En una pequeña ciudad llena de casas coloridas y calles empedradas, había una panadería muy especial. Todos los días, el aroma de los pasteles recién horneados y el pan crujiente llenaba el aire, atrayendo a la gente de todos los rincones. Esta panadería era famosa por sus deliciosos dulces, pero un día, algo terrible ocurrió.
La panadera, una amable mujer llamada Ana, fue encontrada sin vida en la trastienda de la panadería. La noticia se esparció rápidamente y la ciudad entera quedó conmocionada. Nadie podía creer que algo tan terrible hubiera sucedido en un lugar tan acogedor.
El caso fue asignado al mejor detective de la ciudad, el famoso Detective Ferguzon. Él era conocido por su habilidad para resolver los casos más complicados con su ingenio y su lupa, que siempre llevaba consigo. Con su largo abrigo y su gorro de ala ancha, era una figura inconfundible.
Romina, una niña de diez años con trenzas y una sonrisa curiosa, era la asistente no oficial del Detective Ferguzon. Romina adoraba los misterios y soñaba con ser detective algún día. Ferguzon siempre valoraba su ayuda, ya que Romina tenía una forma especial de ver las cosas que él a veces pasaba por alto.
El Detective Ferguzon y Romina llegaron a la escena del crimen. La panadería estaba cerrada al público, pero el aroma de los pasteles aún flotaba en el aire. Ferguzon sacó su lupa y comenzó a examinar cada rincón de la trastienda, mientras Romina observaba atentamente.
—Detective, mire esto —dijo Romina, señalando una pequeña tarjeta en el suelo.
Ferguzon tomó la tarjeta y leyó en voz alta: «El primer lugar donde mi padre fue atrapado». Romina frunció el ceño.
—¿Qué significa eso?
Ferguzon pensó por un momento y luego dijo:
—Creo que tenemos una pista. El sospechoso quiere que lo sigamos. Parece que esto es personal.
La mente de Ferguzon comenzó a trabajar rápidamente. Recordó un caso de muchos años atrás, donde había atrapado a un panadero que usaba su panadería como fachada para actividades ilegales. El panadero había sido enviado a prisión, y parecía que su hijo estaba buscando venganza.
—Romina, creo que el sospechoso es el hijo del panadero que arresté hace años. Quiere vengarse de mí por lo que le pasó a su padre. Necesitamos seguir las pistas que nos ha dejado para atraparlo.
La siguiente pista los llevó al lugar donde el antiguo panadero había sido arrestado, una vieja bodega al otro lado de la ciudad. Ferguzon y Romina llegaron a la bodega y comenzaron a buscar más pistas. Encontraron una nota pegada a una caja de galletas viejas que decía: «Busca donde el trigo se muele».
—¡El molino de la ciudad! —exclamó Romina.
Sin perder tiempo, se dirigieron al molino. Al llegar, encontraron otra pista. Esta vez, era una bolsa de harina con un mensaje escrito en ella: «El próximo lugar es donde los niños ríen y juegan».
Romina sonrió.
—¡El parque de la ciudad!
Corrieron al parque, donde encontraron otra pista oculta en el tobogán: «El final está donde el pan se hace realidad».
—Debe ser la panadería —dijo Ferguzon, sintiendo que estaban cerca del final del misterio.
Regresaron a la panadería, donde encontraron al Sospechoso Panadero, un hombre con una sonrisa astuta y un gorro de panadero en la cabeza. Estaba esperando en la trastienda, rodeado de utensilios de cocina y sacos de harina.
—Sabía que vendrían —dijo el Sospechoso Panadero con una risa maliciosa—. He esperado mucho tiempo para esto, Detective Ferguzon.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.