Había una vez, en lo profundo de una selva mágica, una ciudad llena de color y vida. En esa ciudad vivía una niña llamada Sofía. Sofía tenía cuatro años, cabello rubio y rizado, y siempre llevaba un vestido rojo que le gustaba mucho. Era una niña valiente y aventurera, siempre buscando nuevas experiencias y descubrimientos.
Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su hogar, Sofía se encontró con una cueva misteriosa. La entrada de la cueva brillaba con una luz tenue que parecía invitarla a entrar. Sin pensarlo dos veces, Sofía decidió explorar el interior de la cueva. A medida que avanzaba, el pasillo se volvía más oscuro y frío, pero eso no detuvo a nuestra valiente amiga.
De repente, la cueva se abrió en un gran salón lleno de estalactitas y estalagmitas que brillaban con una luz cegadora. En el centro de la habitación, había un trono de piedra sobre el cual estaba sentada una criatura extraña y majestuosa: el Rey de las Sombras. Este rey tenía una forma oscura y sombría, pero sus ojos brillaban con un resplandor azul.
«Bienvenida, Sofía,» dijo el Rey de las Sombras con una voz profunda y ecoante. «Has llegado aquí por una razón muy importante.»
Sofía lo miró con curiosidad y un poco de temor. «¿Por qué estoy aquí, señor?» preguntó.
«Has sido elegida para completar una misión crucial,» respondió el Rey de las Sombras. «Una piedra mágica ha sido robada por un ser malvado y está causando estragos en el mundo exterior. Necesito que la recuperes.»
Sofía, aunque un poco asustada, aceptó el desafío con valentía. «Haré todo lo posible para encontrar la piedra mágica,» dijo decidida.
El Rey de las Sombras sonrió y le dio una pequeña linterna mágica. «Esta linterna te guiará en tu camino. Pero ten cuidado, el camino está lleno de peligros y criaturas terribles.»
Con la linterna en mano, Sofía se adentró más en la cueva, siguiendo un estrecho sendero que parecía interminable. A medida que avanzaba, encontró pequeños bichos que brillaban como luciérnagas y la saludaban al pasar. La atmósfera era pesada y opresiva, pero Sofía seguía adelante, determinada a completar su misión.
Después de un tiempo, llegó a una bifurcación en el camino. Un lado estaba iluminado con una luz cálida y acogedora, mientras que el otro era oscuro y sombrío. Sofía, recordando las palabras del Rey de las Sombras, decidió seguir el camino oscuro. Encendió su linterna mágica, que brillaba intensamente, y continuó.
En su camino, encontró un puente colgante que parecía frágil y peligroso. Sin embargo, su valentía la llevó a cruzarlo con cuidado. Mientras avanzaba, el puente crujía y se balanceaba, pero Sofía no dejó que el miedo la detuviera. Finalmente, llegó al otro lado, sana y salva.
Al final del puente, vio una puerta enorme hecha de piedra con inscripciones antiguas. La puerta estaba entreabierta y una luz dorada brillaba desde el interior. Sofía empujó la puerta con todas sus fuerzas y entró en una sala llena de tesoros y objetos brillantes. En el centro de la sala, sobre un pedestal, estaba la piedra mágica.
Sofía corrió hacia la piedra, pero justo cuando estaba a punto de tomarla, una criatura enorme y aterradora apareció. Era el guardián de la piedra, una bestia con garras afiladas y ojos rojos como el fuego. Sofía se quedó inmóvil por un momento, pero luego recordó la linterna mágica. La levantó y la dirigió hacia la bestia. La luz de la linterna era tan fuerte que la criatura retrocedió, cegada por el brillo.
Aprovechando la oportunidad, Sofía tomó la piedra mágica y salió corriendo de la sala. La criatura rugió furiosamente, pero no pudo alcanzarla. Sofía corrió tan rápido como pudo, siguiendo el camino de regreso que había tomado para llegar allí. El puente colgante, los pasillos oscuros, y finalmente, el gran salón donde estaba el Rey de las Sombras.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.