Cuentos de Fantasía

Snayder y la Ciudad Encantada

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en una pequeña chacra rodeada de colinas verdes y animales felices, un joven llamado Snayder. Era un niño curioso y valiente que vivía en el campo con su familia. Pasaba sus días ayudando en la chacra, cuidando de los animales y jugando con sus dos mejores amigos, Juan y Adriano. Juan era un niño alegre y siempre estaba contando chistes, mientras que Adriano era más tranquilo y le encantaba leer libros de aventuras.

Un día, Snayder recibió una noticia emocionante. Su familia había decidido hacer un viaje a la ciudad para visitar a unos parientes. Él nunca había estado en la ciudad y estaba lleno de expectativas y un poco de nervios. Sus amigos, Juan y Adriano, lo animaron y le dijeron que sería una gran aventura.

Cuando llegó el día del viaje, Snayder y su familia subieron al viejo camión y se dirigieron a la ciudad. Mientras el camión recorría los caminos serpenteantes, Snayder miraba por la ventana, maravillado por el cambio de paisaje. Las colinas verdes se transformaron en edificios altos y luces brillantes. Todo era nuevo y fascinante para él.

Al llegar a la ciudad, Snayder se sintió abrumado por el bullicio y la cantidad de gente. Pero pronto, su atención se desvió hacia algo más. En un parque cercano, vio a una niña jugando con una cometa. La niña tenía una sonrisa cálida y parecía estar disfrutando mucho. Snayder no pudo evitar sentirse atraído por su alegría.

Durante los siguientes días, Snayder y su familia visitaron muchos lugares en la ciudad, pero él no dejaba de pensar en la niña del parque. Un día, decidió volver al parque con la esperanza de encontrarla de nuevo. Para su alegría, la niña estaba allí, esta vez con una pelota. Snayder se armó de valor y se acercó a ella.

«Hola,» dijo Snayder tímidamente. «Me llamo Snayder. ¿Puedo jugar contigo?»

La niña le sonrió y respondió, «Hola, Snayder. Me llamo Lucía. Claro, podemos jugar juntos.»

Los dos niños comenzaron a jugar con la pelota, riendo y hablando sobre sus vidas. Snayder le contó a Lucía sobre la chacra, los animales y sus amigos Juan y Adriano. Lucía, a su vez, le habló sobre la vida en la ciudad, las escuelas y los parques. Aunque sus mundos eran muy diferentes, encontraron muchas cosas en común y se hicieron amigos rápidamente.

Con el paso de los días, Snayder y Lucía se volvieron inseparables. Exploraron juntos la ciudad, visitaron museos y probaron diferentes comidas. Snayder se sorprendió de cuánto le gustaba la ciudad, pero también extrañaba su hogar en la chacra y a sus amigos.

Un día, mientras caminaban por un mercado, Snayder le dijo a Lucía, «He disfrutado mucho estar aquí, pero pronto tendré que volver a la chacra. Extraño a Juan y Adriano y todas nuestras aventuras en el campo.»

Lucía lo miró con comprensión. «Lo entiendo, Snayder. Pero recuerda que siempre puedes volver a visitarme, y yo también podría visitar la chacra algún día. La amistad no se rompe por la distancia.»

Las palabras de Lucía consolaron a Snayder. Sabía que tenía una amiga especial en la ciudad y que, aunque vivieran en lugares diferentes, su amistad podría perdurar. Decidieron hacer un pacto de amistad, prometiendo escribirse cartas y contarse todas sus aventuras.

El último día en la ciudad, Snayder y su familia fueron al parque para despedirse de Lucía. Snayder y Lucía se dieron un fuerte abrazo. «Te voy a extrañar,» dijo Snayder con un nudo en la garganta.

«Yo también te voy a extrañar,» respondió Lucía, «pero sé que volveremos a vernos.»

De regreso a la chacra, Snayder no podía esperar para contarle a Juan y Adriano todas sus aventuras en la ciudad y sobre su nueva amiga Lucía. Cuando llegó, sus amigos lo recibieron con entusiasmo, llenos de preguntas y curiosidad.

«¡Cuéntanos todo!» exclamó Juan, saltando de emoción.

Snayder comenzó a relatar cada detalle de su viaje, desde los edificios altos hasta la calidez de su amistad con Lucía. Juan y Adriano escuchaban atentamente, fascinados por las historias.

«Ella suena como una gran amiga,» dijo Adriano, sonriendo. «Me encantaría conocerla algún día.»

«Sí, tal vez podamos invitarla a la chacra,» añadió Juan. «Sería divertido mostrarle nuestro mundo.»

Snayder asintió con entusiasmo. «Eso sería genial. Estoy seguro de que le encantaría la chacra y conocer a todos.»

Los días pasaron y Snayder volvió a su rutina en la chacra, pero nunca dejó de pensar en Lucía. Cada semana, se sentaba con lápiz y papel para escribirle una carta, contándole sobre las nuevas aventuras con Juan y Adriano, y describiéndole la vida en el campo. Lucía también le escribía, compartiendo historias de la ciudad y enviándole dibujos de sus lugares favoritos.

Un día, mientras trabajaban en la chacra, Snayder recibió una carta especial de Lucía. En ella, Lucía le decía que sus padres habían aceptado llevarla a visitar la chacra durante las vacaciones. Snayder no podía contener su emoción y corrió a contarle la noticia a Juan y Adriano.

«¡Lucía va a venir a visitarnos!» exclamó Snayder. «Podremos mostrarle todo lo que le he contado.»

Juan y Adriano saltaron de alegría. «¡Va a ser increíble!» dijeron al unísono.

El día que Lucía llegó a la chacra, Snayder, Juan y Adriano la recibieron con los brazos abiertos. Lucía quedó maravillada con la belleza del campo, los animales y la tranquilidad del lugar. Los amigos la llevaron a explorar cada rincón, desde los establos hasta el arroyo donde solían jugar.

Durante su visita, Lucía aprendió a ordeñar una vaca, a recolectar huevos y a cuidar del huerto. Cada día era una nueva aventura, y su amistad con Snayder, Juan y Adriano se fortaleció aún más. A medida que pasaban los días, Lucía se sintió cada vez más como en casa en la chacra.

Una tarde, mientras descansaban bajo un árbol, Lucía miró a sus amigos y dijo, «Este ha sido uno de los mejores momentos de mi vida. Gracias por mostrarme su mundo y hacerme sentir parte de él.»

Snayder sonrió. «Nos alegra que estés aquí, Lucía. Nuestra amistad es muy especial y siempre serás bienvenida en la chacra.»

Cuando llegó el momento de que Lucía regresara a la ciudad, todos se despidieron con abrazos y promesas de futuros encuentros. Sabían que, aunque vivieran en lugares diferentes, su amistad era fuerte y duradera.

Con el corazón lleno de alegría y recuerdos, Snayder, Juan y Adriano vieron a Lucía partir, sabiendo que siempre tendrían una amiga en la ciudad y que muchas más aventuras les esperaban en el futuro.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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