Había una vez, en un reino lleno de flores coloridas y árboles frutales, una dulce princesita llamada Natsumi. Natsumi era una niña curiosa y amable, con ojos brillantes como estrellas y una risa que llenaba de alegría el castillo. Le encantaba explorar los jardines, donde pasaba horas jugando entre mariposas y escuchando el canto de los pájaros.
Un día, mientras Natsumi paseaba por el jardín, vio un sendero que nunca había notado antes. Era un camino hecho de piedras suaves y brillantes, y al lado crecía un arbusto lleno de pequeñas flores doradas que parecían bailar con la brisa. Intrigada, la princesita decidió seguir el sendero. Cada paso que daba la hacía sentir más emocionada y curiosa, como si estuviera a punto de descubrir un secreto mágico.
A medida que avanzaba, comenzó a escuchar un suave murmullo, como el sonido de un arroyo. “¿Qué será eso?”, pensó. Siguiendo el ruido, encontró un lindo lago rodeado de árboles altos y frondosos. El agua era tan clara que podía ver pececitos de colores nadando felices. En la orilla del lago había una encantadora rana de color verde brillante que la observaba con ojos curiosos.
“Hola, pequeña princesa”, dijo la rana con una voz suave. Natsumi se sorprendió, pero le sonrió, pues siempre había oído cuentos sobre ranas que hablaban. “Soy Rani, la rana mágica del lago. He estado esperando a alguien como tú para compartir un secreto”.
“¿Un secreto?”, preguntó Natsumi, emocionada. Nunca había escuchado de un secreto mágico antes.
“Sí”, continuó Rani. “Este lago es especial. Cada vez que alguien amable y puro de corazón viene aquí, se llenan de magia los senderos que llevan a lugares maravillosos”. Natsumi se iluminó al escuchar esto. “¿Y qué tengo que hacer, Rani?”, preguntó ansiosamente.
“Solo tienes que tocar el agua del lago y pedir un deseo. Pero recuerda, tu deseo debe ser para ayudar a otros”, explicó Rani con una sonrisa. Natsumi se acercó al agua, sintió su frescura y, con mucho cuidado, tocó la superficie. Cerró los ojos y pensó en lo que más deseaba.
“Quiero que todos en mi reino sean felices y tengan sonrisas”, susurró. En ese instante, el agua comenzó a brillar como si miles de estrellas cayeran en ella. Natsumi sonrió, sintiendo que algo mágico estaba sucediendo.
Al abrir los ojos, se dio cuenta de que el sendero se iluminaba con luces brillantes. “¡Mira Natsumi!”, dijo Rani, “los senderos se han llenado de magia. Puedes elegir uno para explorar”. La princesita miró con asombro y, al ver los diferentes caminos, se preguntó cuál elegir. Había un sendero que llevaba hacia un campo de flores gigantes, otro que conducía a una montaña cubierta de nieve, y uno más que iba hacia un bosque lleno de criaturas mágicas.
Natsumi decidió seguir el camino hacia el bosque. A medida que caminaba, vio que las flores a su alrededor se movían al ritmo de la música que salía de los árboles. De repente, se encontró con un adorable conejito que tenía las orejas más largas que jamás había visto. “¡Hola, conejito!”, saludó Natsumi. “¿Cómo te llamas?”
“¡Hola! Soy Neno, y soy el guardián de este bosque. ¿Eres la princesa que ha venido a hacer felices a todos?”, preguntó el conejito con una sonrisa. Natsumi asintió emocionada. “Sí, quiero ayudar a que todos sean felices”, respondió.
Neno la llevó a un lugar donde varios animales del bosque jugaban y se reían, pero notó que algunos parecían un poco tristes. “Aquí hay algunos amigos que necesitan un poco de alegría”, explicó Neno. Natsumi, con su gran corazón, decidió organizar un juego. “¡Vamos a jugar a las escondidas!”, propuso. Los animales se entusiasmaron y rápidamente formaron grupos.
La princesita, junto con los animales, se divirtió mucho. Todos se reían y disfrutaban, y poco a poco, los que estaban tristes comenzaron a sonreír. En medio del juego, Natsumi notó que una pequeña ardilla se quedó al margen, mirando con tristeza. Se acercó a ella. “¿Por qué no te unes a nosotros?”, le preguntó suavemente.
“Me llamo Lía, y tengo miedo de no ser suficientemente buena para jugar”, respondió la ardillita con una voz suave. Natsumi, con una gran sonrisa, le respondió: “No te preocupes, todos somos especiales a nuestra manera. ¡Ven, te prometo que te divertirás!”. Convenció a Lía de que se uniera al juego y, al participar, la ardilla se llenó de alegría y rápidamente se sintió como una más.
Mientras cada uno compartía risas y alegría, Natsumi sintió que su corazón se llenaba de felicidad al ver a todos sus nuevos amigos divertirse. La magia del deseo que había hecho había comenzado a cumplirse. Al final de la tarde, todos los animales del bosque estaban felices y agradecidos. Rani apareció de nuevo, sonriendo orgullosa. “Lo has hecho muy bien, Natsumi. Has traído alegría a este bosque”.
La princesita se sentía muy bien por haber ayudado, pero sabía que aún había más que hacer en su reino. Así que se despidió de sus amigos del bosque y continuó explorando los senderos mágicos. Siguió el camino hacia el campo de flores gigantes, donde encontró a otros seres que también necesitaban un poco de alegría.
Allí decidió hacer un picnic con ellos, compartiendo deliciosos bocadillos y contando historias. Los seres del campo disfrutaron de la compañía de Natsumi y se unieron a ella en risas y canciones. Pronto, el campo se llenó de alegría.
Finalmente, Natsumi regresó al lago, donde encontró a Rani esperándola. “Has hecho un gran trabajo, pequeña princesa. Has llevado sonrisas a muchos corazones”, dijo Rani. Natsumi sentía que había aprendido una valiosa lección: compartir alegría y ayudar a otros era la verdadera magia.
El día llegó a su fin, y Natsumi regresó al castillo. Aunque estaba cansada, su corazón estaba lleno de felicidad. Esa noche, mientras se preparaba para dormir, sonrió al pensar en las aventuras que había vivido y en todos los amigos que había hecho. Sabía que siempre que hubiera amor y alegría en su corazón, la magia estaría a su alrededor.
Y así, en aquel reino lleno de flores y bellos senderos, la princesita Natsumi siguió explorando no solo el mundo a su alrededor, sino también los caminos del amor y la amistad, haciendo sonreír a aquellos que se cruzaban en su camino. A partir de entonces, jamás olvidó que la verdadera belleza de una princesa no solo residía en su corona, sino en su capacidad para hacer felices a los demás.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.