Había una vez, en un lugar muy especial llamado el Jardín de la Infancia, cuatro amigos muy especiales que vivían juntos para ayudar a los niños a crecer felices y fuertes. Estos amigos no eran personas comunes, sino superhéroes que cuidaban cada parte importante de los niños: su mente, sus sentimientos, su cuerpo y la forma en que se relacionaban con los demás. Sus nombres eran Inteligencia, Emociones, Cuerpo y Compartir.
Inteligencia era un superhéroe con una cabeza brillante como una estrella. Su capa tenía dibujos de libros, colores y puzzles, porque él ayudaba a los niños a pensar, a aprender cosas nuevas y a resolver problemas con mucha alegría. Siempre llevaba una lupa para mirar con atención todo lo que sucedía, porque le encantaba descubrir cosas.
Emociones, por otro lado, era un superhéroe con un corazón gigante y luminoso. Podía sentir todas las emociones del mundo: la felicidad, la tristeza, el miedo, el enojo y la sorpresa. Su poder mágico era hacer que los niños aprendieran a reconocer y entender sus sentimientos para que nunca se sintieran solos. Emociones tenía un pañuelo suave que usaba para secar lágrimas y una sonrisa que siempre animaba a todos.
Cuerpo era fuerte y rápido, con músculos grandes y un traje lleno de colores brillantes. Su súper poder era enseñar a los niños a cuidar su cuerpo, a jugar, correr, bailar y descansar cuando hacía falta. También ayudaba a que los niños sintieran cuando tenían hambre, sueño o frío, para que siempre estuvieran bien.
Finalmente, estaba Compartir, el superhéroe con los brazos más abiertos y grandes del mundo. Su capa tenía dibujos de manos entrelazadas y su sonrisa invitaba a todos a jugar juntos, a compartir juguetes, ideas y momentos felices. Compartir tenía un saco mágico de regalos donde guardaba la amistad, la generosidad y el cariño para dar a quienes lo necesitaban.
Un día, en el Jardín de la Infancia, llegó un niño llamado Tomás que estaba muy triste. Tomás recién había empezado la escuela y no sabía cómo decir lo que sentía. Se sentía solo, aunque había muchos niños alrededor. Inteligencia, Emociones, Cuerpo y Compartir decidieron ayudarlo, pero sabían que para hacerlo tenían que trabajar juntos.
Primero, Inteligencia le preguntó a Tomás qué había pasado. Tomás bajó la mirada y dijo que no sabía cómo hablar con los otros niños, que se sentía confundido y a veces con miedo de equivocarse. Inteligencia sonrió y le explicó que eso era normal, que todos alguna vez se sienten así, y le contó un juego para aprender palabras nuevas y jugar con los amigos.
Luego, Emociones se acercó y le dijo: “Tomás, está bien sentir miedo o tristeza. Cuando sientas esas emociones, puedes tomar una respiración profunda, contar hasta tres y decir lo que sientes con palabras como ‘Estoy triste’ o ‘Me siento asustado’”. Tomás probó a respirar y, poco a poco, se sintió mejor porque ahora entendía que sus sentimientos eran importantes y podía hablar de ellos.
Mas tarde, Cuerpo le propuso a Tomás jugar a correr y saltar en el jardín, para que su cuerpo y su mente se sintieran más fuertes y felices. Le mostró cómo estirarse y respirar profundo cuando tuviera mucho estrés o se sintiera cansado. Tomás se rio y comenzó a saltar con ganas, disfrutando del aire y del sol que calentaba su cara.
Por último, Compartir invitó a Tomás a acercarse a un grupo de niños que estaban jugando con pelotas de colores. “Cuando compartes un juguete, no solo das algo, también haces amigos y haces que el juego sea más divertido,” le explicó. Tomás tomó una pelota con cuidado y la pasó a otro niño, quien le sonrió y lo invitó a jugar. Entonces, Tomás sintió una alegría muy grande porque había encontrado amigos con quienes jugar y aprender.
Desde ese día, Tomás comenzó a entender lo importante que era cuidar su mente con Inteligencia, escuchar y hablar sobre sus emociones con Emociones, jugar y cuidar su cuerpo con Cuerpo, y compartir con sus compañeros con la ayuda de Compartir. Cada uno de los superhéroes le enseñaba un pequeño secreto para que pudiera crecer contento y seguro.
Un día, durante una actividad en el Jardín de la Infancia, todos los niños se sentaron en círculo para contar cómo se sentían. Tomás levantó la mano y dijo con voz clara: “Hoy entendí que puedo decir cuando estoy feliz, triste o enojado. También sé que puedo jugar y compartir con mis amigos, y que eso me hace sentir bien.” Los demás niños sonrieron y Emociones aplaudió con su corazón gigante, feliz de ver cómo todos aprendían a reconocer y expresar sus sentimientos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.