Había una vez, en un lugar muy lejano, una gigante llamada Lola. Ella era muy grande. Enorme. ¡Gigantesca! Pero aunque su tamaño era impresionante, Lola era conocida por su bondad y su espíritu aventurero. No le tenía miedo a nada y siempre buscaba nuevos retos en el mundo mágico donde vivía.
Lola vivía en un hermoso bosque lleno de árboles altos, flores coloridas y criaturas mágicas. Había hadas que revoloteaban de flor en flor, animales que hablaban y pequeños duendes que siempre estaban tramando alguna travesura. Todos en el bosque conocían y querían a Lola porque ella siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara.
Cada mañana, Lola se despertaba con una sonrisa y salía a explorar. A veces, ayudaba a las hadas a recoger polen de las flores más altas, otras veces jugaba con los conejitos que vivían en el bosque, y en ocasiones, se embarcaba en grandes aventuras para descubrir lugares nuevos y emocionantes. Iba y venía, y nunca sabíamos cuándo volveríamos a verla. Pero siempre traía maravillosos recuerdos y emocionantes historias de sus viajes.
Un día, Lola decidió que quería ver lo que había más allá de las montañas que rodeaban el bosque. «Voy a ir a ver qué hay al otro lado», dijo a sus amigos. Las hadas, los animales y los duendes la despidieron con alegría y le desearon buena suerte. Sabían que Lola era valiente y que siempre encontraba el camino de vuelta a casa.
Los días pasaron y Lola no regresaba. Los animales del bosque comenzaron a preocuparse. «¿Dónde estará Lola?» se preguntaban. Las hadas revoloteaban nerviosas, y los duendes dejaron de hacer travesuras, pues echaban mucho de menos a su amiga gigante.
Pasó más tiempo y Lola seguía sin regresar. Los amigos del bosque se reunieron para hablar sobre qué podrían hacer. «¿Deberíamos ir a buscarla?» preguntó un conejo. «Pero las montañas son muy altas y peligrosas», respondió un hada. «Lola es fuerte y valiente, seguro que está bien», dijo un duende, tratando de tranquilizar a todos, aunque también estaba preocupado.
El tiempo seguía pasando y la ausencia de Lola se hacía cada vez más notoria. «¿Te acuerdas de Lola?» decían algunos. «Sí, la gigante amable que siempre nos ayudaba», respondían otros. Pero, poco a poco, parecía que todos comenzaban a olvidar cómo era su querida amiga.
Un día, mucho tiempo después, cuando ya casi todos habían perdido la esperanza, algo increíble sucedió. Desde el horizonte, una figura enorme comenzó a acercarse. Era Lola, más grande y radiante que nunca. Llevaba con ella un montón de historias maravillosas y recuerdos de lugares fantásticos.
Lola contó a sus amigos del bosque todo lo que había visto y vivido. Había cruzado las montañas y descubierto un valle lleno de flores gigantes que nunca había visto antes. Había conocido a otras criaturas mágicas y aprendido nuevas canciones y juegos. Pero, sobre todo, había aprendido cuánto extrañaba a sus amigos y su hogar en el bosque.
Los amigos de Lola estaban emocionados de tenerla de vuelta. «¡Lola, cuéntanos más sobre tus aventuras!» decían las hadas. «Sí, sí, cuéntanos más», repetían los animales y los duendes. Lola se sentó en el claro del bosque y comenzó a relatar sus historias, mientras todos la escuchaban con atención.
Lola también les explicó que, aunque había disfrutado mucho de sus aventuras, siempre llevaba en su corazón a sus amigos y el hermoso bosque. Les dijo que había aprendido que, aunque era importante explorar y conocer nuevos lugares, siempre era maravilloso tener un hogar al que regresar.
Desde entonces, Lola continuó sus aventuras, pero siempre regresaba a su bosque. Y cada vez que volvía, traía consigo nuevas historias y experiencias que compartía con sus amigos. El bosque estaba lleno de risas y alegría, y todos aprendieron a valorar más a su gigante amiga.
Y así, Lola, la gigante amable, siguió siendo un símbolo de valentía y amistad para todos los habitantes del bosque. Y aunque a veces se iba lejos, siempre regresaba, porque sabía que su verdadero hogar estaba allí, entre los árboles altos, las flores coloridas y los amigos que tanto la querían.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.