En un pequeño pueblo, donde las estrellas parecían brillar con más intensidad que en cualquier otro lugar, vivía una niña llamada Lúa. Lúa era una niña curiosa, siempre miraba al cielo estrellado y se preguntaba si había algo más allá de lo que sus ojos podían ver. Un día, mientras exploraba el sótano de su abuela, encontró un viejo telescopio cubierto de polvo. La abuela le contó que ese telescopio pertenecía a su abuelo, quien siempre soñó con viajar entre las estrellas.
Intrigada, Lúa decidió limpiarlo y usarlo esa misma noche. Al caer la tarde, se subió al tejado de su casa, con el telescopio apuntando hacia el infinito. Con cada vistazo al cielo, Lúa se maravillaba más y más. Las estrellas parecían danzar, y las constelaciones contaban historias que eran solo propias de ella.
De repente, algo inusual sucedió. Mientras miraba a través del telescopio, una estrella muy brillante comenzó a parpadear, y Lúa sintió que algo la atraía hacia ella. Al guiñar un ojo, se dio cuenta que estaba siendo absorbida por un remolino de luz. Sin poder hacer nada para evitarlo, Lúa fue arrastrada hacia el universo de los sueños.
Cuando finalmente aterrizó, se encontró en un lugar mágico donde los colores eran más vivos que los de su mundo. El suelo estaba cubierto de flores multicolores que cantaban dulces melodías. Lúa no sabía dónde estaba, pero se sentía feliz y emocionada. De pronto, una figura apareció ante ella. Era un pequeño dragón de escamas brillantes y ojos que reflejaban la luz de las estrellas.
—Hola, Lúa —dijo el dragón con una voz suave y melodiosa—. Soy Draki, el guardián de este lugar. Bienvenida al Universo de los Sueños.
—¿Universo de los Sueños? —preguntó Lúa, con los ojos desbordantes de curiosidad—. ¿Qué es este lugar?
—Es un mundo donde los sueños cobran vida, donde la imaginación vuela libre —respondió Draki—. Aquí, cada estrella representa un sueño, y cuando brillan, significan que alguien está soñando en el mundo humano. ¡Vamos! Te mostraré todo lo que hay aquí.
Lúa, emocionada, siguió a Draki. Juntos, pasearon por praderas de algodón de azúcar, donde los árboles daban frutos de chocolate y las nubes eran suaves almohadas. A medida que exploraban, Draki le habló de los sueños de muchos niños que habían pasado por allí. Cada niño tenía un sueño único, y era su trabajo ayudar a que esos sueños se volvieran realidad.
Al llegar a una colina, Lúa vio un brillante árbol en el centro de un valle. Sus ramas estaban llenas de estrellas titilantes, y en la base del árbol, un grupo de pequeños duendes estaban tratando de alcanzar las estrellas más altas, pero no podían.
—¿Quiénes son ellos? —preguntó Lúa, señalando a los duendes.
—Son los Duendecillos de los Sueños. Ellos cuidan de las estrellas, pero están en apuros porque les falta un poco de magia para alcanzarlas —explicó Draki—. Si logramos ayudarles, quizás puedan hacer un gran deseo.
Lúa sintió en su corazón que quería ayudar. Con sus manos, recogió algunas flores que crecían cerca y las puso en el suelo. Al instante, comenzaron a brillar y a elevarse por el aire, creando un camino hacia las estrellas.
Los duendecillos miraron con asombro y, con sonrisas, comenzaron a subir por el camino de flores. Al llegar a las estrellas, comenzaron a bailar y a hacer música, llenando el universo de melodías alegres. Lúa observaba, maravillada.
De pronto, un duende se acercó y le agradeció a Lúa por su ayuda. —Eres muy valiente y amable, Lúa. Te deseamos lo mejor. A decir verdad, lo que más deseamos es que nunca olvides tus sueños y que siempre luches por ellos.
Lúa sonrió, y mientras lo hacía, sintió una chispa en su corazón. ¿Qué tal si ella también hacía un deseo? Cerró los ojos y pensó con fuerza en su deseo más profundo: quería que la creatividad y la magia nunca dejasen de brillar en su vida.
Justo en ese momento, las estrellas comenzaron a brillar aún más intensamente, y Lúa sintió que estaba siendo envuelta en un cálido abrazo de luz. Draki se volvió hacia ella y le dijo:
—Tu deseo ha sido escuchado. La magia siempre estará contigo, Lúa. Solo debes recordar que cada vez que sueñas, puedes compartir tus sueños con el mundo.
Al caer la noche, Lúa sabía que era hora de regresar a casa. Con un ligero movimiento de su mano, Draki hizo aparecer un portal de luz que la llevaría de vuelta al tejado de su casa.
—Recuerda siempre que la magia está dentro de ti —le dijo Draki mientras se despedían.
Lúa atravesó el portal con el corazón lleno de emoción y esperanza. Al volver a su casa, se sentó en el tejado y miró las estrellas. Sabía que cada vez que soñara y creyera en sí misma, podría regresar al Universo de los Sueños.
Desde entonces, Lúa nunca dejó de soñar. Cada estrella era un recordatorio de su mágica aventura. Y así, en su pequeño pueblo, ella siguió explorando, creando y luchando por sus sueños, porque comprendió que la verdadera magia reside en el corazón de aquellos que nunca dejan de soñar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.