Había una vez, en un mundo lleno de colores brillantes y personajes extraordinarios, un héroe muy especial llamado Hulk. Pero este Hulk no era como el de las historias que todos conocían; este Hulk vivía en un lugar llamado Amistetierra, un país mágico donde todos los habitantes eran amigos y ayudaban unos a otros. Hulk era enorme y fuerte, pero a veces su corazón se llenaba de furia, lo que lo llevaba a causar pequeños enredos.
Un día, mientras caminaba por el bosque de Amistetierra, Hulk escuchó el llanto de un pequeño amigo. Decidió acercarse para ver qué pasaba. Al llegar, vio a un pequeño niño llamado Ibai, que estaba sentado en el suelo, con las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—¿Por qué lloras, amigo? —preguntó Hulk con su voz profunda.
Ibai levantó la vista y vio al gran Hulk. En lugar de asustarse, se secó las lágrimas con su manita y dijo:
—Es que perdí mi cometa. La hice volar muy alto, pero un árbol la atrapó y ahora no puedo alcanzarla.
Hulk, al escuchar esto, decidió ayudar a su pequeño amigo. Pensó en lo fuerte que era y en lo fácil que podría ser sacar la cometa del árbol. Sin embargo, él también sabía que, a veces, su fuerza podía causar problemas.
—¡No te preocupes, Ibai! —dijo Hulk—. ¡Voy a ayudarte!
Con cuidado, Hulk se acercó al árbol. Era un árbol enorme, lleno de hojas verdes y ramitas. Miró hacia arriba y vio la cometa atascada entre las ramas.
—Voy a usar mi fuerza, pero debo ser cuidadoso. No quiero romper nada —murmuró para sí mismo.
Hulk extendió su mano hacia el árbol y, con suavidad, empujó algunas ramas hacia un lado. Pero justo cuando iba a liberar la cometa, el árbol tembló un poco, y algunas ramas comenzaron a caer.
Ibai gritó de sorpresa y, aunque no estaba asustado de Hulk, se preocupó por el árbol.
—¡Espera, Hulk! ¡Ten cuidado! —le dijo Ibai.
Hulk se detuvo de inmediato y se dio cuenta de que debía calmarse y pensar en cómo hacerlo todo sin causar problemas. Así que, respiró hondo y, con su voz suave, le dijo:
—Tienes razón, amigo. La amistad significa cuidar de todo, incluso de los árboles. Vamos a pensar en otra manera.
Mientras pensaban juntos, un pequeño pájaro pasó volando. Se detuvo en la rama más baja del árbol y miró a Hulk y a Ibai con curiosidad. Tenía plumas de colores brillantes y ojos chispeantes.
—¡Hola, amigos! —cantó el pájaro—. ¿Qué sucede aquí? ¿Por qué están tan preocupados?
Ibai le explicó al pájaro la situación de su cometa y cómo Hulk quería ayudar, pero no quería dañar el árbol.
El pájaro, que se llamaba Pipo, sonrió y dijo:
—Yo puedo ayudar. Tengo un plan. Si vuelvo a volar alto, tal vez pueda empujar la cometa con mi pico y liberarla.
Hulk y Ibai se miraron emocionados. ¡Era una gran idea! Pipo voló alto y cerca de la cometa. Con mucho cuidado, empezó a picotear suavemente la tela de la cometa, tratando de liberar las ramas que la mantenían atrapada.
—¡Vamos, Pipo! ¡Tú puedes! —animó Ibai, mientras Hulk esperaba con paciencia.
Después de unos momentos, la cometa se movió un poco y, finalmente, voló libre al aire. Ibai gritó de alegría y saltó.
—¡Lo lograste, Pipo! ¡Gracias!
Hulk sonrió también. Se dio cuenta de que no siempre necesitaba usar su fuerza para resolver los problemas; a veces, una buena idea y el trabajo en equipo eran todo lo que necesitaban.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Despertar de los Guardianes de la Sabiduría
La Superabuela de Leo y Sonia
Los Guardianes del Planeta
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.