En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y un río cristalino, vivían dos hermanos llamados Thiago y Halia. Ambos eran muy curiosos y aventureros, siempre en busca de nuevas emociones. Thiago, el mayor, era un niño de doce años con una gran imaginación, mientras que Halia, de diez, tenía un corazón lleno de bondad. Juntos, eran inseparables y les encantaba explorar su entorno.
Un día, mientras jugaban en el bosque que estaba a la salida del pueblo, encontraron un viejo libro cubierto de hojas secas y telarañas. Thiago, emocionado, lo recogió y lo limpió con sus manos. Al abrir el libro, se dieron cuenta de que estaba lleno de cuentos sobre héroes y heroínas, seres con poderes extraordinarios que luchaban por la justicia. A medida que leían, los hermanos se sumergieron en historias de valentía, amistad y bondad.
De repente, sintieron una extraña sensación en el aire. Las palabras del libro empezaron a brillar, envolviéndolos en una luz brillante. Antes de que pudieran entender lo que estaba sucediendo, se encontraron en un lugar misterioso, lleno de colores vibrantes y criaturas fantásticas. En el centro de este mundo mágico, había un gran árbol que parecía hablar.
“Bienvenidos, jóvenes soñadores”, dijo el árbol con una voz profunda y amable. “Soy el Guardián de las Sonrisas, y he estado esperando por ustedes. Este mundo necesita su ayuda para restaurar la alegría que se ha perdido”.
Thiago y Halia se miraron asombrados, preguntándose cómo un árbol podría hablar. “¿Cómo podemos ayudar?”, preguntó Thiago con emoción, ya que siempre había soñado con ser un héroe.
“Las Sonrisas de este mundo han sido robadas por un ser llamado Melancolía”, explicó el árbol. “Él se alimenta de la tristeza y la desesperación, y ha cubierto este mundo con nubes grises. Necesito que ustedes encuentren las Sonrisas y las devuelvan a su lugar. Solo así, el sol podrá brillar de nuevo y la felicidad regresará”.
Halia, que siempre había sido muy compasiva, se sintió motivada. “No podemos dejar que las Sonrisas se pierdan. ¡Vamos, Thiago! Debemos actuar”.
Con el corazón lleno de determinación, los hermanos comenzaron su aventura. Caminando por senderos llenos de flores brillantes y ríos de aguas transparentes, encontraron a varios seres mágicos que también estaban tristes. Con cada encuentro, Thiago y Halia usaban su encanto natural y su bondad para animar a los demás.
Primero conocieron a un pequeño dragón azul llamado Lumin, que había perdido su brillo debido a la tristeza. “No puedo volar como antes”, sollozaba Lumin. “Sin mis alas brillantes, me siento vacío”.
Thiago se acercó a él y dijo: “No te preocupes, amigo. Todos tenemos momentos difíciles, pero dentro de ti hay una chispa esperándote para volver a brillar. ¡Vamos, cuéntanos algo que te haga feliz!”
Halia, sintiendo la tristeza del dragón, se unió: “Recuerda la última vez que volaste alto en el cielo, Lumin. ¿No sentiste la libertad y la felicidad en ese momento?”
Poco a poco, el dragón comenzó a recordar aquellos momentos felices y, al hacerlo, su brillo volvió. Con una gran sonrisa, Lumin extendió sus alas, brillando más que nunca. “¡Gracias, Thiago y Halia! Ustedes son verdaderos héroes”, exclamó el dragón, que prometió ayudarles a encontrar las Sonrisas.
Con Lumin a su lado, los hermanos continuaron su viaje. Pronto llegaron a un lago donde encontraron a una sirena llamada Coral. Ella estaba sumida en la tristeza porque había perdido su voz. “Sin mi voz, no puedo cantar y hacer felices a los demás”, lamentó Coral.
Thiago recordó cómo la música puede alegrar los corazones, así que dijo: “Coral, puedes encontrar tu voz dentro de ti. ¿Recuerdas las melodías que solías cantar? Inténtalo, ¡nos encantaría escuchar tu canto!”
Con un poco de duda, Coral cerró los ojos y comenzó a recordar sus canciones. Al abrir la boca, una melodía hermosa fluyó de su garganta, llenando el aire con alegría. Al escuchar su canto, el lago resplandeció con colores vibrantes y todos los que estaban cerca comenzaron a bailar.
“¡Lo lograste!”, gritó Halia emocionada. “Eres increíble, Coral. Vamos a buscar más Sonrisas juntos”.
Con los nuevos amigos, Thiago, Halia, Lumin y Coral se aventuraron más allá del lago, adentrándose en un bosque donde encontraban a un anciano con un rostro triste. Este anciano, conocido como el Sabio de la Sabiduría, había perdido la fe en las Sonrisas. “Nada tiene sentido en este mundo sombrío”, murmuró.
Thiago se acercó al anciano y le preguntó: “¿Por qué te sientes así, amigo? Las Sonrisas son poderosas y pueden transformar todo”.
El anciano los miró con desconfianza, pero Halia se mostró amable y dijo: “A veces solo necesitamos recordar cómo reír y sonreír. ¿Qué ha hecho que algún día fueras feliz?”
El anciano suspiró y relató una antigua historia sobre un faro que iluminaba el mar y guiaba a los barcos en una tormenta. “Esa luz era una Sonrisa en medio de la oscuridad”, confesó.
“Entonces, ¿por qué no traemos de vuelta esa luz?”, sugirió Lumin. Juntos, los cuatro amigos comenzaron a recordar momentos felices, riendo y compartiendo historias hasta que el anciano comenzó a sonreír también.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.