Había una vez un niño llamado Felipe que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles. Felipe era un niño alegre y lleno de energía, siempre listo para jugar y divertirse. Lo que más le gustaba era jugar con sus amigos, cantar canciones y escuchar cuentos. Pero había algo que hacía a Felipe muy especial: en su corazón, él se sentía un verdadero superhéroe.
Felipe tenía una capa de colores brillantes que le había hecho su mamá. Cada vez que se la ponía, sentía que podía hacer cualquier cosa. «Con esta capa, soy Felipe, el Superhéroe», decía con orgullo, y todos sus amigos lo seguían en sus aventuras imaginarias.
Un día, mientras jugaban en el parque, Felipe y sus amigos decidieron que querían crear un mundo lleno de aventuras. Así que comenzaron a imaginar que el parque era una gran ciudad y que ellos eran los héroes encargados de protegerla. Felipe, con su capa ondeando al viento, era el líder del grupo. Sus amigos lo seguían, cada uno con su propia habilidad especial.
—¡Vamos a salvar la ciudad! —gritó Felipe, corriendo hacia el tobogán, que ahora imaginaban como una torre altísima desde donde podían vigilar a los habitantes de la ciudad.
Sus amigos, llenos de entusiasmo, corrieron tras él. Sabían que con Felipe como líder, siempre encontrarían la forma de superar cualquier desafío. Jugaron durante horas, rescatando animales imaginarios, atrapando ladrones invisibles y ayudando a los vecinos del parque a cruzar puentes peligrosos (que en realidad eran solo troncos caídos en el suelo).
Después de un rato, cuando ya estaban un poco cansados de tanto correr, Felipe decidió que era hora de cantar una canción. A él le encantaba cantar, y sabía que sus amigos también disfrutaban de las canciones. Se sentaron todos en círculo bajo un gran árbol y comenzaron a cantar una de sus canciones favoritas, «El Superhéroe de la Amistad».
—Somos superhéroes de la amistad, siempre juntos vamos a estar. Ayudamos a todos con una sonrisa, porque juntos podemos volar… —cantaban todos con entusiasmo.
Mientras cantaban, Felipe se dio cuenta de algo importante. No importaba cuán grande o pequeño fuera el problema que enfrentaran, lo que realmente hacía especial a un superhéroe no eran los poderes o la capa, sino el corazón lleno de amor y amistad. Sabía que mientras él y sus amigos estuvieran juntos, podrían superar cualquier cosa.
Después de cantar, uno de los amigos de Felipe, un niño llamado Tomás, sugirió que escucharan un cuento. A Felipe le encantaban los cuentos, así que estuvo de acuerdo de inmediato. Se acomodaron todos en círculo, y Felipe comenzó a contar una historia sobre un valiente caballero que rescataba a su pueblo de un dragón feroz.
—Había una vez un caballero llamado Felipe —comenzó—, que vivía en un reino muy lejano. Un día, un dragón llegó al reino y comenzó a asustar a todos. Pero Felipe no tenía miedo. Con su capa mágica y su corazón valiente, decidió enfrentarse al dragón…
Mientras Felipe contaba el cuento, sus amigos escuchaban con atención. Aunque la historia era imaginaria, todos podían sentir la emoción y el valor de Felipe, el caballero, enfrentando al dragón. Sabían que, de alguna manera, ellos también eran como ese caballero, enfrentando cada día con valentía y amistad.
Al final del cuento, Felipe concluyó con una gran sonrisa.
—Y así, el caballero Felipe y sus amigos derrotaron al dragón y vivieron felices por siempre, ayudando a todos en el reino.
Sus amigos aplaudieron, y Felipe se sintió muy feliz de haber compartido ese momento con ellos. Sabía que las canciones, los cuentos y los juegos no solo eran divertidos, sino que también les enseñaban importantes lecciones sobre la amistad, la valentía y la importancia de ayudarse unos a otros.
El sol comenzaba a ponerse, y los niños sabían que pronto sería hora de regresar a casa. Pero antes de irse, Felipe tuvo una idea.
—¿Por qué no hacemos un juramento? —propuso—. Un juramento de superhéroes.
Sus amigos lo miraron con curiosidad, pero enseguida estuvieron de acuerdo. Se tomaron de las manos y formaron un círculo, con Felipe en el centro, sosteniendo su capa como un estandarte.
—Yo, Felipe, el Superhéroe de la Amistad —comenzó—, prometo siempre ayudar a mis amigos, cantar con ellos y contarles cuentos que nos hagan soñar. Juntos, seremos los superhéroes más valientes del mundo.
—¡Sí! —gritaron todos los niños al unísono—. ¡Prometemos lo mismo!
El juramento se convirtió en una tradición. Cada vez que se reunían para jugar, cantar o contar cuentos, lo repetían, recordándose a sí mismos que lo más importante de ser un superhéroe era el amor y la amistad que compartían.
Esa noche, cuando Felipe regresó a casa, su mamá le preguntó cómo había sido su día.
—Fue increíble, mamá —dijo Felipe con una sonrisa—. Jugamos, cantamos, y hasta derrotamos a un dragón en un cuento. Pero lo mejor de todo es que hicimos un juramento de superhéroes. Prometimos ser amigos para siempre y ayudarnos en todo.
La mamá de Felipe lo abrazó con cariño.
—Eso es maravilloso, mi amor. Recuerda que la verdadera fuerza de un superhéroe está en su corazón, en la bondad y en la amistad que ofrece a los demás.
Felipe asintió, sabiendo que tenía razón. Se sentía orgulloso de ser un superhéroe de la amistad, y sabía que mientras tuviera a sus amigos a su lado, siempre sería fuerte y valiente.
Y así, Felipe, el pequeño superhéroe, siguió viviendo sus días con alegría, jugando con sus amigos, cantando canciones y contando cuentos que llenaban sus corazones de felicidad. Porque al final, sabía que la verdadera magia estaba en los momentos que compartía con quienes más quería.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.