Era la época más maravillosa del año en la ciudad de Villa Alegría. Las luces brillaban en cada rincón, los árboles estaban adornados con esferas de colores y un aire de magia flotaba por todas partes. Alexander, un chico de 14 años con un espíritu aventurero, estaba especialmente emocionado por la llegada de la Navidad. Era su época favorita, llena de risas, regalos y momentos inolvidables con sus amigos.
Ese año, Alexander decidió que quería hacer algo diferente. “¿Y si organizamos una búsqueda del tesoro navideña?”, propuso un día en la escuela mientras hablaba con su mejor amigo, Santiago, que tenía 15 años y siempre tenía una broma lista. “¡Eso suena épico! Pero, ¿qué hay de las pistas? No quiero que terminemos buscando entre las sobras de la cena”, respondió Santiago riendo.
“Podríamos pedir ayuda a Carla”, sugirió Alexander. “Ella siempre tiene las mejores ideas”. Carla, de 13 años, era una chica brillante con una imaginación desbordante. Cuando se reunieron en casa de Alexander, comenzaron a planear cada detalle de su búsqueda del tesoro.
“Vamos a hacer que sea mágica”, dijo Carla, iluminando la habitación con su entusiasmo. “Podríamos esconder las pistas en lugares significativos de nuestra ciudad, donde tengamos buenos recuerdos”.
Santiago, con su típico humor, agregó: “¡Como el parque donde nos encontramos por primera vez y donde también hicimos el ridículo tratando de patinar en hielo!” Todos rieron, recordando sus torpezas.
Una vez que organizaron el plan, decidieron que el gran día de la búsqueda sería el 24 de diciembre, justo antes de la cena de Navidad. El día llegó y todos estaban emocionados. Alexander y sus amigos se pusieron gorros de Navidad y se dirigieron al parque, donde había una gran multitud de familias disfrutando de la celebración.
Mientras tanto, los padres de Alexander, María y Pedro, preparaban la cena en casa, llenando el aire con el delicioso olor de pavo y pastel de frutas. “¿Dónde estarán esos chicos? No pueden tardar tanto”, dijo María, preocupada, pero Pedro le respondió: “Deja que disfruten de su tiempo. Este es un día especial para ellos”.
Cuando Alexander, Santiago y Carla llegaron al parque, se encontraron con un ambiente festivo. Las luces parpadeaban y los villancicos sonaban en el aire. “¡Listo para la aventura!” gritó Alexander, sintiéndose como un verdadero explorador.
La primera pista los llevó a una antigua fuente en el parque, donde habían pasado muchas tardes jugando. “La pista debe estar cerca”, dijo Carla mientras miraba a su alrededor. Después de unos minutos, encontraron una pequeña caja escondida detrás de la fuente. Dentro había una nota que decía: “En el lugar donde los sueños vuelan y los amigos se encuentran”.
“¡Eso es el lago donde lanzamos nuestros barcos de papel el verano pasado!”, exclamó Santiago. Corrieron hacia el lago, riendo y hablando de cómo sus barcos nunca llegaban muy lejos. Al llegar, encontraron otra caja, esta vez más grande.
Mientras abrían la caja, de repente apareció un grupo de chicos de otra escuela, burlándose de ellos. “¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Creen que pueden ganarnos en la búsqueda del tesoro?” Uno de ellos, llamado Mateo, se rió.
Alexander, sintiéndose desafiado, respondió: “No estamos compitiendo, solo estamos disfrutando. La Navidad se trata de compartir y celebrar con amigos”. Mateo frunció el ceño, pero no dijo nada más. “¡Vamos, chicos! No dejemos que eso nos arruine el día”, dijo Carla, siempre optimista.
Siguieron con su búsqueda, que se volvió aún más emocionante. La siguiente pista los llevó a la biblioteca, donde habían pasado muchas horas leyendo y soñando. Allí, encontraron un libro antiguo que contenía una pista que los guiaba a la casa de la abuela de Alexander.
Cuando llegaron a la casa de la abuela, el lugar estaba decorado con guirnaldas y luces. La abuela los recibió con una gran sonrisa y les dijo: “Chicos, aquí hay una tradición navideña. Cada año, escondo un regalo especial. Ustedes deben encontrarlo para obtener su siguiente pista”.
Los ojos de Alexander se iluminaron. “¿Un regalo? ¡Genial!” La abuela les dio algunas pistas y, tras un rato de búsqueda, encontraron una caja envuelta en papel brillante bajo el árbol de Navidad.
Al abrirla, se dieron cuenta de que contenía tres pulseras de colores brillantes con la palabra “Amistad” grabada en ellas. “Esto es perfecto para nosotros”, dijo Alexander, mientras sus amigos asentían, sabiendo que ese regalo simbolizaba su fuerte amistad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.