En un reino alejado entre montañas y ríos plateados, existía un bosque mágico llamado Verdela, donde los árboles susurraban secretos y los animales hablaban. En este encantado lugar vivía una Dama, conocida por todos como la Dama de los Animales. Ella tenía un vínculo especial con todos los habitantes del bosque, y cuidaba de ellos como una madre cuida de sus hijos.
Una mañana soleada, mientras la Dama recorría los senderos del bosque, encontró a Sheina, una joven elfa con cabellos dorados y ojos chispeantes de curiosidad. Sheina era conocida por su amor por la naturaleza y su habilidad para comunicarse con las plantas. La Dama sonrió al ver a Sheina y se le acercó.
—¡Buenos días, Sheina! —saludó la Dama—. ¿Qué aventuras te traen hoy por el bosque?
—¡Buenos días, Dama! Estoy buscando flores mágicas que solo crecen en el corazón del bosque. Dicen que tienen el poder de curar cualquier enfermedad —respondió Sheina con entusiasmo.
La Dama asintió. Ella sabía que esas flores eran muy poderosas, pero también, en manos equivocadas, podían causar grandes problemas. Mientras conversaban, apareció Blanquita, un pequeño conejo de pelaje blanco que siempre estaba lleno de energía.
—¡Hola! ¡Hola! —saltó Blanquita—. ¿De qué están hablando? ¿Sobre flores mágicas? ¡Quiero ayudar!
—¡Claro que sí, Blanquita! Mientras más, mejor —dijo la Dama—. Pero debemos tener cuidado. Las flores crecen cerca de la montaña de la Oscuridad, donde habita un dragón muy protector.
Sheina, aunque un poco asustada, afirmó:
—Si el dragón está allí, probablemente no dejará que lleguemos hasta las flores. Pero quizás haya una manera de conseguirlas sin enfrentarnos a él.
En ese momento, de entre los árboles apareció Magi, una brillante hada dorada con alas relucientes y un espíritu juguetón. Magi tenía fama de ser sabia y astuta; siempre encontraba la forma de resolver los problemas de los demás.
—¿Qué les preocupa, amigas? —preguntó Magi, ladeando su cabeza con interés.
Blanquita, emocionado, explicó la situación. La Dama y Sheina también compartieron sus ideas. Magi pensó por un instante antes de sonreír.
—Tengo una idea. ¿Qué tal si organizamos un gran festín en el bosque? Podemos invitar al dragón. Si le gusta la comida que hacemos, quizás se vuelva amigable y nos permita acceder a las flores.
—¡Esa es una genial idea! —exclamó Blanquita—. Podemos preparar muchas delicias.
Y así, las cuatro amigas se pusieron manos a la obra. Recogieron frutas, verduras y flores silvestres. Sheina usó su magia para darle un toque especial a cada platillo. La Dama se encargó de poner la mesa con hojas grandes y flores de colores, creando un ambiente hermoso. Blanquita y Magi volaron de un lado a otro, asegurándose de que todo estuviera perfecto.
Cuando todo estuvo listo, enviaron un mensaje al dragón, invitándolo al festín. La Dama se sentó en un claro del bosque con sus amigas, esperando con nerviosismo la llegada del dragón. Tras un rato, el oscuro dragón apareció, con sus enormes alas extendidas, haciendo que el viento soplara fuertemente. A pesar de su tamaño y apariencia, el dragón tenía un brillo curioso en sus ojos.
—¿Cuál es la razón de esta invitación? —rugió, su voz retumbando entre los troncos del bosque.
La Dama, con un tono amable, respondió:
—Querido dragón, hemos preparado un festín en tu honor. Todos en el bosque te consideran un protector, y queremos celebrar tu fuerza y valor.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.