En un reino lejano, donde las flores siempre estaban en plena floración y los ríos brillaban como diamantes, había una hermosa princesa llamada Alba. A blanco la apodaban porque siempre llevaba vestidos relucientes sobre su piel clara, que brillaban al sol como si estuviera hecha de luz. Pero no solo era su apariencia lo que la hacía especial; Alba era valiente y llena de sueños.
Desde pequeña, a Alba le encantaba mirar el circo que venía al pueblo cada verano. Los acróbatas volaban por el aire, haciendo piruetas increíbles, y ella soñaba con ser una de ellos. Su corazón latía con fuerza al imaginarse saltando y girando entre las estrellas. Sin embargo, su madre, la reina, le decía que las princesas debían comportarse de cierta manera, y que esos sueños eran demasiado peligrosos. Aun así, Alba no podía evitar imaginarse volando y haciendo truco tras truco, sintiéndose libre como un pájaro.
Un día, mientras paseaba por el jardín del castillo, se encontró con un viejo sabio que conocía muy bien las historias del reino. Tenía una larga barba blanca y ojos llenos de sabiduría. «¿Por qué tan pensativa, princesa Alba?», le preguntó el sabio. Alba, sin poder contener su emoción, le habló de sus sueños de ser acróbata. El anciano la escuchó con atención, sonriendo con comprensión. «Si realmente deseas algo con todo tu corazón, debes encontrar una manera de hacerlo realidad. La valentía llega cuando seguimos nuestros sueños», le dijo, antes de desaparecer entre los árboles.
Esas palabras resonaron en el corazón de Alba. Decidió que no podía esperar más. Esa misma noche, cuando la luna iluminó el castillo, salió de su habitación con la esperanza de practicar en secreto. Se escabulló por el jardín y llegó a un claro, donde encontró un viejo columpio de madera que colgaba de un robusto árbol. Subió con cuidado y comenzó a balancearse. Las risas de alegría llenaron el aire mientras se lanzaba más y más alto. Sintió que el viento acariciaba su rostro y, por un momento, se sintió como si volara.
Al día siguiente, se dio cuenta de que su pasión por los saltos y acrobacias no iba a desaparecer. Decidió buscar a alguien que pudiera enseñarle más. En la plaza del pueblo, escuchó hablar de un acróbata famoso llamado Pipo, que estaba de paso por el reino. Sin pensarlo dos veces, se puso su vestido más cómodo y salió en su búsqueda.
Alba encontró a Pipo en un rincón animado del mercado, rodeado de personas que aplaudían sus increíbles acrobacias. Con valentía, se acercó a él y le explicó su sueño. Pipo, aunque un poco sorprendido al principio, vio el brillo en los ojos de la princesa y sonrió. «Si realmente deseas aprender, te enseñaré. Pero tienes que prometerme que nadie sabrá de esto, ¿de acuerdo?» Alba asintió emocionada.
Así comenzó la aventura de Alba como aprendiz de acróbata. Cada tarde, después de terminar sus obligaciones reales, se veía con Pipo en el claro del bosque. Aprendía a hacer volteretas, giros y saltos mortales. La emoción que sentía no tenía comparación; cada día se llenaba de más confianza. Pipo se convirtió en su amigo y mentor, enseñándole no solo movimientos, sino también a no tener miedo al fracaso. “Las caídas son parte del aprendizaje”, le decía.
Sin embargo, el rey y la reina comenzaban a notar la brillantez y la energía de su hija, y inquietos, decidieron organizar un gran baile en el castillo para presentarla a príncipes de reinos lejanos. Alba tenía miedo de que su secreto se revelara y que sus padres no la entendieran, así que decidió que debía actuar antes de que llegara el baile.
La noche del baile llegó, y, con un vestido hermoso que necesitaba ser ajustado, Alba sabía que el momento se acercaba. En su corazón, la emoción y el miedo luchaban entre sí. Pero justo antes del baile, pensó en su sueño y en todas las horas que había practicado. “No puedo dejar que el miedo me detenga,” se dijo. Así que hizo un último ajuste a su vestido y se acercó a Pipo, que le había dicho que siempre estaría allí para apoyarla.
Justo cuando iba a entrar al salón principal, decidió que no podía seguir soñando sin hacer algo al respecto, así que le dijo a Pipo que la ayudara a realizar una representación improvisada ante todos los invitados. Pipo sonrió, entendiendo perfectamente lo que Alba quería. Con un poco de magia en su corazón, la princesa se armó de valor y entró al salón, clamando la atención de todos.
Todos los nobles la miraron sorprendidos, y aunque su madre le lanzó una mirada de advertencia, Alba ignoró el miedo y comenzó a hacer acrobacias. Saltaba y giraba, eligiendo cada movimiento con gracia, mientras la música llenaba el aire. La alegría que sentía al bailar fue indescriptible; era como si estuviera volando entre las estrellas, justo como había soñado.
La multitud quedó asombrada. La reina, al principio preocupada, vio cómo su hija irradiaba felicidad y valentía. Con cada movimiento, Alba les mostró a todos que el verdadero valor está en seguir lo que amamos, sin importar lo que digan los demás. Cuando terminó su actuación, el salón estalló en aplausos y vítores. La reina no pudo contener más su emoción y, con lágrimas en los ojos, corrió hacia su hija y la abrazó. «¡Eres una princesa valiente, Alba! Nunca dejes de soñar».
Ese fue un momento mágico. Alba, radiante de alegría, sabía que había alcanzado su sueño y que podía ser muy feliz siendo ella misma, una princesa acróbata. Y así, en ese reino donde los sueños volvían a florecer, Alba siguió practicando, siempre con la promesa de nunca dejar de volar. Por fin había aprendido la lección más valiosa: los sueños son para ser cumplidos y el coraje es lo que hace que se hagan realidad. Desde aquel día, todos en el reino supieron que la princesa no era solo un símbolo de belleza, sino también de libertad y valentía, inspirando a todos a seguir sus propios sueños.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.