Había una vez, en un bosque mágico lleno de flores brillantes y árboles altos, un conejo llamado Pollollon. El conejito tenía cinco años y su pelaje era suave y blanco como la nieve. Siempre llevaba un pequeño lazo azul alrededor de su cuello, lo que le daba un aire muy elegante. Pollollon vivía en una acogedora madriguera bajo un gran roble, rodeado de amigos y mucha naturaleza.
Cada mañana, Pollollon se despertaba con el canto de los pájaros y el brillo del sol filtrándose entre las hojas. Un día, mientras exploraba cerca de su madriguera, encontró algo muy especial: una pequeña llave dorada. Pollollon, con su gran curiosidad, decidió investigar para qué servía aquella llave tan bonita. «¿Qué abrirá esta llave?» se preguntó, mientras la sostenía entre sus patitas.
Pollollon caminó y caminó por el bosque, saludando a sus amigos en el camino. Se encontró con la señora Ardilla, que estaba recolectando nueces. «Buenos días, Pollollon. ¿Qué haces con esa llave?» preguntó la señora Ardilla. «No lo sé, señora Ardilla. La encontré esta mañana y estoy tratando de descubrir qué abre,» respondió Pollollon. «Tal vez el señor Búho pueda ayudarte. Él sabe muchas cosas,» sugirió la señora Ardilla.
Pollollon siguió el consejo de la señora Ardilla y fue a buscar al señor Búho, que vivía en un viejo roble en el centro del bosque. Cuando llegó, el señor Búho estaba descansando en una rama. «Hola, señor Búho. Encontré esta llave dorada y no sé para qué sirve. ¿Podrías ayudarme?» preguntó Pollollon.
El señor Búho miró la llave con sus grandes ojos sabios. «Ah, esa llave es muy especial, Pollollon. Abre una puerta secreta en el corazón del bosque. Esa puerta lleva a un lugar lleno de magia y aventuras,» explicó el señor Búho. Pollollon se emocionó mucho. «¡Qué emocionante! ¿Podrías decirme dónde encontrar esa puerta?» El señor Búho asintió y le dio instrucciones detalladas.
Pollollon siguió las instrucciones del señor Búho y llegó a un lugar del bosque que nunca había visto antes. Había un gran roble con una puerta tallada en su tronco. Con gran emoción, Pollollon insertó la llave en la cerradura y la giró. La puerta se abrió lentamente, revelando un sendero brillante que conducía a lo desconocido.
Sin pensarlo dos veces, Pollollon entró por la puerta y se encontró en un mundo maravilloso. Había flores de colores que brillaban como estrellas, mariposas enormes con alas transparentes y pequeñas hadas que volaban de flor en flor. Pollollon caminaba asombrado, disfrutando de cada vista y sonido de aquel lugar mágico.
De repente, escuchó un suave llanto. Siguiendo el sonido, encontró a una pequeña hada sentada en una hoja de loto, con lágrimas en los ojos. «¿Qué te pasa, pequeña hada?» preguntó Pollollon con ternura. «Mi nombre es Estrella. Perdí mi varita mágica y sin ella no puedo ayudar a mis amigas,» explicó la hada entre sollozos.
Pollollon, conmovido, decidió ayudar a Estrella a encontrar su varita. «No te preocupes, Estrella. Te ayudaré a buscar tu varita,» dijo con determinación. Juntos, comenzaron a buscar por todo el bosque mágico. Preguntaron a las mariposas, a los duendecillos y a los animales del bosque si habían visto la varita de Estrella.
Finalmente, después de mucho buscar, encontraron la varita atrapada entre unas ramas. Con cuidado, Pollollon la liberó y se la entregó a Estrella. «¡Gracias, Pollollon! Eres un verdadero amigo,» dijo Estrella con una sonrisa radiante. Con su varita recuperada, Estrella agitó la mano y una lluvia de chispas brillantes envolvió a Pollollon.
«Como agradecimiento, te concederé un deseo,» dijo Estrella. Pollollon pensó por un momento y luego respondió: «Deseo que siempre haya aventuras y magia en mi vida y la de mis amigos.» Estrella sonrió y concedió su deseo. «Siempre tendrás aventuras, Pollollon. Y recuerda, siempre que necesites ayuda, solo llama mi nombre y estaré allí.»
Pollollon se despidió de Estrella y continuó explorando el bosque mágico. Se encontró con muchas otras criaturas maravillosas y vivió muchas aventuras ese día. Cuando el sol comenzó a ponerse, Pollollon supo que era hora de regresar a su hogar.
Regresó por el sendero brillante y salió por la puerta secreta, cerrándola con la llave dorada. Al llegar a su madriguera, sintió una gran felicidad y satisfacción. Sabía que había vivido una aventura increíble y había hecho una nueva amiga.
A la mañana siguiente, Pollollon contó a todos sus amigos sobre su aventura en el bosque mágico. Todos escucharon con asombro y admiración. «¡Eres un verdadero aventurero, Pollollon!» dijeron sus amigos. Y desde ese día, Pollollon continuó explorando el bosque con la esperanza de encontrar más misterios y magia.
Así, Pollollon y sus amigos vivieron felices, siempre buscando nuevas aventuras y disfrutando de la magia que los rodeaba. Y cada vez que Pollollon miraba la llave dorada, recordaba que en algún lugar del bosque, había un mundo mágico esperando ser descubierto.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.