Había una vez, en un pequeño y colorido pueblo rodeado de montañas, tres hermanos que se llamaban Andrews, Sol y Ashley. Ellos eran muy unidos y les encantaba explorar juntos. Un día soleado, mientras jugaban en el jardín de su casa, encontraron un extraño mapa escondido detrás de una piedra. El mapa tenía dibujos de grandes montañas, árboles mágicos, y un castillo brillante. «¿Qué será este lugar?», se preguntaron al unísono. «¡Debemos ir a descubrirlo!», exclamó Sol, con sus ojos brillando de emoción.
Andrews, que era el mayor, miró el mapa con atención y dijo: «Parece que está señalando un lugar muy especial llamado el Reino de la Magia Perdida. ¡Vamos a buscarlo!». Así que, con la mochila llena de galletas y una botella de agua, los tres hermanos comenzaron su aventura.
Mientras caminaban por el bosque, los árboles susurraban canciones suaves y las aves cantaban alegres. De repente, se encontraron con un pequeño lago que brillaba como si estuviera cubierto de estrellas. «¡Miren!», gritó Ashley, «hay algo flotando en el agua». Se acercaron y vieron una pequeña criatura nadando. Era un pez dorado que, al ver a los niños, salió del agua y se presentó: «¡Hola! Soy el Pez de los Deseos. Pueden hacerme un deseo cada uno».
Los hermanos se miraron alegres. «¡Qué suerte!», dijo Sol. «Yo deseo tener un mapa que nos lleve directamente al castillo», pidió ella. Y, al instante, el pez dorado hizo un pequeño giro en el aire y un mapa brillante apareció en las manos de Sol. «¿Y tú, Ashley?», le preguntó el pez. «Yo deseo tener el poder de volar para que podamos ver el reino desde el cielo», respondió ella con entusiasmo. El pez chasqueó sus aletas y, como por arte de magia, Ashley comenzó a levitar suavemente. «¡Mira, estoy volando!», gritó llena de alegría.
Andrews, que era más pensativo, sabía que el deseo que tenía que pedir era diferente. «Yo deseo que siempre estemos juntos y que nuestra amistad sea más fuerte que cualquier magia», dijo. El pez sonrió y, en ese momento, una luz brillante envolvió a los tres hermanos, dándoles un sentimiento cálido y mágico en sus corazones.
Con nuevos deseos, los hermanos continuaron su camino. Sol usó su mapa para guiarlos, y Ashley voló por encima, mirando por dónde debían ir. Andrews, por su parte, se aseguraba de que todos estuvieran bien y disfrutaran de la aventura. Pasaron por campos de flores, donde las mariposas danzaban a su alrededor. Todo parecía perfecto, y la emoción crecía con cada paso.
Después de un rato, llegaron a una gran montaña cubierta de nubes. El mapa indicaba que debían escalarla para llegar al castillo. «Vamos a hacerlo juntos», animó Andrews. «Recuerden, siempre hay que ayudarse». Ashley, todavía volando, guiaba a sus hermanos dándoles palabras de aliento. «¡Lo están haciendo muy bien! Solo un poco más, ¡vamos!».
Con esfuerzo y trabajo en equipo, lograron escalar la montaña. Cuando finalmente llegaron a la cima, vieron el castillo de la magia perdida. Era hermoso, hecho de cristal y piedras preciosas, brillando con todos los colores del arcoíris. «¡Increíble!», exclamaron los tres al unísono. Pero había un pequeño problema. Una puerta enorme y pesada bloqueaba la entrada.
«¿Cómo la abriremos?», se preguntó Ashley, que había dejado de volar. Andrews se acercó a la puerta y notó que había muchos símbolos extraños grabados en ella. «Tal vez necesitemos decir una palabra mágica para abrirla», sugirió. Sol pensó por un momento y dijo: «¿Qué tal si decimos las palabras mágicas que usamos cuando éramos pequeños: ‘abracadabra’?». «¡Eso suena bien!», dijo Andrews. Así que juntos, gritaron «¡Abracadabra!».
A su sorpresa, la puerta comenzó a abrirse lentamente, dejando escapar una luz brillante. Una vez que la puerta estuvo completamente abierta, los hermanos entraron al castillo. El interior era aún más mágico, lleno de luces danzantes y criaturas fantásticas que parecían estar celebrando una gran fiesta.
«¡Bienvenidos al Reino de la Magia Perdida!», exclamó un personaje pequeño y peludo que se presentó como Pipo, el guardián del reino. «He estado esperando su llegada. Necesito su ayuda para encontrar el Cristal de la Amistad, que ha sido robado por un travieso duende». Los ojos de los tres hermanos se iluminaron. «¡Podemos ayudar!», dijeron al unísono.
