Todo comenzó una tarde de verano, cuando el sol aún brillaba alto en el cielo y el aire estaba cálido. Yo, Ediel, siempre he sido curioso, y aquel día no fue diferente. Mientras miraba las nubes blancas que flotaban lentamente sobre mi cabeza, me pregunté qué más podría haber allá arriba. Sabía que además del sol, las nubes, la luna y las estrellas, debía haber algo más, algo que todavía no había descubierto.
—Mamá —dije con entusiasmo—, ¿me podrías comprar un telescopio? Quiero explorar el cielo y descubrir nuevas aventuras.
Mi mamá me miró con una sonrisa cálida y asintió. Unos días después, llegó el telescopio. Era más grande de lo que imaginaba, y sus lentes parecían abrir la puerta a un nuevo mundo. Esa misma noche, decidí que era el momento perfecto para probarlo. El cielo estaba despejado, y la luna llena iluminaba todo el patio.
Coloqué el telescopio junto a la ventana de mi habitación y comencé a explorar. Cuando miré a través del lente, un sinfín de estrellas apareció ante mis ojos, más de las que jamás había visto. Algunas eran pequeñas y parpadeaban tímidamente, mientras que otras brillaban como si fueran faros en la oscuridad. Me quedé maravillado, pero justo en ese momento, algo increíble sucedió. Vi una estrella fugaz surcando el cielo.
—¡Ohhh! —exclamé con emoción.
Sabía lo que debía hacer. Cerré los ojos y, con todas mis fuerzas, pedí un deseo. Deseé una hermosa familia, muchos juguetes, nuevos amigos y tantas aventuras como pudiera imaginar. Al terminar, abrí los ojos y observé cómo la estrella desaparecía en el horizonte.
La emoción me impidió dormir bien esa noche. Al día siguiente, todo parecía igual, pero en el fondo sabía que algo especial había comenzado. Así que esa noche volví a mi telescopio, ansioso por explorar más. Esta vez, la luna era lo más impresionante en el cielo. Estaba tan brillante y redonda que parecía un enorme farol suspendido en el espacio.
Cuando apunté el telescopio hacia ella, me di cuenta de algo peculiar. En su superficie, pude distinguir sombras oscuras, como si hubiera montañas y valles. ¿Qué habría en la luna? ¿Sería posible que alguien viviera allí?
Con cada noche que pasaba, mi curiosidad crecía. A veces, veía pequeños destellos en la luna, como si algo o alguien se moviera en su superficie. Y aunque no estaba seguro de lo que veía, esas sombras alimentaban mi imaginación.
Comencé a imaginar que la luna era un reino mágico, lleno de seres extraordinarios que se escondían durante el día y solo salían cuando el cielo estaba despejado y la luna brillaba con todo su esplendor. En mi mente, construí historias de criaturas con alas de plata que volaban entre los cráteres y castillos hechos de polvo lunar que brillaban como diamantes bajo las estrellas.
Una noche, mientras observaba la luna, algo diferente llamó mi atención. Unas luces titilantes aparecieron en el borde de la luna, como si estuvieran formando palabras. Parpadeaban en un patrón que casi parecía un mensaje. Intenté descifrarlo, pero no pude. Sin embargo, eso no detuvo mi imaginación. Me convencí de que aquellos eran saludos de los habitantes de la luna, invitándome a descubrir más de su mundo.
—Mamá, ¿crees que haya algo más en el cielo además de lo que conocemos? —le pregunté al día siguiente mientras desayunábamos.
—El cielo está lleno de misterios, Ediel —me respondió con una sonrisa—. Nunca se sabe qué podrías encontrar si miras lo suficientemente cerca.
Eso solo me emocionó más. Cada noche, exploraba el cielo con mi telescopio, descubriendo nuevas estrellas, constelaciones y planetas que parecían pequeñas joyas flotando en el espacio. El universo se sentía tan vasto y lleno de secretos, y yo estaba decidido a desentrañarlos todos.
Pasaron las semanas, y cada noche era una nueva aventura. Una de mis noches favoritas fue cuando descubrí lo que parecía ser una pequeña nebulosa. Era como una nube de colores, mezclándose entre el púrpura, azul y rosa. Parecía un lugar sacado de un sueño, y me imaginé flotando entre esas nubes de colores, descubriendo planetas desconocidos.
La noche en que ocurrió algo realmente extraordinario fue una noche sin luna. El cielo estaba oscuro, pero las estrellas brillaban con una intensidad especial. Mientras ajustaba el telescopio para ver mejor, noté algo diferente. En el horizonte, una luz se movía lentamente. No era un avión ni una estrella fugaz. Era una luz tenue que parecía acercarse cada vez más.
Al mirar más de cerca, me di cuenta de que no era una estrella o un planeta. Era algo completamente nuevo. La luz seguía moviéndose, y de repente, se detuvo justo en el centro de mi vista. En ese momento, sentí que mi corazón latía más rápido. ¿Qué estaba viendo?
De pronto, la luz parpadeó, y como si estuviera respondiendo a mi curiosidad, emitió un pequeño destello. Luego, desapareció en el espacio. Me quedé boquiabierto, sin palabras. ¿Acaso había sido testigo de algo mágico? ¿Un saludo desde algún rincón lejano del universo?
Después de esa noche, mi fascinación por el cielo creció aún más. Cada vez que miraba a través de mi telescopio, sentía que había un mundo infinito de aventuras esperándome. Y aunque nunca supe exactamente qué era esa luz, me gusta pensar que fue una señal, una invitación a seguir explorando.
Ahora, cada vez que miro al cielo, recuerdo que el universo está lleno de misterios y que cada estrella, cada planeta y cada rincón del espacio tiene su propia historia. Y aunque aún soy joven, sé que siempre habrá algo nuevo que descubrir, algo que me llevará a soñar más allá de las estrellas.
Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
Guardianes del Destino: El Cristal de la Luz
El Bosque de los Sueños
Roli, Papá Rolando y el Perrito Kailon en el Bosque Mágico
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.