Había una vez una joven llamada Erika. Erika era una chica muy divertida y siempre estaba rodeada de sus amigas. Tenía una mejor amiga llamada Amanda, con la que compartía todos sus secretos y aventuras. Erika acababa de terminar con su novio José hace poco más de un mes y, aunque al principio estaba triste, sus amigas la ayudaron a sentirse mejor.
Una noche, Erika y Amanda decidieron ir a una fiesta. Erika estaba emocionada por pasar un buen rato y olvidar sus problemas. En la fiesta, se encontraron con otras amigas de Erika, que no eran tan cercanas, pero siempre estaban dispuestas a divertirse.
Mientras la música sonaba y las luces brillaban, Erika comenzó a beber un poco de ponche. Amanda la observaba y sonreía, sabiendo que su amiga necesitaba distraerse. Erika, ya un poco mareada, empezó a hablar de José.
—Chicas, tengo que contarles todo sobre mi relación con José —dijo Erika, riendo y moviendo los brazos—. ¡Fue una locura!
Sus amigas se acercaron, curiosas por escuchar los detalles. Erika les contó cómo se conocieron, los buenos momentos que pasaron juntos y, finalmente, por qué decidieron terminar. Mientras hablaba, sus amigas la apoyaban, asintiendo con la cabeza y diciéndole que merecía algo mejor.
—¡Es verdad! —dijo una de las amigas—. ¡Eres increíble, Erika! José no sabe lo que se pierde.
Amanda, que conocía bien a Erika, la miraba con una sonrisa traviesa. Sabía que su amiga tenía un corazón grande y que probablemente no tardaría mucho en reconciliarse con José. Pero por el momento, Amanda se unió al coro de apoyo.
Erika, sintiéndose cada vez más animada, tomó su teléfono y subió un estado a las redes sociales.
—¡Estoy soltera y feliz! —escribió, acompañando el mensaje con una foto de ella y sus amigas riendo.
La noche continuó, y Erika y sus amigas siguieron bailando y divirtiéndose. Cuando la fiesta terminó, Amanda ayudó a Erika a llegar a casa. Ambas se despidieron con un abrazo, y Amanda se fue a dormir, pensando en lo que podría pasar al día siguiente.
A la mañana siguiente, Erika se despertó con un dolor de cabeza. Recordó todo lo que había dicho y hecho en la fiesta y se sintió un poco avergonzada. Decidió tomar una ducha y salir a caminar para despejar su mente. Mientras caminaba por el parque, vio a José sentado en un banco.
José la miró y sonrió.
—Hola, Erika. ¿Podemos hablar? —preguntó con una voz suave.
Erika dudó por un momento, pero luego asintió y se sentó junto a él. Hablaron durante un buen rato, aclarando los malentendidos que habían llevado a su separación. Al final, ambos se dieron cuenta de que aún se querían y decidieron intentarlo de nuevo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.