En un bosque encantado, lleno de árboles altos y flores de todos los colores, vivía una pequeña hada llamada Vicky. Vicky era una hada especial, ya que tenía la habilidad de hacer que cualquier cosa brillara con un resplandor dorado. Su luz amarilla era tan cálida que podía iluminar incluso los corazones más tristes. De hecho, se decía que donde quiera que Vicky volara, las sonrisas florecían como las flores en primavera.
Un día, mientras Vicky volaba entre las ramas de los árboles y recolectaba un poco de polvo de estrellas para sus hechizos, escuchó un suave llanto que provenía de cerca. Curiosa, se acercó al sonido y vio a un pequeño conejo llamado Timo. Timo era un conejito de pelaje blanco como la nieve y ojos grandes y tristes.
—¿Por qué lloras, pequeño amigo? —preguntó Vicky, acercándose suavemente.
—¡Oh, Vicky! —sollozó Timo—. Perdí mi juguete favorito, un pequeño carro de madera que me regaló mi mamá. Sin él, no sé cómo jugar.
Vicky sintió un pequeño apretón en su corazón. Sabía lo mucho que podían significar los juguetes para los pequeños. Con una sonrisa reconfortante, le dijo:
—No te preocupes, Timo. ¡Juntos encontraremos tu carro! Vamos a buscarlo.
Timo dejó de llorar y asintió con la cabeza, mientras Vicky agitaba sus alas brillantes. La luz amarilla que emitía comenzó a iluminar el bosque a su alrededor. Con cada destello de luz, las flores se abrían más, y una alegría inusual llenó el aire.
Lanzando un vistazo por el bosque, Vicky y Timo decidieron comenzar su búsqueda en la parte cantarina del bosque, donde los pájaros cantaban alegres melodías. Mientras caminaban, Vicky preguntó a los animales que encontraban en su camino.
—¿Has visto un pequeño carro de madera? —preguntó a una ardilla juguetona.
La ardilla, saltando de rama en rama, contestó:
—No lo he visto, pero si quieren, pueden preguntar a Fórix, el búho sabio. Él conoce todo lo que pasa en este bosque.
Timo asintió emocionado.
—¡Vamos a buscar a Fórix! —exclamó.
Así que Vicky y Timo se dirigieron hacia el árbol más grande del bosque, donde vivía el búho Fórix. Al llegar, Vicky iluminó la entrada de la cueva del búho, haciendo que el lugar brillara con su luz cálida.
—¡Fórix! —llamó Vicky—. ¿Estás ahí?
Desde el interior, una voz profunda resonó.
—¡Siempre estoy aquí, pequeña hada! —dijo Fórix mientras salía de su hogar. Tenía plumas de un marrón dorado y ojos que parecían dos faros amarillos.
—Estamos buscando el carro de madera de mi amigo Timo. ¿Lo has visto? —preguntó Vicky llena de esperanza.
El búho se rascó la cabeza con una de sus alas y pensó por un momento antes de responder:
—Sí, lo vi volar con el viento hacia el río susurroso. Es un lugar mágico. Pero, cuidado, a veces hay cosas que no son lo que parecen en ese lugar.
Timo miró a Vicky, un poco asustado por lo que había dicho Fórix.
—No te preocupes, Timo —dijo Vicky con confianza—. Yo estaré contigo. ¡Vamos al río susurroso!
Y así, los dos se despidieron de Fórix y se pusieron en camino al río. Mientras caminaban, Vicky usaba su luz amarilla para iluminar el camino, lo que hizo que todo se viera más hermoso. Los árboles danzaban con la brisa, y los pájaros cantaban melodías suaves.
Finalmente, llegaron al río. Las aguas cristalinas reflejaban la luz del sol, y se oía el suave murmullo del agua fluyendo. Timo miró alrededor con curiosidad.
—¿Crees que el carro esté aquí? —preguntó tímidamente.
—Vamos a buscar —dijo Vicky, y comenzó a iluminar la orilla del río con su luz amarilla.
Mientras miraban bajo las piedras y los arbustos, de repente, un pez dorado saltó del agua y se acercó a ellos.
—¡Hola! ¿Por qué están tan tristes? —preguntó el pez con una sonrisa reluciente.
Timo le explicó la situación, y el pez, con su cola brillando como el oro, se rascó la cabeza.
—Ah, sí vi ese carro. Pero se ha convertido en parte de una broma de las ranas. Saltó del lado de la orilla y ahora está en su charca.
—¿Qué ranas? —preguntó Timo, mirando a Vicky con incertidumbre.
—Las ranas traviesas que viven en el charco cerca de aquí. Les encanta jugar con todo lo que pueden encontrar —respondió el pez dorado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.