En la granja de la colina verde, donde las flores bailan con el viento y los árboles susurran historias antiguas, vivía un cerdito llamado Chancho. Chancho era un cerdito muy particular, pues a diferencia de los otros animales de la granja, él no soportaba la idea de bañarse en agua; solo el barro podía hacerle feliz.
Chancho compartía la granja con su querida Mamá Chancha, el pequeño y travieso Pollito, el joven y juguetón Ternero y el sabio Burro, que a menudo observaba todo con una mirada serena y un poco divertida.
Un día, mientras Chancho se revolcaba felizmente en su charco de barro favorito, Mamá Chancha le llamó con una voz preocupada. «¡Chancho, ven aquí! Es hora de tu baño,» dijo ella, señalando hacia el estanque de agua cristalina que brillaba bajo el sol.
«¡Oh, no, Mamá! Ya sabes que no me gusta el agua. ¡Me quedaré aquí en mi barro querido!» respondió Chancho, escondiendo su nariz rosada bajo un montón de barro.
Mamá Chancha suspiró. Ella sabía que convencer a Chancho sería difícil, pero no estaba dispuesta a rendirse. Así que ideó un plan junto con los otros animales para mostrarle a Chancho los beneficios del agua.
Al día siguiente, mientras Chancho se dirigía a su charco de barro, encontró a Pollito chapoteando en un pequeño balde de agua. «¡Mira, Chancho! El agua es divertida, ¡y también me ayuda a mantener mis plumas brillantes y limpias!» pió Pollito con entusiasmo.
Chancho frunció el ceño y continuó su camino, pero la curiosidad había sido sembrada. Más adelante, vio a Ternero rociándose agua con la manguera. «¡El agua me refresca y hace que mi pelaje luzca espectacular!» mugió Ternero, lanzando agua por los aires con sus patas.
Chancho se detuvo y lo pensó por un momento, pero aún no estaba convencido. Finalmente, llegó a su charco de barro y se dio cuenta de que estaba… completamente seco.
«¡Oh, no! ¿Qué ha pasado aquí?» exclamó Chancho, mirando confundido alrededor.
Fue entonces cuando Burro se acercó con una sonrisa sabia. «Chancho, el agua no es solo para beber. A veces, necesitamos cambiar y probar cosas nuevas que podrían ser buenas para nosotros. El barro se ha secado, pero el estanque de agua sigue lleno y esperando.»
Chancho, sintiéndose aventurero y un poco desesperado, decidió darle una oportunidad al agua. Con cautela, dio un paso hacia el estanque y tocó el agua con su pezuña. Sorprendido por la frescura y la sensación agradable, se animó a entrar.
«¡Esto no está tan mal después de todo!» gritó Chancho, mientras salpicaba y jugaba. Mamá Chancha, Pollito, Ternero y Burro se unieron a él, y juntos disfrutaron de una tarde refrescante en el agua.
Desde ese día, Chancho descubrió que el agua y el barro tenían cada uno su momento especial. Aprendió que el cambio puede ser bueno y que escuchar a los demás a veces nos lleva a descubrir cosas maravillosas sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
Y así, entre risas y chapoteos, Chancho y sus amigos pasaron muchos días felices en la granja de la colina verde, recordando siempre que la aventura puede encontrarse en los lugares más inesperados, y que incluso un pequeño charco de agua puede esconder un mundo de diversión.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.