Cuentos de Fantasía

La Maestra Raquel y los Niños Traviesos

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez en un pequeño pueblo, una escuela encantada donde la maestra Raquel enseñaba a sus alumnos. La maestra Raquel era una mujer amable y paciente, con rizos castaños y gafas que siempre reflejaban una chispa de sabiduría. Ella llevaba un vestido azul y una sonrisa que podía iluminar el día más oscuro.

En su clase había dos niños muy traviesos: Sofía y Luis. Sofía tenía el cabello largo y rubio, siempre vestía un vestido rosa, y le encantaba hacer bromas. Luis, con su cabello negro y corto, solía llevar una camiseta verde y unos jeans, y era el cómplice perfecto de Sofía en todas sus travesuras.

Un día, mientras la maestra Raquel estaba explicando una lección sobre el valor de la amistad, Sofía y Luis decidieron que sería divertido hacer una broma. Sofía lanzó una bola de papel a Luis, y él, riendo, la devolvió con más fuerza. La bola de papel voló por el aire y aterrizó justo en la cabeza de la maestra Raquel.

—¡Sofía, Luis! —exclamó la maestra Raquel, tratando de mantener la calma—. ¿Podrían, por favor, prestar atención?

Pero antes de que pudiera decir más, ocurrió algo mágico. De una esquina del salón, apareció un pequeño y peludo ser con ojos grandes y una sonrisa amigable. Era Bartoli, una criatura mágica que vivía en la escuela y se encargaba de mantener el orden y la armonía.

—¡Hola, Bartoli! —dijeron todos los niños a coro.

Bartoli se acercó a Sofía y Luis, moviendo su cola peluda.

—Hola, amigos. Parece que están teniendo un día muy divertido —dijo Bartoli con una sonrisa—. Pero recuerden, hay un tiempo para jugar y un tiempo para aprender.

Sofía y Luis bajaron la cabeza, sintiéndose un poco avergonzados. Sabían que Bartoli tenía razón. La maestra Raquel los observaba con una expresión comprensiva.

—Bartoli tiene razón, niños. Las bromas son divertidas, pero deben aprender a respetar a los demás y prestar atención en clase —dijo la maestra Raquel suavemente.

Bartoli chasqueó los dedos, y de repente, todo el salón se llenó de chispas mágicas. Los libros empezaron a flotar y las pizarras se llenaron de colores vivos. Los niños, asombrados, miraron a su alrededor con los ojos bien abiertos.

—Hoy les enseñaré una lección especial —dijo Bartoli—. Vamos a hacer un viaje mágico.

Con un movimiento de su mano, Bartoli creó un portal brillante en la pared del salón. Todos los niños, incluyendo a Sofía y Luis, lo miraron con asombro. La maestra Raquel sonrió, sabiendo que esto sería una gran lección para sus alumnos.

—Vamos, niños. Tomémonos de las manos y sigamos a Bartoli —dijo la maestra Raquel.

Uno a uno, los niños pasaron por el portal, entrando en un mundo fantástico. Se encontraron en un bosque encantado, lleno de árboles que susurraban canciones, flores que brillaban con colores intensos y criaturas mágicas que saltaban alegremente.

—¡Wow, esto es increíble! —dijo Sofía, mirando a su alrededor con asombro.

—Sí, nunca había visto algo así —añadió Luis, emocionado.

Bartoli los guió a través del bosque, mostrando las maravillas de ese lugar mágico. Pero también les enseñó algo importante. Vieron cómo las criaturas del bosque trabajaban juntas, ayudándose mutuamente y mostrando respeto y amabilidad.

—¿Ven, niños? —dijo Bartoli—. Este bosque es hermoso porque todos aquí se respetan y cuidan unos de otros. Ustedes pueden hacer lo mismo en su escuela.

Sofía y Luis se miraron, entendiendo el mensaje. Se dieron cuenta de que sus bromas, aunque divertidas, podían ser molestas y distraer a los demás. Decidieron que, al regresar a la escuela, se esforzarían por ser más considerados.

Después de pasar un rato explorando el bosque encantado, Bartoli los llevó de regreso a la escuela. El portal se cerró detrás de ellos y las chispas mágicas desaparecieron. La maestra Raquel miró a sus alumnos con orgullo.

—Espero que hayan aprendido una valiosa lección hoy —dijo la maestra Raquel—. La magia no solo está en los lugares fantásticos, sino también en cómo tratamos a los demás.

Sofía y Luis asintieron, sintiéndose agradecidos por la experiencia. Desde ese día, se esforzaron por ser mejores compañeros y estudiantes. Aunque seguían disfrutando de hacer bromas y divertirse, siempre se aseguraban de no interrumpir la clase y de respetar a los demás.

Bartoli seguía visitando la escuela de vez en cuando, trayendo con él un toque de magia y recordándoles la importancia de la amabilidad y el respeto. La maestra Raquel continuó enseñando con su infinita paciencia y sabiduría, sabiendo que sus alumnos no solo estaban aprendiendo lecciones académicas, sino también valores que los guiarían por el resto de sus vidas.

Y así, la escuela encantada se convirtió en un lugar donde la magia y el aprendizaje iban de la mano, y donde cada niño sabía que podía hacer la diferencia siendo amable y respetuoso. Sofía y Luis nunca olvidaron la lección que aprendieron en el bosque encantado y siempre recordaron que, con un poco de magia y mucho corazón, podían crear un mundo mejor.

Y colorín colorado, este cuento de fantasía se ha acabado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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