Pipo los llevó a una sala del castillo llena de mapas y corazones de cristal. «El duende vive en el Bosque de los Susurros», explicó. «Si encontraran el Cristal de la Amistad, podrían restaurar la magia de este reino y devolver la felicidad a todos». Sin dudarlo, los hermanos aceptaron la misión con gusto, listos para ayudar a su nuevo amigo.
Así que, armados con el mapa mágico y con su fuerza de amistad, se dirigieron al Bosque de los Susurros. El bosque era mágico, lleno de árboles altos que parecían hablar entre ellos y flores que brillaban como estrellas. Mientras caminaban, oyeron una risa burlona. «¡Ese debe ser el duende!», dijo Ashley. «Debemos ser cuidadosos».
Intentaron acercarse sigilosamente, pero de pronto un pequeño duende apareció entre los árboles. «¡Hola, pequeños!», dijo él con una sonrisa traviesa. «¿Están buscando algo? Quizás deban tener más cuidado con sus deseos». Los hermanos se miraron entre ellos, sintiendo que ese pequeño duende era en realidad el responsable de su aventura.
«¡Devuélvenos el Cristal de la Amistad!», pidió Andrews. «Eso haré, pero a cambio, deben jugar conmigo», dijo el duende. «Si me ganan en un juego de escondidas, les devolveré el cristal».
Los hermanos se miraron, algo nerviosos. «De acuerdo», aceptaron. «Pero tú tienes que contar hasta cien primero». El duende sonrió, se dio la vuelta y comenzó a contar. «Uno, dos, tres…». Los hermanos corrieron a buscar el mejor lugar para esconderse.
Ashley decidió volar y esconderse en una rama alta, Sol se metió detrás de un arbusto, y Andrews se escondió detrás de un gran árbol. Cuando el duende terminó de contar, comenzó a buscar. Miró por aquí y por allá, pero no pudo encontrar a nadie. Al principio, parecía que los hermanos habían tenido éxito en esconderse. Pero entonces, escucharon a Ashley reír desde lo alto. El duende se dio cuenta de que había encontrado a la más traviesa de los tres. «¡Te encontré!», exclamó, y Ashley tuvo que volar hacia el suelo.
«Ahora solo quedan dos», dijo el duende, riéndose mientras buscaba a Sol y Andrews. Pero ellos sabían que tenían que trabajar en equipo. Así que, cuando el duende se acercó a su escondite, Andrews saltó de su escondite y dijo: «¡Aquí estoy!». El duende lo miró, sorprendido, y mientras tanto, Sol aprovechó para correr y esconderse de nuevo.
«¡Devorador de escondites!», gritó el duende mientras intentaba atrapar a Sol. Pero con su destreza, Sol logró sacarle una vuelta y, justo en el momento en que el duende estaba a punto de alcanzarla, ella saltó a su lado. «¡Aquí estoy!», exclamó, y el duende no pudo contener la risa.
«¡Soy muy malo en este juego!», rió el duende, alzando las manos. «Ustedes son muy buenos. De acuerdo, ahora les devolveré el Cristal de la Amistad». Con un movimiento de su mano, hizo aparecer un brillante cristal en forma de corazón. «Llévenlo de regreso al castillo y usen su magia para restaurar el reino».
Los hermanos tomaron el cristal, agradecidos. «¡Gracias, pequeño duende!», dijeron en coro. «Contigo también aprendimos a divertirnos y a jugar». Y así se despidieron del duende, que les sonrió mientras se alejaban.
Al regresar al castillo, Pipo los recibió emocionado. «¿Lo encontraron?», preguntó. «¡Sí!», dijo Sol, mostrando el cristal. «¡Vamos a restaurar la magia del reino!». Con cuidado, colocaron el cristal en un pedestal en el centro de la sala principal. Inmediatamente, una luz brillante llenó todo el castillo, y la magia comenzó a fluir nuevamente.
Los árboles del bosque se llenaron de hojas verdes, las flores comenzaron a brillar y todos los habitantes del reino salieron a celebrar. «¡Ustedes son verdaderos héroes!», gritó Pipo, y todos los seres mágicos se unieron en un gran baile. La risa y la música resonaban por todo el lugar, llenando el aire de alegría.
A la mañana siguiente, cuando el sol brillaba nuevamente, los hermanos sabían que era hora de volver a casa. «Ha sido una aventura increíble», dijo Andrews. «Sí», respondió Ashley. «Y aprendimos mucho sobre la amistad», agregó Sol. Pipo se acercó a ellos y dijo: «Siempre serán bienvenidos aquí. Recuerden que la verdadera magia está en la amistad que comparten».
Y así, con el corazón lleno de emociones, los tres hermanos regresaron a su hogar. Desde entonces, siempre recordaron su emocionante búsqueda en el Reino de la Magia Perdida, y sabían que no importaba cuántas aventuras vivieran en el futuro, siempre estarían juntos, apoyándose y amándose. Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.