y las aventuras que siempre les esperaban.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.