Había una vez, en un reino lleno de magia y encanto, una mamá llamada Mamá y su pequeño hijo Bastian. Mamá tenía el cabello largo y ondulado que brillaba bajo el sol, y siempre tenía una sonrisa tierna para Bastian, quien era un bebé muy curioso con ojos brillantes y un mechón de cabello que siempre parecía estar en el aire.
Un día soleado, Mamá decidió llevar a Bastian a explorar el bosque encantado cerca de su hogar. Ella lo tomó en sus brazos y juntos emprendieron una aventura maravillosa. El bosque estaba lleno de colores y sonidos mágicos: mariposas con alas brillantes revoloteaban por todas partes, y los pájaros cantaban melodías que parecían salidas de un cuento de hadas.
Mientras caminaban, Mamá le mostró a Bastian un río cristalino que brillaba como si estuviera lleno de estrellas. A lo largo del río, pequeñas hadas danzaban y reían, sus alas brillando con luces de colores. Mamá le dijo a Bastian:
—Mira, Bastian, estas son hadas. Ellas cuidan el río y las flores. Siempre están felices y llenas de energía.
Bastian, aunque era muy pequeño, se maravilló con las hadas y trató de tocar una de ellas, pero las hadas eran muy rápidas y esquivas. Mamá rió suavemente y continuaron su paseo. Más adelante, encontraron un grupo de animales que hablaban entre sí. Había conejos, ardillas y un pequeño zorro, todos conversando alegremente.
Mamá se inclinó hacia Bastian y le susurró:
—Estos animales son nuestros amigos. Siempre debemos ser amables con ellos y escucharlos, porque tienen muchas historias que contar.
Los animales notaron a Mamá y Bastian, y uno de los conejos se acercó para saludar.
—¡Hola! —dijo el conejo—. ¿Qué los trae por aquí en un día tan hermoso?
Mamá sonrió y respondió:
—Estamos explorando el bosque y enseñándole a Bastian sobre la magia que nos rodea.
El conejo asintió con entusiasmo y les mostró un sendero que llevaba a un claro lleno de flores que cambiaban de color al ritmo del viento. Bastian estaba fascinado, sus ojitos se abrían de par en par mientras intentaba agarrar las flores que parecían bailar a su alrededor.
Mientras Mamá y Bastian disfrutaban del paisaje, una suave brisa trajo consigo el aroma dulce de las frutas. Mamá señaló un árbol cargado de manzanas doradas.
—Esas son manzanas mágicas, Bastian. Dicen que si comes una de ellas, siempre recordarás los momentos felices.
Mamá tomó una de las manzanas y la partió, dándole a Bastian un pequeño trozo. Bastian probó la fruta y su carita se iluminó con una sonrisa de pura alegría. Mamá también comió un pedazo, y juntos rieron y disfrutaron de la magia del momento.
Continuaron su camino y llegaron a una cueva que emitía una luz suave y acogedora. Dentro de la cueva, había cristales que brillaban en todos los colores del arcoíris. Mamá le explicó a Bastian:
—Estos cristales son muy especiales. Guardan la luz del sol y la luna, y nos recuerdan que siempre hay luz, incluso en la oscuridad.
Bastian estaba encantado con los cristales y trató de tocar uno, pero Mamá le recordó que debían ser cuidadosos con la magia del bosque. Saliendo de la cueva, encontraron un campo lleno de mariposas gigantes que se posaban suavemente en las flores y en sus manos.
Mamá le cantó a Bastian una canción sobre las mariposas y cómo llevaban sueños y deseos a lugares lejanos. Bastian, escuchando la dulce voz de su mamá, se sintió seguro y amado, rodeado por la belleza del mundo mágico.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, Mamá y Bastian llegaron a la cima de una colina desde donde podían ver todo el bosque. Los colores del atardecer pintaban el cielo de tonos rosados, naranjas y dorados. Mamá se sentó en la hierba con Bastian en su regazo y le dijo:
—Este es nuestro hogar, Bastian. Un lugar lleno de magia, amor y aventuras. Siempre recuerda que la magia está en todas partes, y que juntos podemos descubrirla.
Bastian miró a su mamá con admiración y cariño, sabiendo que cada día con ella era una nueva oportunidad para explorar y aprender. Y así, Mamá y Bastian regresaron a casa, con sus corazones llenos de la magia del bosque encantado.
Y así terminó su día de aventuras, pero sabían que habría muchos más por venir. Porque en el reino mágico donde vivían, cada día era una nueva oportunidad para descubrir algo maravilloso y compartirlo juntos.
Fin
Cuentos cortos que te pueden gustar
Caperucita en el Futuro: Un Viaje Tecnológico de Peligros y Aventuras en un Mundo de Videojuegos
La Aventura del Ogro Orlando y el Enigmático Reino de las Vocales Perdidas
El Regreso de la Amistad
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.