Cuentos de Fantasía

Noche de Magia y Abrazos Festivos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era una fría noche de diciembre en la pequeña ciudad de Villa Brillante, donde la nieve caía suavemente sobre los tejados y las luces del pueblo parpadeaban como estrellas. En una acogedora casa, donde el olor a galletas recién horneadas llenaba el aire, vivían tres amigos inseparables: Israel, Catalina y su perro, un energético cocker spaniel llamado Copito.

Israel, un niño de ojos brillantes y cabello desordenado, tenía una gran pasión por la aventura. Siempre estaba buscando razones para explorar y descubrir nuevos secretos. Catalina, su mejor amiga, era más cautelosa y meticulosa, pero juntos equilibraban sus personalidades. Mientras que Israel era impulsivo, ella siempre pensaba dos veces antes de actuar. Copito, por su parte, tenía un espíritu aventurero sin igual. Siempre corría detrás de cualquier oportunidad que le diera un poco de emoción.

Una noche, cuando los tres amigos estaban mirando una película navideña y disfrutando de las galletas que habían horneado, escucharon un fuerte golpe en la puerta. Israel, emocionado por la sorpresa, se levantó de un salto y corrió hacia la entrada. Al abrir la puerta, quedó boquiabierto. Delante de él estaba Papá Noel, con su clásico traje rojo y una barba esponjosa como la nieve. Sin embargo, no estaba solo. A su lado había un pequeño elfo con orejas puntiagudas y una gran sonrisa.

—¡Ho, ho, ho! —rió Papá Noel—. ¡Hola, jóvenes aventureros! Me alegra ver a tantos amigos rebosantes de alegría navideña.

—¡¿Papá Noel?! —exclamó Israel, su voz llena de asombro—. ¿Qué haces aquí?

—He venido a pedir su ayuda —dijo Papá Noel, inclinándose ligeramente hacia adelante—. En el taller de juguetes de Elfos, hemos tenido un problema en la lista de regalos, y necesito que ustedes me ayuden a solucionarlo.

Catalina, intrigada, se acercó a la puerta. —¿Qué tipo de problema?

—Los elfos han sido atrapados en un mundo de fantasía donde los juguetes cobran vida. Para ir allí, necesito un corazón puro y valioso, como el de ustedes. —Papá Noel extendió la mano hacia el pequeño elfo—. Este es Zippy, y será su guía.

La emoción invadió a Israel. ¡Una aventura mágica! —¡Claro que sí! ¿Qué necesitamos hacer?

—Primero, deberán encontrar el portal que conecta nuestra realidad con el mundo de los juguetes. Solo se activará al caer la nieve, así que no tienen mucho tiempo. Luego, una vez que lleguen allí, deberán liberar a los elfos de su hechizo.

Catalina, aunque un poco escéptica, no podía resistir la tentación de vivir una aventura. —¿Y cómo sabremos dónde está el portal?

Zippy, el elfo, sonrió con complicidad. —El portal aparece en el lugar más inesperado, pero siempre cerca de la alegría. Síganme, tengo un mapa mágico.

Copito, que había estado moviendo su cola con entusiasmo, dio un salto hacia adelante. Era el primero en querer iniciar la aventura. Papá Noel les dio una galleta mágica para que se mantuvieran saludables y felices en su viaje, y con eso, el cuarteto salió de casa rumbo hacia el parque del pueblo.

Mientras caminaban, la nieve caía con mayor intensidad, creando un manto blanco y brillante. Las luces del parque, adornadas con cintas y lazos, reflejaban colores vivos en el suelo. Zippy tenías que guiarlos, y se movía rápidamente, saltando de un lado a otro, llenando el aire con risas y luces.

—¡Aquí está! —gritó Zippy, señalando a un gran árbol de Navidad que parecía aún más mágico entre la nevada. Allí, al pie del árbol, estaba un destello de luz que se intensificaba.

Israel, Catalina y Copito se acercaron curiosos. Zippy se inclinó y tocó un espacio en el suelo, donde un círculo brillaba con un resplandor dorado. —Al entrar, su corazón debe desear la alegría. ¡Hagan una cadena!

Se tomaron de las manos, y mientras todos pensaban en momentos felices, el portal comenzó a girar, creando un vórtice de colores entre ellos. Con un suspiro de emoción, se lanzaron dentro y, de repente, se sintieron como si estuvieran volando a través de un túnel brillante.

Cuando aterrizaron, se encontraron en un mundo completamente diferente. Todo era fantástico: árboles altos con ramas de caramelos, ríos de chocolate y montañas de galletas. Juguetes de diferentes formas y tamaños caminaban, hablaban y jugaban. Había muñecos de nieve que hacían competencias de tirarse bolas de nieve y osos de peluche que organizaban carreras.

—¡Estamos en el mundo de los juguetes! —gritó Israel emocionado.

Catalina miró a su alrededor con los ojos abiertos como platos. —¡Esto es increíble!

Zippy sonrió y les explicó. —Los elfos fueron atrapados aquí por un hechizo de un mago malvado llamado Tempus. Él odia la alegría y quiere que todos los días sean aburridos. Si encuentran el Cáliz de la Alegría, podrán liberar a los elfos y devolver la felicidad a este mundo.

—¿Y dónde lo encontramos? —preguntó Copito, que parecía que podía sentir la aventura en el aire.

—Deberán enfrentarse a algunos desafíos, pero les doy un consejo: deben ayudarse entre ustedes y nunca perder la fe en la alegría —dijo Zippy mientras los guiaba.

Caminaron juntos, cruzando ríos de chocolate y evitando juguetonas trampas de galletas que intentaban atraparlos. En el camino, se encontraron con un grupo de juguetes que les contaron que algunos de sus amigos estaban desaparecidos. Los amigos se ofrecieron a ayudarles a buscarlos, y pronto formaron un gran grupo. Vieron a un caballero de plástico que había perdido su espada y a una muñeca que había extraviado su vestido. Medicina de sonrisas, ayudaron a cada uno a encontrar lo que necesitaba, y a cambio, los juguetes les dieron pistas sobre el Cáliz de la Alegría.

—Se encuentra en lo más alto de la Montaña de los Deseos, —dijo un oso de peluche con mucha sabiduría. —Pero Tempus protege su lazo con un acertijo muy antiguo.

Finalmente, después de un tiempo de ayudar a otros y unirse a una gran troupe de juguetes, Israel, Catalina, Zippy y Copito, comenzaron su ascenso hacia la montaña. Subieron con determinación y se rieron de las travesuras que habían vivido. Cada broma y cada error que cometían les hacían más fuertes como equipo.

Cuando llegaron a la cima de la montaña, se encontraron con Tempus, un hombre de aspecto sombrío con una túnica negra y una mirada fría. —¿Qué los trae aquí? —preguntó, divertido al ver a los niños con sus juguetes.

—Vine a hacer que todos sean felices de nuevo —dijo Israel, con valentía.

—¿Y crees que puedes hacerlo? —la voz de Tempus resonó en el aire.

—¡Lo haremos! —exclamó Catalina. —¡La alegría no es solo un regalo, es un deseo!

Tempus sonrió con malignidad. —Entonces deberán resolver mi acertijo: «Cuanto más das, más grande se vuelve. ¿Qué es?»

Todos se miraron y comenzaron a pensar. Zippy estaba particularmente concentrado, cuando de repente Copito ladró bruscamente. Era como si estuviera intentando decir algo.

—¡La alegría! —gritó Israel, saltando emocionado. —¡Cuanto más das, más grande se vuelve!

Tempus, sorprendido, se cruzó de brazos. Pero pronto una risita escapó de sus labios. —Tienes razón, pequeño. Pero, ¿y si no están listos para el regalo que desean?

En ese instante, Zippy se interpuso valientemente. —¡La alegría nos une! No importa lo que estés haciendo, siempre podemos recuperar la felicidad.

Con eso, Tempus se dio cuenta de que estaba sometido a un hechizo de soledad, que siempre lo había hecho sentirse triste y vacío. Algo en su corazón se movió, y, en vez de intentar defender su poder, sonrió. —Quizás he sido demasiado duro.

Catalina se acercó. —Podemos compartir la alegría contigo, si tú así lo deseas.

Tempus, conmovido por la bondad de los niños, decidió liberar el Cáliz de la Alegría. Con un movimiento de su mano, apareció sobre una roca resplandeciente, un objeto dorado con un brillo especial. Pero, al acercarse, comprendieron que el cálice sólo podía ser alcanzado por aquellos que realmente quisieran compartir la felicidad.

—¡Vamos, todos juntos! —ordenó Israel, tomando las manos de sus amigos y de los juguetes. Se proyecto una energía cálida y clara que envolvió a cada uno de ellos.

De repente, todo brilló intensamente, y el Cáliz de la Alegría se iluminó con colores vibrantes. Tempus, en un acto de redención, se unió a ellos. En ese mágico momento, el poder de la amistad y la alegría inundó el lugar y liberó a los elfos.

Papá Noel había llegado, junto a todos los elfos sonriendo y felices. —¡Lo han logrado! —exclamó mientras abrazaba a cada uno de ellos, incluyendo a Tempus, que había cambiado.

Zippy hizo una reverencia, y todos dieron gracias por la felicidad que habían recuperado. Papá Noel extendió sus brazos. —Ahora es momento de celebrar. Cuanto más se comparte, más se recibe.

De esa manera, todos festejaron la alegría, bailando y riendo, mientras el viento esparcía los ecos de felicidad por todo el mundo de los juguetes. Israel, Catalina y Copito se sintieron felices de haber ayudado. Pero no solo eso, también habían aprendido que la alegría se multiplica al compartirla.

Papá Noel se despidió con un guiño alegre y prometió que todos siempre estarían juntos. Cuando los amigos regresaron a Villa Brillante, miraron las estrellas y sonrieron, sabiendo que habían creado recuerdos inolvidables.

Así, el espíritu de la Navidad y la magia de la amistad llenaron sus vidas. Recordaron que en cualquier lugar donde haya amor, la alegría siempre brillará. Y siempre, como en esos momentos especiales, los abrazos festivos los unían aún más. Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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